Este 10 de abril la obra maestra del escritor estadunidense Francis Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby, cumple 100 años de su publicación, misma que capturó con encanto la esencia de los años 20 en Estados Unidos. Además de reflejar el esplendor y la decadencia de la llamada “Era del Jazz”, la obra también fue una ventana a los desafíos del sueño americano y a las profundas desigualdades socioeconómicas de la época.
Nacido en Minnesota en 1896, Fitzgerald mostró desde joven una inclinación por la literatura, al grado de comenzar a estudiar Teatro en la Universidad de Princeton, escuela que abandonó en 1917 tras unirse al ejército durante la Primera Guerra Mundial. Aunque nunca llegó al frente, esta experiencia influyó en su visión del mundo y en su escritura. En 1920 el autor publicó su primera novela, A este lado del paraíso, le siguió Hermosos y malditos en 1922 y tres años después, cuando el autor tenía 28, El Gran Gatsby.
La novela, inspirada en un romance que tuvo Fitzgerald con la socialité Ginevra King, sigue al joven millonario Jay Gatsby a través de los ojos de su vecino Nick Carraway, un egresado de Yale y veterano de la Gran Guerra. Gatsby, cuyo verdadero nombre es James Gatz, está profundamente enamorado de Daisy Buchanan, una joven casada de la alta sociedad.
A través de estos personajes, Fitzgerald explora temas como la obsesión, la identidad, la corrupción y la búsqueda del sueño americano. Además de que refleja las tensiones entre las diferentes clases sociales, pues Gatsby, aunque rico, es visto como un extraño o un intruso por la élite establecida, representada por personajes como Tom y Daisy Buchanan. Esta división entre “nuevos ricos” y “vieja aristocracia” pone de manifiesto las barreras invisibles pero insuperables de la sociedad de la época.
De hecho, según algunos testimonios, para Fitzgerald “toda la idea de Gatsby es sobre la injusticia de un hombre pobre incapaz de casarse con una mujer con dinero. Este tema surge una y otra vez porque yo lo viví”; una clara referencia a su amorío con King.
La novela pasó por muchas fases de escritura y, en realidad, su título original era Trimalción en West Egg. El título que todos conocemos fue una sugerencia del editor Max Perkins y, aunado a esto, la portada de su primera edición contó con la obra Celestial Eyes del artista catalán Francis Cugat. El título, el contenido y la propia portada ahora son consideradas como algunos de los elementos más representativos de las novelas norteamericanas, aunque en 1925 la obra no gozó de un gran éxito.
Inclusive Fitzgerald falleció en 1940 creyendo que su obra había caído en el olvido. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial la novela fue distribuida entre los soldados estadunidenses, lo que contribuyó a su redescubrimiento y eventual canonización en la literatura estadounidense.
Legado
Hay muchísimos elementos de El Gran Gatsby que aún son relevantes: no solo es un testimonio del destino de la Generación Perdida, sino que su crítica al sueño americano, su historia de amor trágico, su retrato del aspiracionismo y hasta el simbolismo de la luz verde al final del puerto siguen siendo motivo de lectura y escritura.
Dramaturgos, cineastas, raperos, escritores y hasta animadores han tomado inspiración de la novela de Fitzgerald para dar forma a sus propias obras. Aunque en 1926 se realizó la primera adaptación de El Great Gatsby a la pantalla grande, destacaron más sus versiones de 1949, protagonizada por Alan Ladd; la de 1974, con Robert Redford; y la de 2013, dirigida por Baz Luhrmann y protagonizada por Leonardo DiCaprio.
Más aún, la influencia de la novela comenzó a percibirse en la década de los 40 como una suerte de comentario, reflexión y crítica al hombre moderno. La vida de Gatsby era símbolo de alienación, de aspiración y de deseo por lo otro. Por lo anterior y por el sentido del absurdo ligado a la muerte, puede considerarse como una obra precursora de El extranjero de Albert Camus y de El guardián entre el centeno de J.D. Salinger. Esta figura misteriosa, existencial y nostálgica también llegó a aparecer en historietas como Peanuts, donde el famoso personaje Snoopy tiene un alter ego llamado Scott Fitzgerald Hero que, como Gatsby, usa corbatín y trata de aparentar ligereza y desinterés.
En programas de televisión, la novela ha sido referenciada por South Park, The Simpsons, Family Guy, Seinfeld y hasta Saturday Night Live. En todas, la obra es casi un paradigma de lujo, educación, romance y tragedia; algo paradójico pues más allá de ser una celebración de ese estilo de vida es una crítica mordaz a la riqueza desmedida y a la superficialidad de la sociedad.
Musicalmente, el filme de 2013 demostró que para entender a Gatsby y la época de nostalgia y excesos era necesario entender la música. El soundtrack estuvo compuesto por una serie de hits interpretados por Lana del Rey, Beyoncé, Florence and the Machine, Jay-Z, entre otros. Más aún, en 2002 el director Christopher Scott Cherot adaptó la novela a un contexto hip hopero, donde G, interpretado por Richard T. Jones, debe ganar de vuelta al amor de su vida.
Todo lo anterior es muestra de que El Gran Gatsby logró convertirse en una suerte de mito y arquetipo: en su historia se reflejan las aspiraciones, contradicciones y desafíos de la sociedad contemporánea. Aunque lo que entendemos por lujo ha cambiado, seguimos viviendo en una época de materialismo desenfrenado, de búsqueda insaciable de estatus y riqueza. A 100 años de su publicación, la novela de Fitzgerald continúa adaptándose y resonando en distintos contextos culturales; todavía es una ventana a las estructuras socioeconómicas y a la naturaleza humana.