“A PARTIR DE AHORA LOS SISTEMAS EDUCATIVOS SERÁN HÍBRIDOS”

No se trata nada más de comprar equipos y conectividad sino de usar de manera estratégica los recursos.

Hector González
Cultura
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Daniel Cassany (1961) lleva años estudiando el lenguaje, la palabra y su divulgación. Catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y autor de los libros En línea: leer y escribir en la red, Afilar el lapicero: guía de redacción para profesionales y Laboratorio lector, hoy tiene en la mira de su análisis los cambios que sufrirá la pedagogía después de la pandemia ocasionada por el Covid-19.

Filólogo de profesión asume que varios de los cambios que se aplican desde ahora en la educación a distancia llegaron para quedarse, en tanto que otros seguramente se irán modificando.

En entrevista, a distancia, advierte sobre la necesidad de crear sistemas de enseñanza híbridos donde lo tradicional conviva con lo digital. No obstante reconoce que lo más importante es ser inteligente y aplicar estrategias que disminuyan brechas sociales y no que las aumenten.

—Si bien la educación a distancia no es nueva, es verdad que nunca se había debatido tanto como ahora, ¿no?

—Es un tema que ha despertado interés en todas partes. Poco a poco todo mundo toma conciencia de que es algo muy importante. Marcará un antes y un después, aunque no sabemos cómo será el después. Las actividades en línea seguirán avanzando. Muchos dicen que llegaron para quedarse. No creo que se quedarán tal y como lo vemos ahora. Por lo duro del momento todo lo dramatizamos más. Seguramente habrá cosas que hoy experimentamos y que tendrán más presencia en el futuro.

—A muchas instituciones les tomó por sorpresa…

—Quienes no tienen experiencia están descubriendo que no es mala. Hay ventajas e inconvenientes, desde luego. A partir de aquí tendremos que pensar cómo mejorar la educación en el futuro y con un contexto híbrido. Algunos procesos serán cara a cara y otros en línea. Antes del virus México ya tenía teleeducación. En España había enseñanza y universidad a distancia. Desde hace tiempo muchas universidades tienen Moodle, una plataforma virtual de aprendizaje añadida a las aulas. Al llegar el virus muchos profesores intentaron hacer una réplica de sus clases tradicionales, pero en línea. Citan a sus alumnos en la plataforma de su preferencia, lo cual es horroroso porque si de por sí es horrible seguir a una persona durante 90 minutos en vivo, imagínate en pantalla. La única ventaja de esto es que puedes tomar clases en pantaloncillos cortos.

—¿Cuáles son los pros y contras de la educación a distancia?

—Los pros: te puedes comunicar con cualquiera y sin límite de espacio físico. Podemos plantearnos que los niños tengan contacto con personas al otro lado del mundo, siempre que compartan una lengua y algunos parámetros. Otra ventaja es la sincronía. Cada lunes les envío a mis alumnos un pequeño aviso donde les doy las actividades a realizar durante la semana. Les mando dos videos explicativos que pueden ver cuantas veces quieran, presentaciones en PowerPoint y ejercicios semanales. Para explicar algunas cosas los videos son más efectivos. Entre sus inconvenientes está que es menos directa e inmediata. La calidad del espacio presencial es más clara y relevante. Cara a cara es más ágil comentar una lectura. La educación no es solo una cuestión de disciplina.

Disminuir brechas

—¿Cómo crear un sistema híbrido en países con brechas sociales amplias?

—El cambio a la educación digital puede agravar la brecha entre ricos y pobres. Un primer problema es la conectividad. No cualquiera tiene acceso a una buena red. Las propuestas de gobiernos e instituciones para compartir WiFi o datos con el vecino pueden estar bien, pero quizá solo ayuden a enviar correos. Muchos niños no tienen computadoras, teléfonos o tabletas. Por otro lado los profesores ahora trabajamos con las herramientas pagadas de nuestro bolsillo. Si esto se instala como forma cotidiana las instituciones deberían darnos equipos apropiados. Profesores y alumnos necesitamos capacitación. Incluso teniendo conexión y laptops hay una franja grande entre quienes saben manejarla y quienes no. Cambiar el cuaderno y el lápiz por una pantalla necesita de un proceso de aprendizaje. En el futuro seguramente nos daremos cuenta de que es mejor colgar un video en internet y pedirles a los alumnos que lo vean para después comentarlo en clase. Es momento de redefinir muchas cosas a nivel pedagógico.

—Así como los sistemas sanitarios fueron sometidos a prueba ¿también los educativos?

—Cuando regresemos a la normalidad habrá que fortalecer y hacer híbridos los elementos educativos y en línea. Quienes no tengan equipos ni WiFi quedarán aislados. En el futuro las escuelas tendrán que digitalizarse. Espero se haga de una manera inteligente. No se trata nada más de comprar equipos y brindar conectividad sino de usar de manera estratégica los recursos. Es importante hablar con los alumnos y valorar sus opiniones. En España ya se habla del próximo curso. Probablemente no será posible tener 30 alumnos en una sala pequeña. Quizá 15 estarán en el aula y los otros 15 en casa durante un tiempo y luego habrá que intercambiarlos. Ahora empezamos a analizar qué parte del currículum se puede digitalizar. La enseñanza en laboratorios o experimentación práctica no puede ser en línea. Esta es una de las preguntas importantes para el futuro.

—Autores como Yuval Noah Harari sostienen que en 2050 habrá nuevos trabajos y si no atendemos la brecha digital será un desastre…

—Hablamos apenas de las primeras preguntas que surgen. Este año soy coordinador de una maestría de Formación de Profesorado. El virus llegó cuando mis estudiantes estaban haciendo prácticas en distintos centros educativos. Los de más recursos tecnológicos y económicos se adaptaron bien a la situación pero hay otros donde los alumnos no responden. En un centro al que acuden adultos sin buena preparación, migrantes sin recursos y estudiantes a quienes no les había ido bien en la escuela se acabó la actividad apenas llegó el virus. Los profesores buscaron a los alumnos de manera personal y con sus recursos intentaron ayudarlos, pero no hay muchas opciones, la verdad. Urge adaptarnos lo mejor posible a esto y después hacer una evaluación para disminuir la brecha. En la universidad donde trabajo los estudiantes se quejan de que el sistema digital les exige trabajar más horas. Quizá tengan razón y, por la angustia, los profesores les damos exceso de trabajo. A nosotros nos toca tener muy claro lo que pedimos a los alumnos. En mi aviso semanal les explico las actividades y al lado incluyo el tiempo que les puede tomar hacerlas. Al sumarlo procuro que no rebase las ocho horas semanales. Además los alumnos pueden replicar y corregirme. Negociando nos acomodamos a la nueva situación. Supongo que así lo tendremos que hacer en el futuro.