LA MARAKA: ICONO DEL ENTRETENIMIENTO CAPITALINO

“Es el último lugar que queda con licencia de cabaret de primera categoría”.

Alejandra Moncada
Cultura
La Maraka

En el corazón de la Ciudad de México se encuentra La Maraka, un establecimiento con 69 años de historia que ha pasado por varios nombres y sigue siendo un pilar de la tradicional vida nocturna en la capital: desde su fundación en 1955 ha sido testigo de innumerables eventos que dejaron huellas imborrables en la escena artística y musical del país.

A lo largo del tiempo su oferta de entretenimiento evoluciona. Durante varios años fue conocido como el Palacio de la salsa, pues alojó a grandes artistas como Celia Cruz, Óscar D’León, Frankie Ruiz y Héctor Lavoe, entre otros.

En la actualidad el recinto ofrece conciertos musicales de todos los géneros, como pop, rock y balada romántica, lo que permite que el público se acerque a artistas emergentes.

Estos eventos no solo consolidan su reputación como uno de los mejores lugares para disfrutar de espectáculos en vivo, sino que también permiten que generaciones de mexicanos se conecten con su herencia musical y cultural.

Asimismo, desde hace 17 años ofrece a los amantes del baile un espacio para perfeccionar su técnica o iniciarse en el mundo de la danza. Los días de clases son lunes y martes; y una vez al mes se realiza el tradicional bailongo, para que los estudiantes demuestren lo aprendido, aunque en realidad todos son bienvenidos para “raspar el huarache”.

Conocido primero como Salón Margó, cambió su nombre a Maxime; y cuando el lugar llegó a manos de Ernesto García Chaires, hace 40 años, fue bautizado como La Maraka.

El nieto de Chaires, Ernesto García Palacios, es el actual director del centro de espectáculos y sobre los cambios que ha tenido la cartelera dice a Vértigo: “Mi abuelo murió a los 90 años y yo hace tres años empecé a meterle mano al salón. Él todavía vivía cuando yo entré, pero yo no conozco mucho de salsa; entonces, me fui con otros artistas más locales. Sí hemos hecho mucho de salsa, pero estamos apostando más por artistas mexicanos”.

García decidió agregar más géneros musicales por cuestiones como el presupuesto: “El lugar no me da para pagar todo lo que conlleva un concierto con la magnitud de traer artistas increíbles de salsa”. Asimismo, tuvo que enfrentar el desafío que representó la pandemia de Covid-19: “La delegación nos dijo que lo último que iba a estar permitido serían los bailes; y por la necesidad de mantenernos trabajando empezamos a hacer cena-show; sacamos una licencia de restaurante”.

De esta manera comenzó una nueva etapa en la historia de La Maraka como centro de espectáculos. Hasta ahora ha presentado a artistas como Susana Zavaleta, Carlos Cuevas, Dulce y Fernando Delgadillo. Este concepto de cena-show ofrece la oportunidad a los asistentes de tener más cercanos a sus cantantes favoritos.

Invención musical

García Palacios cuenta un poco la historia de este magno recinto y lo que significa para él.

—¿Cómo fue que el lugar llegó a manos de su abuelo?

—Fue casualidad. Mi abuelo era mecánico. En algún momento empezó a hacer importaciones de refacciones cuando no había todavía acuerdo de libre comercio, así que le fue bastante bien; era el único que estaba trayendo mercancía de Estados Unidos. Él era amigo de un reportero que se llamaba Matarili y él le dijo del lugar, que estaban vendiendo el salón. Los dos iban a comprarlo, pero a la hora de firmar su amigo le dijo que mejor se echaba para atrás porque no quería poner en riesgo su amistad. Mi abuelo era de esa vieja escuela que no se echa para atrás, no se rajó y le entró sin saber nada de espectáculos. Él creció en Tepito y ahí está mucho el gusto por la salsa. Entonces, le fueron trayendo artistas, lo invitaron a sociedades y el salón se hizo muy conocido como el Palacio de la Salsa. Estoy hablando de que venían Celia Cruz, Willie Colón, Gilberto Santa Rosa… todos los salseros grandes pasaron por aquí.

—¿Por qué cambiar el concepto de la cartelera y del propio recinto?

—Por necesidad. El salón funcionaba como salón de baile en un perfil ya bastante bajo, porque no se usaba mucho para salseros. Los que podían venir tenían tarifas muy altas. Llegó la pandemia y decidimos contratar a artistas de diferentes géneros. Y funcionó. Ahorita ya la mayoría de los conciertos son de géneros ajenos a la salsa, pero sí tengo intención de mantener artistas de una talla como la del Auditorio Nacional o del Teatro Metropolitan y presentarlos aquí en un formato íntimo.

—¿Cómo ha sido la recepción del público?

—Hay de todo. Hay gente que no le gusta; pero hay gente que me dice: “No vuelvo a ir al Auditorio o al Metropolitan: si no es así de cerca, ya no los quiero ver de otra manera”; lo cual es una presión porque necesito traerles a artistas que les gusten. También es una lucha contra el público de decir: “Ya no somos salón de baile, somos centro de espectáculos; ya puede venir Kabah, Aleks Syntek, Dulce, etcétera”. Quitamos la pista de baile; se usaba mucho eso de usar mesas de diez personas para los eventos de salsa y ahorita ya usamos de cuatro. Nos hemos ido reinventado, haciéndonos de mobiliario y evolucionando conforme el concepto lo amerita.

—¿Qué representa para usted La Maraka?

—Desde que estaba en la preparatoria sabía que quería hacer conciertos. Y en estos tres años que he tenido la administración siento que ya sobrepasé esa visión que en algún momento tuve. Para mí es diario comenzar a vivir mi sueño, diario construirlo. Sí ha sido una aventura muy divertida, muy laboriosa. Van tres años, pero siento que llevo aquí mucho más.

La Maraka es más que un simple lugar de conciertos: es un símbolo de la rica herencia cultural de la Ciudad de México y un testimonio de la vitalidad artística de su gente. Con su compromiso con la excelencia y la innovación, sigue siendo un referente indispensable en la oferta cultural de la capital, reafirmando su importancia como un santuario de la música y la cultura en México.