Pensar en los mosaicos italianos o, en general, mediterráneos, es pensar en las intricadas decoraciones en las villas grecorromanas y en los muros con representaciones mitológicas y religiosas.
En este sentido, el mosaico es un arte milenario que ha dejado una huella indeleble en la historia de la humanidad.
No obstante, no es una técnica perdida o aislada. Por el contrario, ha pasado por muchísimas transformaciones y aun hoy es posible encontrar diferentes tipos de mosaicos según el país, la región, el material o el uso.
Quizás uno de los más icónicos es el mosaico de vidrio, utilizado de manera cotidiana en la decoración de baños y exteriores, pero que bajo la visión de algunos artistas y diseñadores es la piece de resistance para sus obras.
En un rincón de Vicenza, Italia, se encuentra una de las galerías más importantes del mundo que exhibe, precisamente, piezas únicas realizadas con mosaicos de vidrio por diseñadores y artistas de distintos países.
Con exposiciones temporales y una colección permanente de obras realizadas con mosaicos de vidrio, la Fundación Bisazza parece un escenario sacado de Alicia en el país de las maravillas, con sillas gigantes, espacios coloridos y figuras que desafían la percepción a través del minucioso uso de teselas.
Para Rosella Bisazza, directora de comunicación de la fundación, la galería es una manera de ver cómo los artistas “tienen una visión que nosotros no y pueden mostrar cómo usar mosaicos de formas sorprendentes. Pueden usarlos para denotar opulencia, para ser minimalistas, para que haya una función arquitectónica; nos sorprende muchísimo la fantasía y la variedad de resultados”.
Además, declara entre risas, “los visitantes entienden que los mosaicos pueden hacer más que solo decorar nuestros baños”.
En la colección permanente hay obras de artistas y diseñadores como los españoles Patricia Urquiola y Jaime Hayón; el fotógrafo japonés Nobuyoshi Araki; el holandés Marcel Wanders; el arquitecto británico John Pawson; el artista estadunidense Richard Meier; y los italianos Ettore Sottsass, Sandro Chia, Mimmo Paladino, Fabio Novembre y Emilio Pucci.
Destaca la obra de Alessandro Mendini, quien además de dirigir la marca Bisazza en los noventa fue el creador del famoso Sillón Proust. De hecho, en la fundación se exhibe una versión monumental del sillón decorado minuciosamente con mosaicos de vidrio.
Otras obras monumentales exhibidas son Amelie, un mural de 24 metros realizado por Pucci; y By Side, una serie de biombos metálicos asimétricos creados por Urquiola.
Igualmente, hay dos automóviles BMW Mini cubiertos con mosaicos; uno de ellos está colgado de una de las paredes de la fundación y otro, más casual, está estacionado dentro de una de las salas.
Por su lado, Hayón creó una instalación llamada Jet Set y que puede ser descrita como una versión irónica de un avión privado, pues además de darle un aura de lujo y surrealismo con mosaicos plateados y negros, posee un sillón circular en el medio, en el que el propio artista español imagina “a una pareja de amantes bebiendo champán”, como si se tratase de alguna escena hollywoodense.
Arte vivo
La realidad es que el trabajo de Bisazza es el resultado de un proceso histórico que inició hace miles de años; si hoy es posible encontrar mosaicos adornando sitios como el interior del Nuevo Museo de Arte Contemporáneo, en Nueva York, o el Museo de Groninga, en Países Bajos, es porque la cultura romana consiguió perfeccionar la técnica proveniente de la Grecia clásica.
En aquel entonces —e incluso ahora— se utilizaba principalmente para decorar villas, baños, templos y edificios gubernamentales. Sin embargo, su verdadero auge llegó durante el periodo bizantino, cuando se convirtió en una forma de expresión artística de gran relevancia. De hecho, los mosaicos italianos más famosos a menudo representan escenas bíblicas, figuras sagradas o eventos históricos importantes.
Durante la Edad Media los mosaicos italianos adornaron las iglesias y catedrales de todo el país, convirtiéndose en una manifestación visual de la fe y la espiritualidad. Estas obras maestras artísticas no solo embellecieron los lugares de culto, sino que también transmitieron mensajes religiosos y narrativas bíblicas a una población mayormente analfabeta.
En la antigüedad romana se utilizaban principalmente piedras naturales y mármol, mientras que en la época bizantina se introdujo el uso extensivo de vidrio para crear mosaicos más coloridos y luminosos; el mismo que Bisazza ahora crea y exhibe.
La época renacentista marcó otro hito en la historia del mosaico, con artistas como Giotto y Rafael incorporando esta técnica en sus obras maestras. Durante este periodo los mosaicos adornaron palacios, villas y jardines, convirtiéndose en símbolo de poder y riqueza.
Una de las técnicas más conocidas es el opus tessellatum, que consiste en la disposición meticulosa de pequeñas piezas de piedra, mármol, vidrio o cerámica (llamadas teselas) sobre una superficie para formar una imagen o patrón. Esta técnica requiere un dominio preciso de la colocación de las teselas para crear efectos visuales impresionantes y duraderos.
La importancia del mosaico italiano radica en su capacidad para capturar la esencia de una época y transmitir la riqueza cultural y espiritual de Italia a lo largo de los siglos. Cada tesela cuenta una historia y refleja la maestría técnica y artística de sus creadores; su importancia perdura no solo como una forma de embellecimiento arquitectónico, sino también como un testimonio vivo de la rica historia y la creatividad continua de Italia.
Actualmente el mosaico continúa siendo una forma de arte vibrante y relevante, con artistas contemporáneos reinterpretando esta antigua técnica para expresar ideas y emociones modernas; desafiando los límites de la funcionalidad, la belleza y la ironía; produciendo obras que parecen salidas de cuentos fantásticos o de películas de acción.