CON ELLAS HABLAN, POLLEY SE SUMA A UNA NECESARIA CONVERSACIÓN

“Nada disminuye la gravedad del drama”.

Francisca Yolin
Cultura
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La novela Ellas hablan, de Miriam Toews, se inspira en los sucesos que salieron a la luz en una colonia menonita boliviana en 2009, cuando se descubrió que un grupo de hombres violó a más de 100 niñas y mujeres de su comunidad. Durante mucho tiempo los líderes de la comunidad atribuyeron estos misteriosos ataques a la obra de espíritus malignos.

Tanto la novela como ahora la adaptación cinematográfica de Sarah Polley, magníficamente interpretada, evitan escrupulosamente mostrar los ataques en sí. Lo importante es qué harán las mujeres en respuesta.

Al comienzo de la película los hombres acusados han sido encarcelados en un pueblo cercano y los demás hombres de la comunidad —cómplices en espíritu, si no en acción— han ido a pagarles la fianza, dejando atrás a las mujeres.

La película no menciona el escenario, como si quisiera sugerir que esta historia, rodada con actores angloparlantes, podría tener lugar en cualquier parte. Así que desde el principio hay una sensación de abstracción, algo que Polley acentúa rodando en una paleta casi monocroma: ni blanco y negro ni sepia. La mayor parte de la película transcurre en el pajar de un granero donde se han reunido ocho mujeres. Han sido elegidas para decidir qué decisión tomarán ellas y las demás mujeres de la colonia.

Algunas de las mujeres creen que deben perdonar a los hombres, de acuerdo con sus estrictos valores cristianos. Otras insisten en castigar a sus agresores. Y las ancianas del grupo intentan mantener la paz a medida que las discusiones suben de tono.

Conmovedora

A veces, Ellas hablan puede parecer teatral, pero nunca resulta estática. Los debates son fascinantes, sobre todo porque Polley los rodó y editó para que parezcan lo más dinámicos posible. Nada disminuye la gravedad del drama o el impacto de las interpretaciones, especialmente la de Rooney Mara como Ona. Ella, embarazada a causa de una violación, propone una tercera opción radical: ¿Y si las mujeres abandonan la colonia y a los hombres y empiezan una nueva vida en otro lugar?

Conforme se desarrolla, la película traza un retrato de mujeres que más allá de las violaciones solo han conocido vidas de opresión. A ninguna de ellas se le enseñó a leer ni a escribir. A medida que la idea de marcharse cobra fuerza, el debate se intensifica: ¿Cómo sobrevivirán en el mundo exterior? ¿Deberán llevarse a sus hijos pequeños? ¿Su ida les impedirá cumplir con su deber de perdonar a los hombres o solo si se van podrán plantearse el perdón?

Es obvia la resonancia contemporánea de una historia que responsabiliza a los maltratadores, aunque sería reduccionista describir Ellas hablan como un drama menonita #MeToo. A muchos no les gusta el final, pero es muy posible que, en cierto modo, Polley lo haya planeado así. Ellas hablan llega a una resolución profundamente conmovedora, pero también sabe que la conversación apenas comenzó.