Académico, novelista y ensayista, Arturo Fontaine ofreció el 29 de mayo un recorrido por la política chilena de los últimos años mediante una charla intitulada Democracia y desarrollo: las volteretas de Chile, como parte del ciclo Primavera X la Libertad que organiza la Universidad de la Libertad (UL).
El punto de partida fue el estallido social de 2019, que se dio por el alza de 800 a 830 pesos chilenos en el pasaje del Metro, por el que los estudiantes invitaron a saltarse los torniquetes y mucha de la población siguió su ejemplo.
Fontaine remarcó al respecto: “Rápidamente corrió el slogan ‘no son 30 pesos, son 30 años’; es decir, los años posPinochet en que había gobernado por cinco periodos presidenciales la centroizquierda”.
Así fue como el 18 de octubre de 2019 se quemaron íntegramente en Santiago de Chile “siete estaciones del Metro de forma simultánea; otras 18 estaciones fueron incendiadas parcialmente; y 93 quedaron con perjuicios. Resultó dañada 87% de la red. El transporte más utilizado por la población no podía servir entonces más que a 180 mil personas, siendo que originalmente contaba con un millón de usuarios”, afirmó el conferencista.
Un día después, el 19 de octubre, el entonces presidente Sebastián Piñera se vio forzado a ceder y anunció la suspensión del alza en la tarifa del Metro. Sin embargo, esto no calmó la furia de la sociedad chilena: “Ardieron iglesias, supermercados —que también fueron saqueados—, farmacias, bancos y hasta el Museo de Violeta Parra y una sede universitaria”.
Se transmitió la sensación de impunidad. “Si se había quemado el Metro y ni siquiera había responsables, ya todo era posible. La policía era impotente. El Estado dejaba un vacío. En situaciones así, de anonimato e impunidad, se desata la violencia y el saqueo”, puntualizó Fontaine.
Pero con el fuego vino también la esperanza de una renovación, así como una puerta a la derogación del neoliberalismo. El Frente Amplio (FA) entró entonces a escena con un llamado a la población que promovía la esperanza de una nueva Constitución.
Unos años después, en 2022, con el gobierno de Gabriel Boric la sociedad ya estaba más bien desencantada y se rechazó la idea de una nueva Carta Magna, aunque sí tuvo modificaciones: “De ser una Constitución bastante rígida, pasó a ser bastante flexible. Esta facilidad para modificar la Constitución nunca existió antes en Chile: es una voltereta chilena”, puntualizó el conferencista.
Pareciera que lo que antes era el sueño prometido se convertía en realmente eso: un sueño y no una realidad. ¿Pero entonces cuál era el verdadero descontento de los chilenos? Fontaine habló sobre la principal causa del malestar: “Se dice que es la desigualdad, pero creo que hay que reinterpretar ese malestar. Por supuesto, sus causas son múltiples y la desigualdad en Chile es gigantesca, pero no va en aumento. En cuestiones educativas, por ejemplo, el porcentaje de jóvenes con educación universitaria ha crecido”.
Y afirmó: “Con todo, la desigualdad misma no ha aumentado, incluso había disminuido. Entonces no parece que la desigualdad haya sido el factor. Lo que pasó a partir de 2014 es que Chile dejó de crecer económicamente: fue la gran ruptura. El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita chileno se estancó. Y la población se había acostumbrado al crecimiento económico y lo daba por sentado”.
Añadió que el desarrollo económico es fundamental para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, reducir la pobreza y desigualdad, fomentar la estabilidad social y política, y fortalecer la posición del país en la economía global. Estos beneficios crean un círculo virtuoso que promueve un desarrollo humano sostenible y una mayor prosperidad para todos.
Para finalizar con el aspecto chileno, Fontaine sostuvo que “hoy las figuras de izquierda están por debajo y la figura favorita es la centroderecha. A mí me parece que las prioridades políticas que hoy emergen son seguridad; crecimiento económico sostenible y sano desde el punto de vista ecológico, y educación”.
Crisis mundial
Chile no es ni el primero ni el único país en tener problemas con un gobierno de izquierda. Fontaine enlistó a una serie de gobernantes populistas que actualmente se encuentran al frente de un país. “Hugo Chávez en Venezuela, Nayib Bukele en El Salvador, Narendra Modi en India, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Vladimir Putin en Rusia, Viktor Orbán en Hungría tienen mucho en común: llegaron al poder ganando elecciones, respetan la letra de la ley, son comunistas y autoritarios”.
Y puntualiza: “Esta es la gran amenaza en todas las democracias del mundo hoy. El peligro no es ya la bota militar o la dictadura de origen revolucionario, sino una figura con rasgos de cesarismo”.
Posteriormente, habló sobre el particular caso de Orbán, quien comenzó su carrera política buscando derrocar al gobierno comunista y unos años más tarde cambió de bando. El primer ministro húngaro está en su puesto desde 2010.
Agregó que alrededor del mundo se ha demostrado que los gobiernos populistas autoritarios pueden tener un atractivo inmediato para ciertos segmentos de la población debido a su retórica inclusiva y sus promesas de cambio. Sin embargo, su tendencia a centralizar el poder y socavar a las instituciones democráticas puede tener consecuencias negativas a largo plazo para la estabilidad política, la cohesión social y el desarrollo económico de un país.
El terreno en todo el continente latinoamericano parece desolador, en palabras de Fontaine: “Creo que América Latina no ha tenido buenos años. Lo que yo más temo es la figura del populista autoritario, que es un dictador legal, pero que no destruye la economía, es un capitalismo medio chueco. Ese es el gran peligro. El otro peligro es el tema del narcotráfico. Son másters internacionales y operan y se enriquecen. Al final ese dinero proviene de los consumidores de droga”.
Finalmente, el conferencista destacó: “También tenemos casos muy graves como los de Cuba o de Venezuela, y yo espero que no sea un camino a seguir por otros”.