RIVELINO: MOLDEANDO LA EQUIDAD

“La escultura monumental nos ha contado exactamente cómo somos”.

Alejandra Moncada
Cultura
Equidad

Este año el Museo Nacional de AntropoloGÍA (MNA) cumple 60 años desde su apertura. El recinto es el museo más grande de México y cuenta con 22 salas distribuidas a lo largo de 45 mil metros cuadrados. En él se alojan objetos arqueológicos y etnográficos que dan cuenta de la vida cotidiana y la cosmovisión de los pueblos indígenas de nuestro país, tanto antiguos como contemporáneos.

Dentro de la colección del MNA destacan tres esculturas monumentales: la Piedra del Sol, la Coatlicue y la Piedra de Tízoc.

Desde el 18 de abril y hasta el 26 de agosto los visitantes podrán apreciar ahora en la explanada principal del lugar otra obra de enorme tamaño y significado: , del artista jalisciense José Rivelino Moreno Valle.

El conjunto escultórico pesa 30 toneladas y mide 17 metros de largo. Se compone de dos dedos índices señalándose entre sí, de color blanco, elaborados en bronce, acero y concreto. La instalación se ha expuesto en distintos espacios del Reino Unido y de México, y llega por primera vez a la capital.

tiene como objetivo hacer reflexionar al público acerca de la igualdad y la empatía en nuestras sociedades para descubrir cómo dicha percepción afecta la relación que tenemos con las demás personas y con nuestro entorno.

Para Rivelino, la obra es coautoría: “Yo pongo una parte y el usuario de la escultura pone la parte que le toca; y esas pueden ser múltiples. Caben todos los : tú eres igual a mí, tú no eres igual a mí, tú me gustas, tú eres mi héroe, etcétera”.

Los visitantes tendrán oportunidad no solo de admirar la escultura sino también de tocarla e interactuar con ella, además de fotografiarse y meditar acerca de la propuesta del artista, quien cuenta con más de 15 años de trayectoria y ha creado obras como Raíces, Nuestros silencios, la Caja táctil, Anatomía de la materia y Víctimas y victimarios, entre otras.

Puede que el principal atractivo de sea el espacio que separa a los dedos. En palabras de Rivelino, “también hay un componente, que es el vacío: así como en la música existe el silencio, en esta pieza está el vacío ahí, en el centro. Ese centro de vacío es casi insoportable. Entonces, el espectador, visitante, el transeúnte, el curioso, el que pasa por casualidad por ahí, ve ese vacío y ve esos dos dedos y ni siquiera duda en ser el señalado, va hacia allá”.

Apertura de significados

En entrevista con Vértigo Rivelino habla acerca de su experiencia como escultor de arte monumental.

—¿Qué le inspira a crear sus esculturas?

—Tengo tres maneras de enfrentar cómo termina físicamente mi trabajo. Una es lo que imagino, que no tiene explicación; esto es, cosas inconexas que solo pueden tener forma física en una de mis piezas. Otra, lo que les pasa a los seres humanos en lo individual o en grupo, lo que les pasa dentro, lo que los hace sentir, lo que los frustra, lo que los hace enojar, lo que les da placer, lo que a veces no encuentran manera de sacar; todas esas rutas mentales íntimas del ser humano las transformo con dificultades en una forma física, que puede ser un relieve, una escultura o una intervención. Y la tercera es lo que nos pasa a todos los seres humanos en conjunto, como si todos fuéramos uno solo y estuviéramos tratando de decir cómo nos sentimos en grupo. Eso es de lo que habla esa pieza que está aquí afuera: es un momento en el que pensé discutir sobre la igualdad.

Además, agrega: “Particularmente creo que es algo muy complicado que los seres humanos sean iguales entre sí, si precisamente lo que nos ha traído hasta aquí es la diferencia. Esa pieza es uno de esos casos en los que traté de abarcar un gran grupo de seres humanos y representarnos a todos ahí para ver qué significa ser iguales”.

—¿Los dedos se están señalando o están a punto de tocarse?

—La escultura que yo hago, monumental, es polivalente. Es lo suficientemente abierta para que pueda entrar casi todo tipo de interpretaciones, pero también está lo suficientemente acotada en un horizonte de interpretación muy específico. En esta escultura estoy hablando del otro, pero para que tú puedas saber si una seña es positiva o negativa, en lo humano se necesita un rasgo facial, necesitas pista del rostro del dueño de ese dedo para poder interpretar qué ruta tiene lo que está señalando, si va hacia lo negativo, si va hacia la queja, si va hacia la alegría, hacia la felicidad…

RIVELINO

—¿Hay alguna relación entre la escultura y el 60 aniversario del MNA?

—Le tengo un gran cariño a este museo y a este espacio, porque fue el primer museo que visité en mi vida. Me obligaron a venir en una excursión por la escuela y yo no quería. Nunca me había separado de mi familia. Cuando llegué y entré por primera vez y vi el Paraguas a los siete años, no podía entender por qué llovía debajo de un techo. Luego, con el tiempo, cuando entré a la primera sala y empecé a ver todas esas maquetas como las que yo hacía en mi casa, pero con otra calidad, obviamente, y los animales a pequeña escala, yo quería hacer ese tipo de maquetas. Entonces me empecé a enamorar del museo desde muy chiquito. Nunca perdí la oportunidad de imaginar que podía llegar aquí. Y cuando tuve esta pieza siempre supe que iba a estar afuera del museo, siempre quise que estuviera fuera del museo.

—Hacer esculturas monumentales es parte de una tradición milenaria mexicana. ¿Por qué apostar por este arte?

—Me inscribo en la tradición de manipular y transformar la materia para contar mi investigación o mi proceso de pensamiento. Me parece que la escultura monumental nos ha contado exactamente cómo somos. Podemos ir a los Moai de Pascua y ahí hay una gran incógnita, pero también podemos ver todo lo que trabajaban, lo que pensaban y cómo no les importaba casi nada con tal de lograr que ellos mismos estuvieran representados como cultura en una gran escultura monolítica. Las grandes culturas que nos dan el origen del pensamiento o de las versiones múltiples de la ciencia, esencialmente amaban los monolitos y amaban la escultura monolítica monumental. Creo que en nuestro ADN como humanos sabemos perfectamente que eso sigue allí. Encontrarte con una pieza monumental que te dice en silencio cosas de ti mismo, del pasado cultural que compartimos todos. Además, como humanos sabemos que lo monumental nos sigue emocionando, nos sigue gustando, nos sigue involucrando.