TILL: RELATO METICULOSO DE UN ASESINATO RACISTA DE LOS CINCUENTA

“La necesidad de identificar la culpabilidad”.

Francisca Yolin
Cultura
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Algunas películas son atractivas como simple argumento de venta: sobre todo las de época. Mucho más rara es una como Till, en la que cada agradable disfraz tiene un horrible doble filo.

La inquebrantable cinta de la directora Chinonye Chukwu está llena de los brillantes revestimientos de los cincuenta en Estados Unidos. Hay grandes almacenes inmaculados, sastrería nítida, el alegre jazz de Dizzy Gillespie.

Pero el tema es un abismo de tragedia: la muerte en 1955 de Emmett Till, el chico afroamericano de Chicago de 14 años, quien fue torturado y asesinado en un crimen racista mientras visitaba a su familia en Mississippi.

Las brutales fotografías de su cuerpo inerte aceleraron la marcha por los derechos civiles. Sin embargo, también había fotos suyas anteriores, instantáneas de un niño radiante que Chukwu está decidida a que conozcamos también. Lo vemos en cuanto aparece el joven actor Jalyn Hall, un chico de ciudad feliz y elegante. La mirada de su madre Mamie (Danielle Deadwyler) es fácil de leer: de amor, orgullo e inquietud visceral por su viaje pendiente al sur.

Esa mirada sustenta todo lo que sigue. También lo es la vida de clase media de los Till en Chicago, donde Mamie trabaja en un estudio de mecanografía y Emmett canta los jingles publicitarios de la televisión. Pero, como Mamie le dice a su hijo, él se va a otro Estados Unidos.

La verdad

Till tuvo que esperar para tener su espacio en la pantalla grande. Y 65 años después de la historia que recrea, la luz verde llegó en agosto de 2020. George Floyd murió ese mayo. Después de todo, lo que nos cuenta Till está lejos de la zona de confort de los estudios cinematográficos.

En Mississippi, un deslumbrado Emmett hace a una mujer blanca adulta el mayor cumplido de la época. Dice que parece una estrella de cine. Luego silba. La mujer, Carolyn Bryant (Haley Bennett), declaró más tarde ante un tribunal que él la amenazó sexualmente. En ese momento ya estaría muerto.

El asesinato no se muestra. Chukwu es meticulosa con lo que pone en pantalla. Sí vemos a Emmett secuestrado por la noche, un niño apresado por hombres. Después, la atención se centra en su madre. Aún rota por la pérdida, toma una decisión importante. Su hijo será enterrado a cajón abierto, para mostrar a dónde nos lleva el racismo. Y el mundo verá las fotografías.

Y Chukwu muestra a los estudios cómo contar esta historia sin restarle nada de gravedad, pero tampoco caer en las exageraciones. Su película es un estudio de la devoción maternal y de la necesidad de identificar la culpabilidad incluso cuando el sistema no está capacitado para hacerlo. A pocas semanas de los premios Oscar, que está repleto de películas que celebran a las propias películas, Till honra a algo más importante: el poder de una imagen que dice la verdad.