A los que amamos el cine este filme nos tocará fibras sensibles. Dirigida por el director indio Pan Nalin, cuenta la historia de Samay, un niño cuyo amor por el séptimo arte despierta inesperadamente y a medida que descubre el arte de la proyección de películas su comprensión de este trabajo y su habilidad para contar historias se desarrollan.
La cinta captura el encanto y la grandeza del cine, guiándonos en un viaje sentimental y conmovedor.
La historia comienza cuando Samay va al cine a ver una película religiosa, la única permitida por su padre. En esa oscura sala de cine las luces y las imágenes en movimiento impresionan al niño, quien llega a hacer un trato con el proyeccionista para aprender sobre la proyección de películas.
Es emocionante ver cómo la película muestra de manera fascinante la forma en que la luz y las bobinas de la película se combinan para crear la ilusión del movimiento y la narración de historias.
Nalin utiliza dos capas narrativas. Por un lado, cuenta una historia casi autobiográfica de su propio amor por el cine; y, por otro, utiliza diferentes aspectos técnicos de la realización cinematográfica para transmitir su fascinación por este arte.
El realizador captura la perspectiva de Samay a través de imágenes vívidas, como mirar a través de una botella de cristal verde, que abren nuevos paisajes bajo una luz totalmente nueva. Además, muestra la cocina de la madre del pequeño con precisión, amor y dedicación, transmitiendo el sentimiento de comodidad y felicidad asociado al cine.
Impactante
Si bien puede haber cierto sentimentalismo en la historia, las elecciones narrativas de Nalin ayudan a la película a trascender los ritmos tradicionales y a crear una experiencia visual impactante.
Aunque La última función de cine tiene sus defectos, como la falta de abordaje profundo de temas como las políticas de castas y clases, logra transmitir una carta de amor sincera y honesta al cine. La película utiliza el juego de luces y la yuxtaposición visual de las películas con la comida para crear una sensación de felicidad y comodidad. Además, se destaca la dedicación y el trabajo de los niños en la cabina de proyección, mostrando su inocencia y su papel como vanguardia del cambio en el mundo del cine.
En resumen, La última función de cine es una película que cautiva con su emotiva historia de amor por el cine. Aunque tiene algunos defectos y tiende más hacia el aspecto de fábula, logra transmitir de manera efectiva la grandeza y el encanto del cine a través de sus imágenes y narrativa. Esta película es una oda a los pilares del cine del pasado y una reflexión sobre los cambios en la narración de historias a través del cine, asegurando que su intemporalidad cultural permanezca intacta.