EL DEBER POÉTICO DE FERNANDO VALVERDE

“Si la poesía no tiene como objetivo final la bondad no es poesía”.

Alejandra Moncada
Cultura
Fernando Valverde

Para Fernando Valverde, poeta, investigador, profesor y una de las voces más premiadas y reconocidas de la nueva poesía en español, la poesía —y la literatura en general— es una herramienta que sirve para reflexionar sobre la sociedad, cuestionar las normas y criticar injusticias.

Valverde es, en palabras de alrededor de 200 críticos pertenecientes a más de 100 universidades (Harvard, Oxford, Columbia o Princeton, entre ellas), “el poeta más relevante en lengua española nacido después de 1970”.

En mayo presenta sus dos novedades editoriales: el poemario Los hombres que mataron a mi madre y el primer tomo de la biografía de Lord Byron más completa en habla hispana. Con ambas obras busca la justicia.

Por una parte, Los hombres que mataron a mi madre es el último poemario de una trilogía compuesta por Los ojos del pelícano (2010) y La insistencia del daño (2014). En su más reciente libro se reúnen poemas en los que Valverde reivindica no solamente el valor de su madre, sino de todas las madres y todas las mujeres que en la actualidad y desde tiempos ancestrales han luchado contra un sinfín de abusos.

En entrevista con Vértigo comparte cuál es el deber de la poesía en la actualidad y su experiencia como escritor.

—¿Cómo surgió la idea de escribir los poemas que componen este último poemario?

—Necesitaba cerrar una experiencia muy trágica en mi vida. Mi madre enfermó hace más de una década, sufrió un derrame cerebral que le hizo perder parte de la memoria y la posibilidad de retener nuevos recuerdos, lo que se conoce como memoria a corto plazo. Eso impactó en mi realidad de forma definitiva y por eso escribí el primer libro, Los ojos del pelícano. Con el segundo libro, La insistencia del daño, muestro cómo la ausencia de memoria puede llegar a ser muy insistente, pues mi madre repetía siempre las mismas historias porque no recordaba que te las había contado hacía cinco minutos. Este último libro esconde sin duda una tragedia personal, pero quería cerrar el tema no ya de mi madre, sino de la madre en general, para poder liberarme de una tragedia, de una sombra que ha ocupado mi vida y mi obra y poder empezar a escribir sobre otras cosas.

Añade el escritor: “Creo que la experiencia de mi madre, el maltrato que puede haber sufrido, el abuso por parte de los hombres, es la historia de cualquier mujer; y cuando aparece la figura de la madre en el libro en realidad es un símbolo de cualquier mujer que ha tenido una experiencia que desgraciadamente es cotidiana: la discriminación, el abuso, el tener que estar pendiente de los hombres, estar siempre preocupada, de ser, como dice el libro, la tentación: porque la culpa estará en ella, no en quienes las miran de forma lasciva, no en quienes quieren utilizarla, quienes le ofrecen trabajos peor pagados que los hombres… En fin, quería escribir un libro que recogiera esta gran injusticia, que además se ha hecho en nombre de grandísimos valores”.

—¿Considera que es responsabilidad de la poesía hablar sobre la injusticia?

—¿Y de qué vamos a hablar? Están matando mujeres por ser mujeres, es demencial. Hay un genocidio en Gaza ahora mismo. ¿De qué van a hablar los poetas? Como decía Rubén Darío cuando estaban bombardeando Madrid y empezaba la Guerra Civil en mi país: “Quieren que les hable de flores, de volcanes… he venido a contarles que estoy viendo la sangre de los niños corriendo por las calles, que vienen desde el cielo a matar niños”.

Para Valverde “la poesía si no tiene como objetivo final la bondad no sirve, no cuenta, no es poesía. Solo si es un pretexto para la bondad soy cómplice de la poesía y creo que está de mi lado. Cuando es un pretexto para la vanidad de alguien o si es un producto del capitalismo, no me interesa. No me interesan esos autores; me interesan los poetas que han escrito porque querían dejar un trozo de humanidad plasmado en un libro”.

Justicia histórica

Con el libro Vida de Lord Byron Valverde también alza la voz para mostrar las falsas acusaciones que han perdurado sobre la vida del escritor inglés.

—¿Cómo es que le interesó explorar la vida de Byron y rescatarla?

—Fue la rabia la que me empujó a empezar la biografía de Lord Byron. Él tuvo que ir al exilio en 1816 después de separarse de su mujer, de acusaciones de incesto, de supuestamente haber creado una escuela satánica… No hay un solo delito moral que no se le haya achacado a Lord Byron. Y no quiso responder entonces; dijo que iba a dejar escritas unas memorias que aclararían todo. Se las dejó a un amigo, a un poeta irlandés, Thomas Moore, para que se publicaran después de su muerte. Nada más morir, los amigos se reúnen y deciden tirar el libro a la chimenea y quemarlo. Creo que es uno de los mayores crímenes de la historia de la literatura y una de las traiciones más repugnantes que se puede hacer a un amigo.

Fue por esa razón, puntualiza, que “me propuse investigar la vida de Byron tan minuciosamente que de alguna forma pudiera estar representada una parte de las memorias en esta biografía. No quiero poner a salvo la reputación de Lord Byron, sino que el lector pueda juzgar por sí mismo con toda la información a su alcance”.

—¿Por qué decidió que este primer tomo terminara en 1816?

—Es un momento clave en la vida de Byron. Es el año en el que va al exilio, es el año en que el volcán Tambora, en Indonesia, hace erupción y provoca que haya una capa en la atmósfera de ceniza volcánica que hizo imposible que los rayos del sol llegaran a la superficie terrestre; y ese verano de 1816 parecía un invierno en Ginebra.

Recuerda que ahí Byron conoce a Percy Shelley “y es otro momento fundamental de su vida. También está esa historia mítica con la que termino este primer tomo que es la famosa ‘noche de los monstruos’. Reunido en Villa Diodati, Ginebra, con el doctor Polidori (médico de Byron), Percy Shelley y Mary Shelley, a Byron se le ocurre aquello de hacer una especie de competición para ver quién escribía la mejor historia fantástica. Curiosamente los dos grandes y laureados poetas —Shelley y Byron— no consiguen escribir nada valioso, pero Mary Shelley imagina a Frankenstein porque tardaría más tiempo en escribirlo, y Polidori escribe el primer vampiro de la historia de la literatura. Es un momento mítico en la historia de la literatura fantástica, no solo en lengua inglesa sino a nivel universal. Y pensé que era un punto perfecto para terminar”.