MANUEL FELGUÉREZ (1928-2020): EL ACTIVISTA DE LA LIBERTAD ARTÍSTICA

Mi teoría del arte es el caos como la creación del mundo.

Hector González
Cultura
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Alejandro Juarez Gallardo. Ciuda

Todavía apenas el pasado 7 de diciembre Manuel Felguérez daba muestras de fortaleza: el artista zacatecano inauguró entonces la muestra Trayectorias en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que por cierto se reanudará una vez que las condiciones sanitarias lo permitan.

El montaje curado por Pilar García dejó constancia de la vigencia de un protagonista de la plástica nacional y en particular del arte abstracto. “Mi teoría del arte es el caos como la creación del mundo. Una vez creado el caos ya hay un orden que nunca para de acomodarse y sigue en transformación. Leonardo da Vinci decía que el arte es mental, no es manual, no es artesanía ni oficio, es cabeza”, declaró alguna vez el artista.

Integrante del movimiento artístico conocido como La Ruptura, Felguérez nació en Zacatecas el 12 de diciembre de 1928. Inició estudios de arte en la Academia de San Carlos, donde solo permaneció cuatro meses, cansado del énfasis que se hacía de la Escuela Mexicana de Pintura.

Formó parte de la primera generación de artistas abstractos nacionales, abiertamente confrontados con la tradición de la corriente representada por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.

“Su legado es vasto y diverso; su obra, reconocida mundialmente, nutrió la de otros artistas. Generosa y extraordinaria persona, entrañable”, escribió la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, respecto de su muerte ocurrida el 8 de junio, víctima de Covid-19.

Distinguido en 2016 con el Premio Nacional de Artes y creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte, Manuel Felguérez, quien también era integrante del Consejo de Diplomacia Cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y la Secretaría de Cultura, se mantuvo siempre activo, con una producción de entre 25 y 30 cuadros al año, además de gráfica y escultura, por el placer que le producía crear y siempre en la búsqueda de algo nuevo, sin perder su estilo.

Impulsó además la creación del Museo de Arte Abstracto que lleva su nombre en su natal Zacatecas.

Fuera de serie

Felguérez fue precisamente en la búsqueda de un sello propio, por lo que asistió a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, donde se desempeñó como ayudante de Francisco Zúñiga.

Y en la Academia de la Grande Chaumière y la Academia Colarossi, ambas en París, Francia, trabajó con el escultor francés de origen ruso Ossip Zadkine quien, formado en el cubismo, se convirtió en una de las mayores influencias para el también escultor zacatecano.

Los distintos movimientos estéticos que surgieron en Europa en los cincuenta lo llevaron a incorporar en su estilo la geometría constructivista, el informalismo y el expresionismo abstracto.

Para el historiador y crítico Cuauhtémoc Medina el zacatecano fue un artista que desafió la idea de la tradición cultural obligatoria promovida por el nacionalismo del movimiento muralista que encabezaron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

“Su obra durante los cincuenta y sesenta destacó entre otras cosas por la realización de murales urbanos modernistas que desmantelaban la ortodoxia histórica del muralismo mexicano. Creó paisajes biomórficos, industriales y materiales cuya idea era acompañar las nuevas formas de vida urbana. A través de su pintura negoció con el fantasma de la idea de figura y cuerpo, en formas no reconocibles que luego atacaba con mucha violencia. Sus trabajos más tempranos tenían más relación con Willem de Kooning que con cualquier historia latinoamericana”.

Inició su carrera en 1947 y desde entonces nunca dejó de trabajar. Realizó más de 50 murales y esculturas urbanas en México, Colombia, Estados Unidos y Corea del Sur. Su obra se encuentra en museos y colecciones de México, Colombia, Estados Unidos, Cuba, Japón, Chile, Nicaragua, Argentina, India, España y Mónaco.

Su trabajo temprano se caracterizó por la experimentación matérica y de volúmenes, así como el orden geométrico, con lo cual conformó su propio “lenguaje” estético.

