Ciudad de México, México, 19 de febrero 2025. Escribir no sólo involucra la mirada sino también el tacto, porque ese sentido nos recuerda que el que escribe es “un cuerpo concreto con relaciones de poder conflictivas con otros cuerpos, en sociedades con jerarquías a veces muy crueles”, afirmó la escritora Cristina Rivera Garza, integrante de El Colegio Nacional, al arrancar el ciclo de conferencias Táctil.
“Vivimos en una sociedad para la cual la mirada es fundamental y muchas veces, cuando hablamos del detalle sensorial que apela a nuestros sentidos, es muy fácil confundir eso nada más con la mirada, a veces con el olfato, pero el sentido del tacto, un sentido que los amantes aprecian mucho pero que los intelectuales no tanto y deberían, a últimas fechas ha cobrado muchísima relevancia”, agregó la colegiada.
Como parte de la ponencia “Escribir es tocar: transcripción, letra manuscrita y tipografía”, Rivera Garza habló de lo táctil y la tactilidad, no sólo como una experiencia propia a la hora de escribir sus libros más recientes sino como una experiencia a la que se acercan artistas plásticos y creadores interdisciplinarios.
“Siempre he creído que uno de los regalos que la escritura ofrece a la conversación pública es el énfasis en el detalle sensorial: el énfasis en lo concreto. La filosofía u otro tipo de campos, se hallan muy bien a niveles abstractos, pero para la escritura es muy importante el detalle sensorial, aquel que apela a nuestros sentidos, es el responsable de hacernos sentir que podemos, de hecho, experimentar las sensaciones y los sentimientos de otros”, dijo.
En ese sentido, expresó, “cuando decimos que leemos un libro y decimos ¡wow! esto yo lo he sentido, lo he padecido, o es como si estuvieran los zapatos de esa persona. Esa sensación tiene mucho que ver con una buena utilización del detalle sensorial; estamos apelando a los sentidos de nuestros lectores y el lenguaje es tan poderoso que nos puede convencer de que hemos tenido nosotros esa experiencia, cuando de hecho no lo que estamos haciendo es simplemente leer”.
El sentido del tacto, explicó, “tiene mucho que ver con una conversación álgida en la que, lo queramos así o no, estamos participando alrededor de lo que se ha dado por llamar los nuevos materialismos; esta idea de que la escritura, como práctica, tiene que ver no sólo con cuerpos específicos en condiciones de producción específicas, que no somos espíritus inexplicables que están produciendo debido a condiciones inexplicables, sino cuerpos muy concretos con relaciones de poder conflictivas con otros cuerpos, en sociedades con jerarquías, a veces, muy crueles”.
Así, el lenguaje no sólo es una abstracción, sino que “es parte de cuerpos que hablan, de cuerpos que lo practican y que luego llegan a nosotros, o nosotros a él, cargados de fricción, de historia, de sueños, de demandas, y de frustración también”.
“Por supuesto no soy la única que está pensando en esto, hay un montón de gente, sobre todo que vienen de la interdisciplina o del arte visual, de las artes plásticas, del performance también, poniéndole atención a qué tocamos, qué hacemos cuando tocamos, cómo le hacemos para que nuestras herramientas toquen y al hacerlo produzcan estos efectos de cercanía, estos efectos de presencia, que para mí han sido fundamentales en los libros más recientes”.
Flechazo por Modesta Burgos
Para ilustrar sus palabras, Cristina Rivera Garza habló de la escritura de sus libros El invencible verano de Liliana y Nadie me vera llorar, “la primera novela que publiqué en el último año del siglo XX y que acaba de ser reeditada recientemente por Random House”. Para este último, relató también, llegó buscando expedientes de los internos del extinto manicomio de La Castañeda al Archivo Histórico de la Secretaría de Salud.
“Según la Real Academia Española, el flechazo es el amor que súbitamente se siente o se inspira. Elegí, de entre todos los expedientes, el que contenía más hojas, calculando que ahí encontraría información más jugosa, sin pensar, sin imaginar siquiera, que estaba a punto de conocer a Modesta Burgos, la jarocha platicadora con quien he mantenido una conversación por casi ya 30 años”.
