MALINCHE: LA MUJER QUE FORJÓ PUENTES ENTRE DOS MUNDOS

Martha Mejía
Cultura
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Malinche

Su capacidad para adaptarse a un entorno en constante transformación la consolidó como una figura clave para comprender nuestras raíces.

En la historia de México, antes de que existiera como país, una mujer fue capaz de sobreponerse y adaptarse a dos universos dominados por hombres. Su inteligencia y astucia la hicieron vencer obstáculos que parecían imposibles. Con coraje se enfrentó a jefes y gobernantes de dos mundos, a dioses y emperadores inalcanzables y consiguió hacerse indispensable y admirada por todos.

Sin embargo, el tiempo convirtió su vida en un enigma. Muchos años después de su muerte persistió el mito de la traición que la marcó, transformando su nombre en sinónimo de ultraje. Esta visión errónea eclipsó la figura de una mujer extraordinaria.

“Doña Marina es puente, es vínculo, es piedra fundacional de nuestra historia. Rechazarla es rechazarnos a nosotros mismos”, dice a Vértigo Isabel Revuelta Poo, historiadora y autora de Hijas de la Historia.

Con motivo del estreno del musical Malinche, que se presentará el 28 de marzo en el Frontón México, Revuelta destaca la importancia de revalorar la figura de este personaje esencial en la historia de nuestro país.

Entender a Malintzin

Para comprender a este personaje es crucial tener en cuenta el contexto en el que vivió, pues en las sociedades prehispánicas las mujeres estaban completamente sometidas por los hombres, era el rol que les tocaba.

“En el mundo prehispánico la mujer ocupaba un rol subordinado. No había equidad, ni igualdad, ni democracia. Tendemos a idealizar esa época, influenciados por una narrativa del siglo XIX que condena lo español mientras exalta de manera absurda a las sociedades prehispánicas como si fueran democracias actuales. Ver el pasado con los ojos del presente es un error”, explica Revuelta Poo.

Malintzin nació cerca de lo que hoy es Coatzacoalcos, Veracruz, en una cultura de raíces olmecas llamada popoluca. Cuando su madre no pudo pagar el tributo exigido por los mexicas, que incluía tanto cosechas como personas para sacrificios, Malintzin fue entregada como tributo.

Más tarde volvió a ser vendida a otros comerciantes de Tabasco, con los que aprendió el maya; y estos se la ofrecieron a Hernán Cortés con otras 20 esclavas como regalo.

“Su verdadero nombre es desconocido; nunca sabremos cómo la llamaron sus padres. En el mundo prehispánico los nombres no eran fijos; cambiaban a lo largo de la vida de la persona. Cuando Cortés la bautiza, le otorgan el nombre de Malinali, que se convierte en Marina en castellano”, explica la historiadora.

La “r” de Marina no se pronunciaba en lengua indígena, por lo que el nombre se convirtió en Malintzin —la terminación “zin” como un gesto de cariño y respeto—. “Debemos entender que estamos hablando de una mujer brillante, que sobresale de entre muchísimas personas por la siguiente característica: es políglota”.

Agrega que “su lengua materna de origen olmeca era el popoluca, pero cuando los mexicas conquistaron esos pueblos aprendió náhuatl, la lengua de los conquistadores. Posteriormente fue vendida a los mayas chontales, con quienes aprendió otra lengua: el maya chontal. Cuando Cortés la encuentra, ella ya hablaba tres lenguas”.

Hijas de la Historia

Punto clave

El mito de que los mexicas pensaron que los españoles eran dioses duró poco. Al verlos sangrar, enfermar y sufrir, comprendieron que eran mortales.

Moctezuma, el tlatoani mexica, intentó disuadir a los conquistadores para que regresaran al mar, enviándoles regalos. Sin embargo, estos solo alimentaron la ambición de los españoles.

Revuelta Poo relata que en 1519, cuando Cortés llegó a lo que hoy es México, la expedición de Juan de Grijalva había arribado dos años antes, en 1517. Los mayas repelieron esa incursión, dejando dos sobrevivientes: Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar. Guerrero, tras ser capturado, se integró a la cultura maya, incluso casándose con una mujer maya y teniendo hijos. Cuando llegó Cortés, Guerrero ya se oponía a él, defendiendo su nueva identidad.

Por su lado, Jerónimo de Aguilar (fraile o monje español), permaneció fiel a su origen y a la religión católica, convirtiéndose en traductor de Cortés gracias a su conocimiento del maya chontal, que aprendió mientras era prisionero.

Sin embargo, cuando llegaron los emisarios de Moctezuma los españoles descubrieron que Aguilar no entendía náhuatl, lo que representó un grave obstáculo.

“Es aquí cuando entra en escena Malintzin, quien a pesar de ser esclava decide tomar un paso adelante. Malintzin comenzó a traducir entre lenguas y entre dos mundos. Sin ella, la comunicación con Moctezuma habría sido casi imposible”, explica Revuelta Poo.

De esta forma Malintzin no solo se convirtió en el puente lingüístico, sino en una pieza fundamental de la conquista. Su habilidad para hablar varios idiomas le permitió ganar la confianza de Cortés, quien la mantuvo a su lado durante toda la expedición.

Símbolo de resistencia

Lo que hizo Malintzin fue adaptarse a las circunstancias con una notable inteligencia, astucia y un admirable instinto de supervivencia. Según reflexiona Revuelta Poo, “ella entendió que la conquista era desigual y que si no se sometía no tendría posibilidades de sobrevivir. No estaba del lado de los mexicas, pues no lo era; había sido vendida, y rápidamente comprendió que el futuro de su mundo estaría determinado por los españoles”.

La especialista apunta que durante el siglo XIX, en el proceso de independencia de México, la figura de Malintzin fue distorsionada. “Se aborrecía lo español, pero al hacerlo se negaba lo que somos: una mezcla de culturas, una amalgama de influencias”, comenta.

La historiadora también subraya que la leyenda negra hacia los españoles recayó sobre una mujer, porque “siempre se ha asociado a la mujer con lo pecaminoso, con la Eva que incita al pecado, a la destrucción, al mal”.

En 1895 el término “malinchismo” apareció por primera vez en una obra anónima que trataba sobre la traición y la leyenda negra, pero no hacía justicia a esta mujer increíblemente fuerte. “Esa idea absurda de pensar que Malintzin era una mujer moderna del siglo XX o XXI, que tenía la libertad de actuar como tal, que traicionó, que abrió la puerta al enemigo, es una visión simplista e ignorante”, puntualiza la escritora.

Afortunadamente, apunta, en las últimas décadas, especialmente con el avance del feminismo, la figura de Malintzin ha sido revalorizada. Hoy se la reconoce no solo como un símbolo de resistencia, sino como una mujer poderosa que, tras ser vendida como esclava a los doce años, regresó a su tierra natal, se casó para protegerse y fue respetada por la sociedad. Cortés le otorgó tierras en la región de Coatzacoalcos, las cuales legó a sus hijos.

En este contexto, la historiadora destaca que el musical Malinche contribuye a resignificar la figura de esta mujer que, lejos de ser una traidora, fue una superviviente y una pieza clave en la historia de México.

Su historia, su inteligencia y su habilidad para adaptarse a un mundo en transformación la convierten en un personaje único, cuyo legado es fundamental para comprender nuestras raíces.