Aunque a Felguérez se le ubica como parte de la Generación de la Ruptura, en la que también se incluye a José Luis Cuevas, Vicente Rojo o Lilia Carrillo, Cuauhtémoc Medina mantiene una posición escéptica respecto del movimiento. “Es un movimiento al que miro con cierta desconfianza. Cuevas pudo haber vociferado cosas pero su trabajo no implicó una provocación tan clara como sí lo fueron los murales de Felguérez. No se trataba nada más de hacer algo distinto sino de robar el muro y darle el protagonismo en escala masiva. La pasión con la que figuró durante los conflictos con la ortodoxia institucional y oficial lo colocó como uno de los organizadores de los artistas modernos y uno de sus voceros más constantes. Estoy convencido de que la razón por la que el relato de La Ruptura fue exitoso se debió a la memoria de Manuel Felguérez”.

Hombre crítico

El historiador lo ubica como un crítico férreo del gobierno de Díaz Ordaz. Recuerda que cuando en 1968, a propósito de los Juegos Olímpicos, las autoridades impulsaron La exposición solar, Felguérez respondió a la iniciativa con El salón independiente, donde convocó a un conjunto de artistas que contrarrestaron el llamado oficial. “Ahí fue cuando se fraguó ese núcleo que hoy reconocemos como ‘los abstractos’”.

Uno de los invitados a aquel proyecto fue el escultor Sebastian. “Era muy joven cuando me invitó al proyecto. Fue un maestro y un amigo profundo y muy ligado a mi historia personal. En él siempre encontré a un consejero y un hombre dispuesto a echarme la mano. Creo que su legado lo ubica como uno de los abstractos internacionales de más fuerza, personalidad y grandeza”, señala el escultor.

Medina sostiene el valor de aquella iniciativa pero a la vez la discreción del zacatecano. “Por medio del Salón independiente desafió al régimen”. Recuerda que nunca le escuchó hacer mención alguna sobre el riesgo que significaron sus reacciones políticas. “Tengo la impresión de que era una persona con enorme valentía, pero una ausencia total de heroísmo”.

Manuel Felguérez tomó la iniciativa de crear un circuito reacio a exhibir y colaborar con el Estado de entonces. Incluso se negó a prestarle obras. “En 1970, creo, García Ponce y Felguérez coincidieron en una mesa redonda. Según refiere la prensa de la época García Ponce dijo: ‘El arte hoy es la oposición’. Me parece que se refería a que en ese momento la independencia cultural se ubicaba en una posición radicalmente distinta al régimen. Creo que Felguérez compartía esa noción. Alguna vez se lo pregunté y me comentó que recordaba aquella declaración, pero no lo que había sucedido en detalle”, expresa Cuauhtémoc Medina.

La transición y el legado

Durante los setenta Felguérez transitó del informalismo hacia tendencias herederas del constructivismo, aumentó su interés por la utilización de la tecnología en la producción plástica y realizó dos proyectos relacionados entre sí: El espacio múltiple (1973) y La máquina estética (1975).

Se convirtió en uno de los primeros artistas que usó la computadora para producir. La máquina estética conjuntaba un análisis de su obra reducida a elementos fundamentales que luego la computadora le permitía recombinar, en una especie de juego estructuralista. Medina detalla que México tuvo una enorme proximidad con el estructuralismo. “Las implicaciones poéticas de Lévi Strauss aparecen muy temprano en una monografía de Octavio Paz. Felguérez y otros artistas de la época coquetearon con la idea de un arte combinatorio. Incluso Gabriel Zaid tiene un libro sobre una máquina de escritura. El trabajo de Kazuya Sakai, alguien muy cercano a Felguérez, y también importante para el Salón independiente, era igualmente una práctica combinatoria. Lo que distingue a Felguérez en ese contexto fue la radicalidad. Redujo su trabajo a una serie de elementos básicos y con eso alimentó una computadora que era puramente matemática y luego retomaba esas piezas para dibujarlas de vuelta. Finalmente elegía las más eficaces para convertirlas en esculturas, pinturas o grabados”.

A inicios de los ochenta abandonó el trabajo con la computadora y retornó a las prácticas tradicionales, oscilando entre el constructivismo y el expresionismo.

