ANTONIO ORTUÑO Y EL VALOR DE LA CRÓNICA CONTEMPORÁNEA

Cultura
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Antonio Ortuño

Para el escritor y periodista Antonio Ortuño la labor del cronista consiste en atestiguar, pues la narración depende enteramente de vivir y experimentar el hecho de la forma más directa posible.

Y aunque hay autores como Juan Villoro, Martín Caparrós o Leila Guerriero que se han consagrado en la crónica, la digitalidad ha transformado la forma en que los lectores se relacionan con libros y autores.

A finales del año pasado la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) publicó el sexto tomo de Crónica, una serie de antologías dedicadas a recoger lo mejor del género en nuestro país. Ortuño fue el encargado de compilar y curar cada uno de los textos que conforman el libro, algo que lo llevó a explorar temas distintos a los que solían publicarse (crónicas sobre migración, violencia o de coyuntura).

La música, el delito, la sexualidad, las mascotas, la ludopatía… todas encuentran un espacio de reflexión en Cronica 6 a través de la mirada sugerente de los cronistas. “Una crónica, pues, significa verdad, al menos hasta donde la mirada del cronista sea capaz de rastrearla; y también involucra estilo, lengua, color”, detalla el compilador.

Así, por ejemplo, Claudia Duclaud aparece en el libro con un texto sobre los hoteles swingers; Carlos Velázquez relata un viaje en el que sigue la gira musical de una banda; y Nazul Aramayo cuenta sus experiencias sobre Torreón, Coahuila, como un espacio para la cumbia y el baile.

“Si salimos un poco de ese espíritu absoluto de crónica de coyuntura podemos encontrar muchas otras facetas de la realidad que son actuales, que son interesantes y que todos sabemos que están ahí, pero a veces no las conocemos con detalle”, dice Ortuño.

Curiosa clandestinidad

En entrevista con Vértigo Ortuño comparte algunas de sus ideas sobre el presente de la crónica y sobre la labor del cronista como relator de la realidad.

—En su opinión, ¿cómo ha evolucionado la crónica en la era digital y de las redes sociales?

—La digitalidad ha ido matando lentamente al papel y ahora el papel, al menos en los medios de comunicación, pareciera estar en una etapa casi terminal. A principios de siglo un periódico bien establecido podía tener 100 páginas y además suplementos, que a veces eran muy robustos y donde podían aparecer textos de muy largo aliento —a veces entrevistas, reportajes, desde luego crónicas—; y esto ha cambiado completamente. Se ha orillado a la crónica a esa especie de “curiosa clandestinidad”, a manifestarse en otras formas dentro de la red; con gente abriendo páginas, abriendo blogs, utilizando sus redes para mover sus propios materiales de crónica y para encontrar alguna especie de espacio que no se está dando en los medios.

Aunque la digitalización ha llevado a que se publiquen menos suplementos escritos en los medios, agrega, también está sirviendo para “hacer otro tipo de incursiones. La crónica es un género híbrido que tiene un pie en la literatura y otro en el periodismo; y hay ejemplos de ambas tendencias. Es verdad que la crónica literaria está casi completamente refugiada en las redes desde hace tiempo, porque los espacios son muy pocos y porque además es cierto que hay una hegemonía de las temáticas más coyunturales, más políticas e incluso deportivas”.

—El volumen se caracteriza por su humor e ironía. ¿Qué papel juegan estos elementos en la crónica contemporánea?

—Sí, son elementos que ciertamente están ahí. La crónica nos da oportunidad de ver las cosas con distancia. Incluso cuando nos ocurren a nosotros, al momento de escribirlas estableces una distancia. Y esa distancia, esa perspectiva, en ocasiones genera un efecto de ironía en el texto y en la mirada. Porque, claro, una vez que ya pasó y ya te tiraste del tobogán te parece divertido, aunque en el momento te dieras un santo ranazo e hicieras el ridículo. Pero la perspectiva y la distancia también pueden hacer cambiar algo que en su momento pareciese humillante o terrible; lo llevan a otra parte y lo revisan a través de la crónica.

En este sentido, Ortuño subraya que “hay muchos elementos disruptivos en estas crónicas y es algo que también tiene que ver con mi punto de vista como curador y con el punto de vista de los autores, pues ellos propusieron sus temas. Eso dio la posibilidad de que hubiera una multiplicidad, un mosaico de puntos de vista, desde textos más lúdicos y que juegan con una visión casi poética de la realidad, hasta textos muy periodísticos, muy bien articulados, como por ejemplo el de Only Fans con diferentes entrevistas, con viñetas, historias de vida, incluso datos y estadísticas; es decir, hay todo un mosaico porque también hay mucha variedad entre los propios autores, de edades, de procedencias geográficas y de todo tipo”.

—Para usted, ¿cuál es el verdadero valor de hacer y leer crónica?

—La crónica cumple una serie de funciones expresivas que no cumple ningún otro género, ninguna otra vertiente. Por eso existe. Por eso hay cosas que se dicen con la poesía, hay cosas que se dicen con la narrativa, hay cosas que se dicen con el ensayo y creo que la crónica tiene su espacio muy particular porque es el género con el que desde todas nuestras perspectivas, desde todos los estilos posibles, nos enfrentamos con la realidad inmediata, pero desde un punto de vista personal. Un poco la idea de la crónica y de este volumen fue asomarse a todos esos mundos no desde el prejuicio sino desde la curiosidad. Creo que la función de la crónica es esa: escudriñar la realidad de manera curiosa, no estableciendo juicios de valor previos, sino tratando de presenciar, experimentar, enterarse de las situaciones, abrir la mirada a esos mundos y ya después tratar de articular un discurso a partir de eso. Pero la curiosidad hacia delante.