Sin productividad

Sergio Sarmiento
Columnas
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Luis Videgaray
Foto: NTX

La productividad de nuestro país no solo no ha subido sino que ha disminuido. La información la dio a conocer la semana pasada en la Cumbre Internacional de la Productividad no un crítico del gobierno sino el propio secretario de Hacienda, Luis Videgay, quien señaló: “La explicación de fondo de por qué México creció menos que otras economías emergentes es que entre 1990 y 2013 la productividad total de los factores cayó 7.6%”. Este debería ser el tema fundamental de la economía nacional, “pero es de lo que menos se habla”.

La productividad de los factores no es más que un cálculo matemático de cuánta producción se logra por cada trabajador en una economía.

México ha tenido en los últimos 25 años un crecimiento lento —pero crecimiento al fin— de 2% anual en el Producto Interno Bruto (PIB), en un momento en que el número de trabajadores en la economía ha venido aumentando a una tasa ligeramente superior. El resultado es un descenso de la productividad.

Lo curioso es que este periodo coincide con un aumento impresionante en la productividad de algunas regiones y actividades económicas en nuestro país. El sector exportador, y en particular la industria automotriz, se ha convertido en uno de los más dinámicos de todo el mundo, con tasas de expansión de la productividad muy importantes en las últimas décadas. México ha pasado de nada, a ser el cuarto exportador de autos en el mundo.

Dos economías

Lo que hemos visto en el último cuarto de siglo es el surgimiento de dos economías completamente diferentes en un mismo país. Por un lado tenemos una volcada hacia fuera, competitiva, fundamentada en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que ha aumentado su productividad de manera sistemática y que exporta constantemente a Estados Unidos y otros lugares del mundo. Esta economía productiva no se limita solamente a la industria automotriz. Las producciones agrícolas en Baja California, Sonora y Sinaloa, que se realizan en granjas privadas, son cada vez más competitivas y exportan también cantidades muy importantes.

La otra economía, sin embargo, está volcada hacia dentro y no tiene capacidad para aumentar su producción. En este gran grupo se encuentra la actividad informal, que se beneficia de no pagar impuestos y muchas veces tampoco servicios, y que emplea a 60% de los trabajadores del país, pero que no realiza inversiones en maquinaria y equipo que permitan mejorar su productividad. También subsiste en esta situación buena parte de la agricultura del sur del país, que se realiza en ejidos de muy pequeñas dimensiones, con un trabajo manual que apenas aporta a la subsistencia de las familias.

Pasar de una economía a la otra no es fácil. Las resistencias a la transformación son muy importantes en la economía rezagada. Cada intento de realizar inversiones productivas en estados como Oaxaca y Guerrero se enfrenta a resistencias por parte de líderes políticos y sociales que ven en el desarrollo una amenaza a sus feudos de poder.

No sorprende que la CNTE sostenga que los niños en las entidades que controla no deben aprender ni inglés ni computación. La educación moderna es el principal enemigo de estos grupos de poder.

El problema es que mientras la economía moderna no absorba a la mayor parte de la población mexicana la productividad seguirá cayendo, lo cual significa que los empleos en el país tendrán que seguir siendo de bajo nivel de capacitación y también de salarios muy bajos.