SOL NEGRO: EXPLORACIÓN POÉTICA DEL CUERPO, EL DESEO Y LA MEMORIA

Cultura
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Sol Negro

El nuevo poemario de Nicté Toxqui, Sol Negro, publicado en la colección El Ala del Tigre de Libros UNAM, explora los claroscuros de la existencia a través del deseo, el cuerpo, la memoria y la sanación.

La escritora nos conduce por una experiencia poética íntima y conmovedora que abraza los matices más complejos del ser: el deseo, el dolor, la melancolía y la posibilidad de la reparación.

El libro se inscribe dentro de una colección emblemática que aloja a voces poéticas fundamentales del panorama literario como Carmen Villoro, Francisco Hernández y Elsa Cross.

Desde sus primeras páginas el texto se presenta como una obra autorreferencial, donde la vivencia personal no es solo materia prima sino también motor de reflexión. El deseo es el hilo conductor: el deseo de escribir, de habitar el cuerpo con plenitud, de comprender qué significa estar viva. En esa búsqueda, el lenguaje poético se convierte en vehículo y en refugio, en herramienta de transformación y en espacio de libertad.

Lejos de romantizar el dolor Sol Negro lo nombra con claridad y sin rodeos. La tristeza, la depresión, la melancolía —emociones que a menudo se ocultan o minimizan— aparecen aquí como paisajes legítimos de la experiencia humana. No obstante, la propuesta de Toxqui no se detiene ahí: su poesía busca trascender esos estados, abrir la posibilidad de sanarlos, de reconstruirse a través de la palabra, del cuerpo, de lo cotidiano.

“Aunque el libro trata de abuso sexual, violencia, etcétera, me interesaba abordar también el deseo desde el gozo, desde el descubrimiento, desde el estar en silencio, desde algo que no solamente es público sino también privado”, afirma la autora.

En este sentido, el acto de escribir no solo opera como un mecanismo de catarsis sino también como una forma activa de resistencia y de renovación. La poesía se convierte así en una práctica vital, una forma de enfrentarse al mundo y a una misma con honestidad, pero también con esperanza.

Uno de los elementos más poderosos en la construcción poética de Sol Negro es el territorio. Veracruz —lugar de origen y de memoria para Toxqui— se presenta en el libro tanto como paisaje tangible como símbolo emocional. En sus versos, el estado es un espacio donde conviven la ternura y la violencia, lo luminoso y lo oscuro. Es la tierra de la infancia, de las raíces, pero también de las contradicciones que atraviesan la experiencia de crecer y habitar un cuerpo en un entorno complejo.

Claroscuros

En entrevista con Vértigo, Toxqui habla de cómo la escritura representa un proceso de transformación y encuentro.

—¿Cómo nació y se desarrolló Sol Negro?

—Fueron cuatro años no solamente de escritura sino de estar pensando en qué era para mí la poesía, los procesos, qué significaba ser escritora. La búsqueda específica de Sol Negro comenzó en 2019 más o menos y luego se nos atravesó la pandemia. Además, por las mismas fechas ocurrió el #MeToo en el área de literatura y creo que fue ese el punto de no retorno. Me reuní con muchas amigas y comenzamos a razonar entre todas por qué ninguna carecía de una historia violenta y de todo tipo y de todo grado. Sol Negro comienza a formularse desde esa violencia, pero también a partir de una muestra de puras fotógrafas que contaban historias desde la violencia de género en el Centro de la Imagen y estaba expuesta por 2020, antes de la pandemia.

Agrega: “Yo me preguntaba si justamente el ser mujer o mexicana o latinoamericana tenía que ver con una melancolía enraizada desde siempre y entonces ahí comienzo a escribir el primer poema largo de Sol Negro”.

Nicté Toxqui

—En este poemario el deseo aparece como un hilo que atraviesa los poemas. ¿Cómo entiende el deseo desde la escritura, el cuerpo y la vida cotidiana?

—Tengo esta necesidad de encontrar en la literatura un poco más sobre este tema. Apenas mis referencias habían sido, por ejemplo, Gloria Gervitz, quien habla abiertamente de la masturbación, y la primera vez que la leí me sentí tan aliviada. Me pareció que yo también estaba buscando un espacio pedagógico para las cuerpas, porque cuando una escribe creen que nada más nos sentamos y se acabó; y hacemos las notas periodísticas o hacemos el poema y “tan tan”. Pero no es cierto: hay todo un juego del cuerpo cuando una está escribiendo, hay sudores, cansancios, la espalda duele, pero también hay un gozo cuando se termina el texto.

Profundiza: “Me interesa mucho saber qué pasa con el cuerpo cuando escribimos. Eso irremediablemente me llevó a pensar desde cuándo el cuerpo tomó conciencia no solamente de la escritura, de ese gozo, sino también de la masturbación, un gozo que de pronto se encajona mucho desde lo femenino; no hay tampoco una educación sexual al respecto cuando somos niñas”.

—¿Qué le gustaría que el lector se lleve consigo después de leer Sol Negro?

—Acompañamiento. Y que juntas pensemos mucho en la reparación del daño, porque cuando hablamos de ello siempre lo pensamos en términos legales, no punitivismo, etcétera; pero lo que yo quiero proponer es que pensemos en la reparación del daño desde un lugar más amplio, por ejemplo, la educación, los espacios pedagógicos, pensar en programas de prevención, pensar en cómo se da la materia de literatura en preparatoria, en secundaria. Desde el lenguaje se puede hacer una gran reparación del daño. Y, por otro lado, mi sueño más grande es que se abra una conversación entre las que lleguen al libro y quien no haya vivido una experiencia sobre violencia, desde la violencia de género; que encuentren una empatía o un canal mucho más amplio para comprender a quienes sí han pasado por la violencia. Que esos acercamientos nos hagan más empáticos, más conversadores, que provoque algo.

Sol Negro no solo confirma la solidez de la propuesta poética de Nicté Toxqui sino que también la posiciona como una voz indispensable en la literatura contemporánea mexicana. Una voz que no teme adentrarse en la sombra, pero que sabe encontrar —y nombrar— la luz.