El gusto de prohibir

el Hoy No Circula fue un fracaso, porque aumentó el parque vehicular y no disminuyó la contaminación

Sergio Sarmiento
Columnas
No circula

A final de cuentas los gobernantes mexicanos tienen una vertiente autoritaria que no pueden dejar atrás: piensan que su función es hostigar a los ciudadanos antes que trabajar para ellos. La reimposición del Hoy No Circula generalizado en la zona metropolitana de la Ciudad de México es un ejemplo más de que lo que falta en inteligencia a nuestros políticos les sobra en autoritarismo.

El Hoy No Circula es fundamentalmente una expropiación sin indemnización.

El gobierno decide que el ciudadano no tiene derecho a utilizar una propiedad suya, un vehículo, durante determinados tiempos.

Una expropiación solo puede realizarse legítimamente por una razón de utilidad pública, pero el gobierno pretende en este caso que la contaminación o el exceso de vehículos en circulación le dan el derecho de aplicar esta confiscación: dice que es por el bien de la

comunidad.

El Hoy No Circula, sin embargo, tiene efectos exactamente contrarios a los que pretende la autoridad. Tanto en su aplicación inicial en 1989 como en su fortalecimiento en 2008, no solo no disminuyó la contaminación sino que incrementó el número de vehículos en circulación.

El vehículo privado no es la solución al transporte de una urbe como la Ciudad de México, pero el gobierno capitalino y los de las entidades vecinas han fallado de manera espectacular en la responsabilidad de generar un buen sistema de transporte público. El servicio público en la zona metropolitana es insuficiente, incómodo, saturado, sucio e inseguro.

La gente utiliza los autos para trasladarse no por placer, sino por necesidad ante la ínfima calidad del transporte público.

Fracaso

Los gobiernos mexicanos en lugar de reconocer sus errores y tomar medidas para mejorar el transporte público, optan siempre por la prohibición.

El político mexicano nunca se considera a sí mismo responsable de los problemas que no se atreve o no tiene la inteligencia de resolver. Siempre culpa al ciudadano.

El Hoy No Circula no tiene más propósito que castigar a la persona común y corriente por el atrevimiento de utilizar un auto privado. No tiene ningún otro uso, ninguna otra utilidad. En

todo lo demás ha resultado un fracaso espectacular.

No se requiere mucha inteligencia para saber cuáles serán las consecuencias de la nueva aplicación del Hoy No Circula. La gente que utiliza el auto no como un lujo sino como una necesidad tendrá que protegerse comprando otros vehículos o manteniendo los viejos que

ya tiene aunque contaminen más. Mientras esto ocurre el gobierno seguirá cobrando

tenencia a 100% y manteniendo un sistema corrupto de verificación de automóviles. Los gobernantes no dan paso sin huarache.

Una cosa es castigar a los ciudadanos por el delito de trabajar; otra muy distinta es dejar de atender el negocio de explotar a los ciudadanos. La experiencia nos dice que el ser humano reacciona mucho mejor con incentivos que con prohibiciones.

Si el Hoy No Circula fue un fracaso, porque aumentó el parque vehicular y no disminuyó la contaminación, la modificación del sistema para incentivar la compra de autos con

convertidores catalíticos sí tuvo un efecto positivo importante: disminuyó las emisiones contaminantes a la atmósfera.

Esta medida fue responsable de que las contingencias ambientales desaparecieran durante 14 años… hasta 2016, cuando el gobierno de Miguel Ángel Mancera endureció el sistema.

El fortalecimiento del Hoy No Circula ordenado por el gobierno de Mancera en la Ciudad de México no ha tenido más resultado que un aumento de la contaminación.

La lógica debería obligar a un cambio de rumbo. Pero nunca nadie ha acusado a los políticos mexicanos de ser inteligentes, excepto en aquellas cosas que los benefician personalmente.