Se trataba de una mujer que estuvo recluida en el hospital durante 38 años, de 1920 a 1958, cuando falleció. “Me topé con 22 cuartillas de letra manuscrita que constituían lo que ella llamó sus oficios diplomáticos, una especie de diario en el que daba cuenta de su visión rabiosa, agitada, insistente, no sólo del hospital psiquiátrico, sino del mundo entero. Nadie me verá llorar no le dio voz a Modesta Burgos, pero la dejó seguir hablando”.
Después de devorar todo lo relativo al caso de Burgos, las preguntas iniciaron para Rivera Garza: “¿Dónde, en este lugar de jardines descuidados y muebles rotos, se ponía a escribir Modesta Burgos? ¿Cómo consiguió el papel y el lápiz para redactar sus oficios? En 1915 la institución estaba tan destrozada, era tan pobre, que los internos tuvieron que salir a pedir limosna a las calles de la Ciudad de México. Imagínense tener papel y tener lápiz en esas condiciones”.
Para las indagatorias de la escritora, lo que leía no bastaba y decidió transcribir las 22 cuartillas que había escrito Burgos, pero tampoco fue suficiente. Con el ánimo de revelar los orígenes de su escritura, la colegiada regresó con papel cebolla y lápices de carboncillo, no de grafito, con los que comenzó a calcar las letras de la interna.
“No sé en qué momento empecé a pasar la punta del lápiz sobre el trazo de sus propias letras. Trazar, reproducir contornos sobre un papel, transcribirla, produjo esa sensación de intimidad que menciona Walter Benjamin en su Libro de los pasajes: leer, decía él, es sobrevolar un territorio, mientras que copiar es caminar por el mismo territorio”.
Imitando sus contornos, poniéndose “al servicio de la letra” de Burgos, la colegiada pensó que “el que calca lleva a cabo un trabajo corporal y de colaboración, a través del cual algo que ya estaba ahí es repetido y luego entonces convocado en el presente, tal vez, incluso, reanimado en el presente. El que calca enfatiza y al enfatizar actualiza; el que calca alarga la vida de la letra, extendiéndola hasta el día de hoy, hasta aquí. ‘Nunca voy a estar más cerca de ti’, le dije a Modesta Burgos”.
Una sensación aún más íntima, personal, experimentó Rivera Garza cuando estaba a punto de publicar “El invencible verano de Liliana”, en el que retoma el feminicidio de su propia hermana. A la manera del tipografista que planteó una fuente, o Franz Kafka a partir de las cartas del autor de El proceso, el diseñador gráfico Raúl Espino Madrigal, que alguna vez, como estudiante de la UAM, estuvo enamorado de Liliana, recreó su tipografía, a partir de sus cuadernos de apuntes.
La sorpresa fue aún mayor cuando su editora en Random House, Eloisa Nava, le hizo llegar las pruebas de su nuevo libro y descubrió que las cartas reproducidas de su hermana aparecían con su tipografía. “Me sorprendió ver la letra de Liliana entre las hojas de un libro dedicado a su vida. El efecto de presencia y de cercanía fue inmediato y fue profundo, tal vez devastador”.
“Hasta el día de hoy estoy convencida de que esa fuente que produce una cercanía material, que es una invitación directa a su mundo privado, también tiene la virtud de aproximarnos a ella espiritualmente, así de poderosa es la letra. Las transcripciones de las escrituras de Modesta Burgos o la creación de la fuente Liliana Rivera Garza son operaciones que, a decir de la filósofa belga Vinciane Despret, engendran un lugar en el aquí y ahora para instaurar e instalar a nuestros muertos”.
“Estas transcripciones que alargan la escritura y producen efectos de presencia también extienden el tiempo de los muertos para que así consuman su propia trayectoria en nuestro entorno. Hace más de 30 años perdí a mi hermana y conocí casi al mismo tiempo a Modesta Burgos. Visto retrospectivamente, esto no me parece ya una simple coincidencia, con cada una a su manera he sostenido una conversación que es vertebral y nutritiva”, concluyó la colegiada.
La primera conferencia, “Escribir es tocar: transcripción, letra manuscrita y tipografía”, del ciclo Táctil, de Cristina Rivera Garza, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.