José de Jesús Alfaro Siqueiros, mejor conocido como David Alfaro Siqueiros, es considerado como uno de los más destacados pintores mexicanos del siglo XX y forma parte de los tres grandes muralistas y exponentes de la llamada Escuela Mexicana de Pintura, junto con Diego Rivera y José Clemente Orozco.
Además, Siqueiros fue un apasionado activista político y su obra trascendió los límites de la pintura para involucrarse con la ideología revolucionaria y la lucha por los derechos de los oprimidos.
El pasado 29 de diciembre se celebró el aniversario 128 del natalicio del artista y el 6 de enero se cumplieron 51 años de su muerte.
Como parte de las conmemoraciones la Sala de Arte Público Siqueiros, en la Ciudad de México, y La Tallera, en Cuernavaca, Morelos, difunden el legado del artista entre diversas generaciones mediante la realización tanto de exposiciones temporales que exploran aspectos de su obra de caballete y la relación de esta con la obra mural, como de ciclos programáticos con base en planteamientos discursivos de murales del artista.
Siqueiros y Angélica Arenal, su esposa, fundaron La Tallera como escuela-taller el 20 de agosto de 1965 con el propósito de crear ahí, colectivamente, el mural La marcha de la humanidad en la Tierra y hacia el Cosmos.
Cuatro años después, el 29 de enero de 1969, el pintor abrió las puertas de la que fue su casa en la Ciudad de México para constituir la Sala de Arte Público.
Hijo de una familia de clase media, desde joven se inclinó por el arte y se inscribió en la Academia de San Carlos. Sin embargo, su camino artístico no se limitó a las fronteras nacionales, ya que para continuar su formación en 1921 viajó a Europa, donde tuvo la oportunidad de estudiar las tendencias más avanzadas de la pintura europea, especialmente el Renacimiento, el Impresionismo y el Cubismo. Esta experiencia le permitió formarse en una amplia variedad de técnicas y estilos que más tarde incorporaría en sus murales.
Durante sus años en Europa el pintor fue testigo de las tensiones sociales y políticas que se vivían en el Viejo Continente, lo que lo impulsó a involucrarse en causas políticas.
A lo largo de su vida Siqueiros se alineó con las luchas revolucionarias, particularmente en América Latina, y esto influyó profundamente en su trabajo como artista. En 1928 fue miembro fundador del Partido Comunista Mexicano y participó activamente en las luchas políticas y sociales de su tiempo.
Como militante revolucionario comprometido con sus ideales políticos, Siqueiros fue miembro de la Brigada Internacional que luchó al lado de los republicanos en España contra el fascismo en la década de los treinta del siglo XX. Su ideología comunista lo llevó a ser perseguido y encarcelado en diversas ocasiones y sus posiciones radicales fueron motivo de controversia en su tiempo. Sin embargo, su inquebrantable creencia en el poder transformador del arte le permitió mantenerse firme en sus principios.
Legado
El principal vehículo artístico mediante el cual Siqueiros dejó huella en la historia del arte fue el muralismo. Su estilo se caracteriza por una visión dinámica, una profunda carga emocional y un tratamiento innovador del espacio. A diferencia de los murales más tradicionales de sus contemporáneos, incorporó un sentido más dramático y monumental en sus composiciones, lo cual generaba una sensación de acción y de lucha.
Una de las características más innovadoras del trabajo de Siqueiros fue el uso de la técnica del “fresco” al aplicar pigmentos sobre paredes húmedas, lo cual permitía una integración profunda de los colores en la superficie, otorgando a las imágenes una gran intensidad visual. Además, desarrolló técnicas experimentales como la proyección de pigmentos y el uso de la pintura en aerosol, lo que lo hizo un precursor en la incorporación de tecnologías modernas al arte.
En total, el pintor realizó 37 murales, de los cuales 23 se encuentran en la Ciudad de México, ocho en diversos estados de la República y seis en el extranjero.
La geometría fue un elemento fundamental en sus composiciones, con la cual logró crear espacios pictóricos dinámicos y cinéticos.
Impulsado por su visión transformadora de la sociedad, desarrolló arte público, es decir, murales concebidos como una herramienta al servicio del pueblo.
Algunas de sus obras más destacadas son La marcha de la humanidad, que ocupa una superficie de cuatro mil 600 metros cuadrados de paneles articulados en el Polyforum Cultural Siqueiros y Del porfirismo a la Revolución, de cuatro mil 500 metros cuadrados, en el Museo Nacional de Historia. Además, sus obras Nueva democracia, Tormento de Cuauhtémoc y Apoteosis de Cuauhtémoc forman parte del acervo mural del Palacio de Bellas Artes.
Otro de sus murales más importantes es el que pintó en la Universidad Autónoma de Chapingo en 1936, donde se representa la relación entre los trabajadores del campo y la industria, marcando un vínculo con las luchas de los obreros y campesinos mexicanos. En este mural Siqueiros utiliza imágenes impactantes y una gran carga emocional para transmitir las tensiones sociales y los sacrificios de las clases populares.
El legado de Siqueiros es amplio y trasciende más allá de la pintura. Su obra muralista sigue siendo un testimonio del poder de la imagen como herramienta política y de la importancia de conectar el arte con los problemas sociales. Su capacidad para innovar en las técnicas y estilos del muralismo, al mismo tiempo que seguía fiel a sus ideales revolucionarios, lo ha consolidado como uno de los grandes artistas de la historia de México.
Si bien su nombre siempre estará asociado al muralismo mexicano, su legado también radica en la manera en que fue capaz de transformar el arte en una herramienta de lucha y conciencia social. Su mensaje sigue vigente, inspirando a futuras generaciones a ver en el arte no solo una forma de expresión estética, sino también como una manera de involucrarse activamente en la construcción de un mundo más justo.