Se desempeñó como profesor e investigador en la Universidad Iberoamericana. La Universidad de Cornell, Estados Unidos, lo invitó a impartir una cátedra y en 1975 fue investigador huésped en la Universidad de Harvard. También impartió la clase de Composición de la Estructura del Cuadro en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. A partir de 1977 se convirtió en investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, hasta su jubilación en 1990.

Colega y discípulo fue también Gabriel Macotela, quien recuerda haberlo conocido en 1975 vía Juan García Ponce. “Él fue quien nos presentó. Fue un monstruo con una capacidad increíble de creación que tuvo la cualidad de inventar un estilo propio, un lenguaje y colores propios. Además de ser una persona elegantísima, fina y muy culta”.

Su influencia se extendió en particular sobre los artistas de los setenta y ochenta. Uno de sus discípulos más aventajados fue Alberto Castro Leñero, quien lo define como un eslabón importante en el arte contemporáneo mexicano. “Era el patriarca. Tenía una vitalidad, fuerza y ánimo que lo hizo trabajar hasta sus últimos días. Ver a un artista que sigue creando a esa edad genera esperanza entre quienes fuimos sus amigos y lo admiramos. Era un gran artista y un buen amigo”.

Añade: “Yo lo visitaba y él visitaba mi casa. Es una pérdida grande pero también hay que pensar que marca un cambio de ciclos para la creación artística en México. Deja un legado muy grande y ahora se marcha en medio de muchos cambios en nuestro país y en el mundo”.

Cuauhtémoc Medina destaca además su incursión en el campo de la investigación. Le atribuye la responsabilidad del cambio en los planes de estudio de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y de su orientación hacia una relación entre arte, diseño e investigación. “Ese rol lo llevó a ser investigador del Centro de Investigaciones Estéticas”.

No obstante lamenta que si bien durante los setenta y ochenta fue maestro decisivo, en las generaciones más recientes el valor de su pintura perdió impactó. “Los artistas más jóvenes valoran más su investigación con las computadoras y su colaboración con Alejandro Jodorowsky en La montaña sagrada. Sus esculturas con desnudos y de la máquina erótica son sin duda un fetiche de la cultura contemporánea mexicana. Ese tipo de experimentos representan un momento donde se avizora una posibilidad utópica y satírica sobre la cultura, que me parece que los artistas de fines del siglo XX y principios del XXI consideran como un capítulo decisivo de su cultura visual”.

Medina concluye que Manuel Felguérez fue el auténtico líder de su generación. “Vicente Rojo siempre ha jugado a no desempeñar el rol del artista. José Luis Cuevas hizo de sus intervenciones un espectáculo. Felguérez, en cambio, hizo de su trabajo un desafío”.

RECUADROS

Obra pública

En 1964 fue invitado a colaborar con Pedro Ramírez Vázquez en la creación del Museo Nacional de Antropología. Diseñó una celosía en forma de serpiente que evita la entrada de luz directa y evoca la ornamentación de la arquitectura Puuc.

En el Auditorio Nacional se encuentra Teorema inmóvil (2002), que conmemora el 50 aniversario del recinto.

En 2007, a propósito de los festejos del Bicentenario, diseñó Puerta 1808. Se ubica en el cruce de Reforma, avenida Juárez y Bucareli, representando la entrada al Centro Histórico, acompañada por Fuente de la República, suya también, y puesta en diálogo con El Caballito, de Sebastian.

En el corredor escultórico de Miguel Ángel de Quevedo, en Coyoacán, se ubica la escultura Geometría suspendida (2003), que también incluye obra de Vicente Rojo y Fernando González Gortázar.

En 2014, con motivo de los 50 años del mismo espacio, creó el Muro de calaveras, un tzompantli mesoamericano que mide 400 metros y funciona como barda perimetral.

Reconocimientos

Entre las distinciones que recibió se encuentran la Beca del Gobierno Francés (1954); Segundo Premio de Pintura en la Primera Trienal de Nueva Delhi, India (1968); Gran Premio de Honor en la XIII Bienal de Sao Paulo, Brasil (1975), por las obras producto de El espacio múltiple; la Beca Guggenheim (1975); el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes (1988).

Fue nombrado creador emérito por el Sistema Nacional de Creadores de Arte de México (1993).

Además impulsó la creación del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez y el Museo Francisco Goitia, en Zacatecas.