Sam Shepard. Espía de la primera persona. Anagrama. Trad. Mauricio Bach. 103 pp.
Sam Shepard (Illinois, 1942–Kentucky 2017) comenzó a escribir Espía de la primera persona en 2016 a mano, porque su esclerosis le impedía teclear en la computadora. Conforme la enfermedad avanzó, decidió grabar el resto de la obra para que su familia la transcribiera. Finalmente, su amiga de toda la vida, Patti Smith, fue quien revisó el manuscrito de un libro que se considera el cerrojazo literario de uno de los autores más contraculturales de la Unión Americana en los últimos años.
A lo largo de su vida Shepard hizo música, cine, actuó y escribió, todo desde la periferia, aunque en la recta final de su carrera ya era considerado un personaje de culto.
Su literatura encontró sus territorios en las zonas áridas, en el Estados Unidos profundo y muchas veces fronterizo, lejos de la academia y el cosmopolitismo.
De alguna manera Espía de la primera persona condensa todo eso, pero ya desde la perspectiva de quien se despide.
Sin flaquear
El relato se sostiene en dos narradores difíciles de precisar. Uno es un observador, alguien que desde el otro lado de la calle mira a su vecino —el otro personaje—, un hombre enfermo a quien le cuesta poco valerse por sí mismo.
“Se pasa el día comiendo queso y galletas saladas. Té helado. Lo bebe a sorbos. Pero tiene algún problema en las manos y los brazos. Me he fijado en eso. Manos y brazos no le funcionan bien”, escribe.
Su contraparte, es decir, el enfermo, tiene conciencia de que es observado y a su vez cuestiona a su espía. “¿Por qué me mira? No lo entiendo”, se pregunta.
La novela se sitúa en Arizona y a través del relato encontramos pasajes biográficos, se filtra alguna anécdota y posiblemente algún secreto que ahora es imposible corroborar. Ambos personajes son desdoblamientos del propio Shepard: se ve a sí mismo frágil, enfermo, pero a la vez estoico en su forma de afrontar el futuro.
“No intento demostrarte nada. No intento demostrarte que fui el padre que creías que era cuando eras pequeño. He cometido algunos errores, pero no sé cuáles fueron. Y jamás he deseado volver a empezar. No tengo ningún deseo de eliminar partes de mí mismo”, se lee en un párrafo que tiene el amargo sabor de la despedida. Y es que Espía de la primera persona es eso: la despedida de alguien que sabe que se desvanece y que pese a todo se empeña en no flaquear y en mostrarse tal cual, sin lástima, expiación y redención. Sam Shepard siendo Sam Shepard hasta el final.
Otros títulos de Sam Shepard son Yo por dentro, Cruzando el paraíso y Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera.
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