GERMÁN VALDÉS REGRESA A CASA

“Un personaje muy adelantado a su tiempo”.

Cultura
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TIN TAN

En el marco del 50 aniversario de la muerte del actor y cómico mexicano Germán Valdés Tin Tan (1915-1973) se inauguró la exposición temporal Tan Tin Tan. Un mexicano del siglo XXI en el Museo Kaluz.

La muestra —que cabe destacar es de entrada gratuita— reúne alrededor de 200 piezas entre objetos personales, cartas y fotografías pertenecientes a 24 colecciones públicas y privadas, entre las que destacan Herederos de Germán Valdés, la Oficina de Tin Tan, el Museo del Estanquillo y la Fototeca Nacional del INAH, entre otras.

No en balde el Museo Kaluz, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a un costado de la estación del Metro Hidalgo, fue en 1915 el predio donde Valdés vivió sus primeros años de vida.

“Aquí nació mi papá, bajo este techo y dentro de estas mismas paredes. Regresar a este lugar tiene un gran significado para mí y para mi familia; nos llena de amor y de nostalgia. Si a eso le añadimos el recorrido que la exposición realiza a través de su vida y legado, es para mí un gran regalo de inmenso valor”, expresó Rosalía Valdés, hija de Tin Tan.

Vida y legado

A cinco décadas de su muerte, el recorrido abarca importantes momentos históricos como la invención del cinematógrafo, la aparición de los primeros grandes cómicos del cine mudo, la popularización de las big band con estrellas como Count Basie, Duke Ellington, Benny Goodman y Glenn Miller, así como el turbulento periodo entre guerras de la primera mitad del siglo XX.

El título de la muestra hace referencia a una descripción del escritor Carlos Monsiváis, quien consideró a Tin Tan como el “primer mexicano del siglo XXI” por su característico estilo de hablar mezclando el inglés con el español, práctica que en la época era mal vista e incluso criticada, pero con el tiempo terminó volviéndose muy popular en lo que hoy conocemos como spanglish.

La exposición muestra a un Tin Tan no solo vigente sino también contemporáneo, posmoderno y cosmopolita; y, asimismo, a su humor como prefacio de un dislocamiento en la transformación del lenguaje global y las herramientas comunicativas, modificando así la estética de manera referencial en diversas confluencias como la moda, la música, el argot, el cine e incluso la denuncia.

Figura

En este sentido, la exposición explora el lado más complejo y multidimensional de Germán Valdés como artista, pues merecidamente se le reconoce como uno de los grandes comediantes de México, pero rara vez es recordado por sus habilidades dancísticas, vocales, interpretativas y poéticas, ya que además le gustaba componer y se consideraba a sí mismo un “apasionado de la música”.

De igual manera, realizó trabajos como actor de doblaje en los filmes La leyenda de Sleepy Hollow y el señor Sapo (1949), El libro de la selva (1967) y Los aristogatos (1967).

“Fue un artista completo, un personaje muy adelantado a su tiempo que incluso se ha convertido en un personaje atemporal. Hoy podemos ver que sus expresiones, tanto físicas como lingüísticas, las hemos adoptado culturalmente. No solo son vigentes, sino también que garantizan su legado a futuro”, señalan Juan José Soto y Marco Barrera-Bassols, creadores del concepto curatorial de la muestra.

Por otro lado, esta exhibición abre un espacio para reconocer a Tin Tan desde su emblemática figura de pachuco: un antihéroe urbano y contracultural cuyo sarcasmo agudo cuestionaba e incluso se burlaba de los cánones, el statu quo y la mesura oficialista, mientras el México de entonces intentaba sumarse a la modernidad.

De este modo, la comedia y la Época de Oro del cine mexicano fueron corolario adyacente al nacimiento del Estado revolucionario, testigo del milagro mexicano conocido como el “periodo de desarrollo estabilizador”.

Como cómico, el humor disruptivo de Tin Tan exhibió otra cara de la sociedad: desnudó contrastes como la pobreza, la desigualdad, la moralidad, la idiosincrasia, la herencia indígena y la marginación, por mencionar algunos.

Así, la impronta humorística de Tin Tan oscila entre los atisbos de modernidad en México y la resistencia a una lectura lineal del progreso, dejando de lado el discurso oficial moralizante de la construcción nacional e identitaria y el sincretismo cultural que se avecinaba con la llegada del siglo XXI.