FRIDA SUFRIDA

Lo que más llama mi atención es cómo ha influenciado a un sinnúmero de artistas.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Hoy, sin ni siquiera pensarlo, un icono de referencia en la cultura del neomexicanismo es la famosa Frida Kahlo. Pero en su época, aparte de estar casada en un tórrido y golpeado matrimonio con Diego Rivera y llevarse a la cama a León Trotski, Frank Lloyd Wright, Teresa Proenza (espía cubana), Chavela Vargas y Raquel Tibol, entre muchos otros personajes, y vivir una sexualidad que hoy suena envidiable, su arte no fue reconocido. Hasta hace relativamente poco. Cuando era pequeño, mi madre —amante de la pintura mexicana— nos llevaba a la Casa Azul, sobre todo para admirar unos pequeños cuadros de José María Velasco, pero nos hacía recorrer la vieja casona. Yo habré estado ahí 50 o 60 veces. El museo siempre estaba desierto. De hecho el portero nos saludaba cortésmente y le decía a mi mamá: “Señora Pérezgrovas, pase usted; es bienvenida”. Gozábamos mis hermanos y yo los relatos que mi mamá hacía. Pareciera que la hubiese conocido. Eso nunca lo supe, pero nos encantaba pasar los domingos ahí. Hoy sus cuadros valen millones y la Casa Azul está repleta de turistas y curiosos (bueno, en este momento por la pandemia no).

Lo que más me llama la atención es cómo ha influenciado a un sinnúmero de artistas plásticos y sobre todo músicos.

Tres ejemplos: Sergio Arau compuso allá por 1992 una pieza semblanza que lleva por título Mi Frida sufrida.

Chris Martin, el cantante y compositor inglés líder de la banda Coldplay, cuando visitó el museo en 2007 vio el cuadro de Frida titulado Viva la vida (Frida lo pintó ocho días antes de morir) y compuso una de las canciones más conocidas de la banda, que lleva por nombre también Viva la vida. Madonna se declaró ferviente admiradora de ella. Tanto que mandó hacer un cuadro con base en Las dos Fridas, pero del lado izquierdo se puso ella en lugar de la pintora. Hoy más que nunca su refrán encontrado en uno de sus cuadernos cobra más relevancia. Frida ha volado muy alto. El cuadro

Tristán se encontró con Ernesto González Gurría, un experto en la pintura de Frida, porque hallaron en el cuerpo de una de las víctimas sangre, ni más ni menos que de una pariente directa de Frida. El conocedor le platicó que la pintora había realizado algunas de sus obras con sangre de quién sabe dónde de la artista (decían que de su menstruación, pero muy difícil de comprobar) y quería saber que efectivamente fuera de su pariente.

Así que de un cuadro de la artista Ernesto tomó una prueba de la supuesta acuarela. Y la analizó. Pero preguntó al detective cómo sabía que era la sangre de una pariente.

—Muy fácil, porque estaba en su licencia el apellido Kahlo. Solo quería comprobar que fuera ella. Y como me habías platicado lo de la sangre supuse que sería sencillo saber si realmente la occisa era quien decía la credencial.