La muerte es lo último que haces en tu vida: ¿no deberías hacerlo con gracia?
Macario es de aquellas películas de antaño que yo vi por el canal 4 hace ya algunos ayeres. Siempre la pasaban muy cerca del Día de Muertos porque reflejaba un poco el pensamiento y costumbres de una época virreinal.
Dirigida por Roberto Gavaldón y con fotografía de Gabriel Figueroa se estrenó en 1960 con las actuaciones de Ignacio López Tarso y Pilar Pellicer, entre otros.
Fue seleccionada y nominada para los premios de la Academia. Aunque no ganó el Oscar tuvo otros reconocimientos, sobre todo en el Festival de Cannes, donde le otorgaron el Premio a Mejor Fotografía (en blanco y negro) a don Gabriel.
El guion estuvo a cargo de Emilio Carballido con base en un cuento de Bruno Traven del mismo nombre, que a su vez fue inspirado por el cuento de los hermanos Grimm La muerte madrina o mejor conocida como El ahijado de la muerte.
La historia, que ocurre en el siglo XVIII en la víspera del Día de Muertos, este año cumple 60, ¡como yo! Y aunque ya llovió sigue conservando el interés de los espectadores.
Hay una versión a color bastante interesante porque se realizó con Inteligencia Artificial. En algunos momentos se logran ver partes en blanco y negro, lo que la hace más interesante.
La música es de Raúl Lavista. A mí no me gustó y creo que le quita valor pero para la época, en plena decadencia del mexicanismo, representa según yo justamente eso: música decadente y sin sentido.
Resaltan las locaciones, filmadas en parte en los estudios Churubusco, Taxco (Santa Prisca), las lagunas de Zempoala y el final con más de tres mil velas en el interior de las grutas de Cacahuamilpa.
La esposa abnegada de Macario es quien hace el sueño de su marido realidad, donde la pobreza parece ser el peor de los pecados.
Es pues una extraordinaria puesta en escena, llena de realismo mágico, aunque las actuaciones de aquellos años son muy impostadas y el indio Macario, que en ese tiempo debía tener unos 35 años, se ve más joven. Hoy López Tarso está cerca de los 95 y la muerte ya lo anda buscando, como en la película.
Es pues obligado que todo mexicano la vea. Más en estas fechas de pandemia y dolor.
El diablo
Tris entró en el recinto lleno de velas. Olía a cera quemada. Había un círculo con ellas y dentro el cuerpo de una mujer lleno de cortadas con navaja. Parecía obra del mismísimo chamuco. La escena recordaba un acto satánico sacado de las peores películas de El Santo.
La joven muerta mostraba un rictus de dolor, como si antes la hubieran violado; era un claro ejemplo de abuso.
En medio de la frente había una huella dactilar muy marcada por la sangre, como si fuera una especie de firma.
Tris sacó una fotografía con su celular de la huella y llegando a su oficina buscó en el banco de datos. Encontró al sospechoso; el único problema fue que el susodicho era el asesino de su madre.
El problema era que Tris lo había atropellado y rematado con su auto unos meses antes.