EL ARTE PROVOCADOR DE MIGUEL RODRÍGUEZ SEPÚLVEDA

“Herramienta, arma y un símbolo de clamor de justicia”.

Alejandra Moncada
Cultura
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Sueñan los machetes

Miguel Rodríguez Sepúlveda es un artista tamaulipeco que se vale de objetos como palomitas de maíz, billetes y, sobre todo, machetes, para crear obras de arte con mensajes políticos, sociales y de resistencia.

Su nueva exposición, Sueñan los machetes, se encuentra disponible en la Galería Ana Tejeda (GAT) de la Ciudad de México hasta el 24 de agosto.

Esta herramienta, que puede utilizarse también como un arma, está cargada de significados que el artista utiliza para provocar la reflexión y el debate sobre temas de resistencia, trabajo, violencia, identidad y crítica social.

De igual manera, Rodríguez destaca por sus trabajos interdisciplinarios, que abarcan diversas formas de arte, incluyendo la instalación, el performance, la música y el video.

Su obra a menudo explora temas relacionados con la política, la economía y la cultura, presentando una crítica incisiva a las estructuras de poder y la sociedad.

Sueñan los machetes se compone de 18 piezas que van desde obras realizadas por el artista en 2011 hasta su trabajo más reciente: machetes entretejidos como blasones, escudos de armas y herramientas de diversas intenciones que entraman los usos y significaciones de este objeto.

En algunos contextos el machete es un símbolo de identidad cultural. Su uso en el arte puede evocar una reflexión sobre la historia y las tradiciones de ciertas comunidades, así como sobre la identidad colectiva.

Así lo muestra Rodríguez, quien relata que “desde muy chico el machete es parte de las herramientas o cosas que son supernecesarias y que todo el mundo tiene y todos están acostumbrados a usar”.

Pero la dualidad herramienta-arma le permite a Rodríguez explorar las líneas borrosas entre la protección y la violencia, así como la manera en que los objetos cotidianos pueden tener múltiples significados y usos.

Al respecto, el artista recuerda que “todavía hasta hace unos años era común que en la fiesta del pueblo, la fiesta patronal, te despertaras el domingo y te enteraras de que los hombres se habían agarrado a machetazos”.

La exposición, curada por Irving Domínguez, explora cómo un objeto al ser despojado de sus usos y funciones primarias puede adquirir nuevas significaciones y simbolismos. Al transformar elementos como machetes, billetes o monedas la muestra revela las posibilidades de reinterpretación formal sin ignorar sus valores sociales e históricos.

Resistencia

En entrevista con Vértigo Rodríguez habla sobre la importancia del uso de objetos tradicionales en su obra.

—Los machetes son algo recurrente en su labor artística. ¿Cuál ha sido su relación con ellos?

—En mi infancia el machete era un instrumento cotidiano. Mi mamá me ponía a cortar hierba; o si salía de niño, alguien tenía que cargar un machete porque podía salir una víbora por ahí. También era común escuchar que se agarraban a machetazos. Años después, en 2003, me mudé a la Ciudad de México, específicamente al Centro Histórico. Ahí fue cuando yo, alguien de provincia, me encontré con lo que realmente significan estos movimientos sociales y estas manifestaciones que se presentaban tan recurrentemente. En 2006 sucedió lo de Atenco, donde llegaban a manifestarse con el machete en alto.

Rodríguez agrega: “Además de ser para mí una herramienta que puede ser un arma, también caigo en cuenta en que es un símbolo de clamor de justicia, porque las manifestaciones, las marchas sobre Atenco fueron muy intensas y constantes. Junto con otros movimientos y luchas sociales, comienzo a darle a este proyecto en 2007-2008 y ya las primeras obras las empiezo en 2010”.

—¿De qué forma incluye y plasma acontecimientos político-sociales en sus obras?

—En el marco de los festejos del centenario de la Revolución me propuse hacer un concierto con tres machetes, donde afilar un machete con un motor genera una serie de chispas muy similares a las de los fuegos artificiales. Entonces, son tres músicos, tres partituras y tres motores. A la hora que pones el machete sale lumbre y la cámara de circuito cerrado lo toma en tiempo real y lo proyecta en el escenario en grande. Un poco haciendo relación visual con los fuegos artificiales de los festejos. Las partituras tienen una palabra en clave Morse y la primera persona tiene codificada la palabra “Viva”, la segunda “México” y la tercera “Cabrones”: “Viva México cabrones”, era un grito de guerra en la Revolución.

—¿Cómo ha sido la recepción de las personas frente a su obra?

—En lo instrumental, por ejemplo, la primera vez que hicimos el concierto para tres machetes en el exTeresa yo invité a mis amigos y el museo lanzó una convocatoria abierta. Yo pensé que nadie iría para escuchar un escándalo de media hora. Y entonces se llenó el concierto. Yo estaba coordinando y dirigiendo el performance. De pronto volteo a ver la sala y estaba llena, con gente parada y personas que no lograron entrar. Se acabó y aplaudieron. Pues sí, gustó.

Más aún, el autor comparte que, en el mismo sitio, en 2016 montaron Instrumento: “Un conjunto de machetes colgando con el filo hacia abajo y que están activados con un ventilador y suenan como campanitas; la cuarta parte de las fotos de los visitantes era de esta pieza. Ver la cantidad de gente que se retrata con la obra es increíble. Ha sido bien recibida. También la nueva serie de los machetes tejidos ha tenido buena recepción. La galería ha estado teniendo un flujo bastante alto de público y eso también es porque gusta y se recomienda”.

—¿Hay algún otro objeto con el que le gustaría trabajar o con el que está trabajando?

—El año antepasado comencé a trabajar una serie con palomitas de maíz; ahora estoy por empezar a trabajar con llantas; hay muchas ideas y eso nunca se detiene. Me gustaría decirte que ya cierro el capítulo de machetes, pero no es cierto, tengo una idea de cortar machetes próximamente. Y eso es difícil porque los machetes están hechos para romper cosas, no para que se rompan. Podría pensar que con eso termino, pero estas obsesiones o intereses ya son de por vida.