Creado en 1916 en el Cabaret Voltaire de Zúrich, el dadaísmo fue un movimiento cultural solo con el fin de chingar a las artes. Hugo Ball fue el escritor de los primeros textos dadaístas, aunque el movimiento llegó a su apogeo con Tristan Tzara.
El concepto fundamental de esta corriente (que resultó bastante corriente) es la oposición al concepto de la razón creado por el positivismo. Era una manera de revelarse contra las convenciones literarias y, de paso, burlarse de los artistas burgueses de la época. Se desarrolló sobre todo en la poesía, la escultura, la pintura y la música.
Basta recordar el famoso orinal firmado por R. Mutt y la rueda de bicicleta montada sobre un taburete y un botillero. Después se supo que estas piezas eran del mismísimo Marcel Duchamp. Para el momento significaron un cambio de paradigma en la concepción del arte contemporáneo.
Otros seguidores del movimiento fueron Jean Arp, Man Ray, Max Ernst, Salvador Dalí y André Breton; este último además fue el creador de la escritura automática (que es escribir sin ton ni son y sin ir para ningún lado) y el surrealismo.
La palabra dadaísmo no quiere decir nada. Sus autores no se ponen de acuerdo en el origen. Algunos afirman que abrieron el diccionario y encontraron la palabra “dada”, que en francés significa “caballo de batalla”, aunque Tzara afirma que es una palabra que no significa nada.
Otros dicen que “dada” es por el balbuceo de los bebés al comenzar a gesticular palabras; algunos aseguran que el significado es “basura”.
Sea como fuere, la palabra hoy tiene el significado de ruptura a las convenciones artísticas. En la escritura hay un juego de palabras que era muy usado entre los seguidores de esta postura: la idea es tomar un pedazo de periódico o una hoja de un libro y recortar palabras, meterlas en una bolsa, para luego irlas sacando poco a poco para formar un poema. Hagan el intento y verán que lo que digo es una reverenda mamada (divertida), pero hoy en día sigue causando admiración y conmoción.
Poesía dadaísta:
Encontraron,/ Un día/ En el fondo/ De carne y huesos/ En un pequeño/ Baño/ Su gusto/ Culposo./ Casi humano/ Puro/ Ingrato.
(Sacado del libro Mis Fridas sufridas).
Combustión instantánea
Tristán encontró un pequeño poema firmado por Tzara. Lo curioso del caso es que tenía el mismo nombre de él. La verdad no entendió nada: parecía un poema, pero sin sentido.
“Ha girado en torno al faro el nimbo de los pájaros azules
En las mitades de la oscuridad taladrando la lejanía de los barcos
Y se han caído al agua cual cenizas de arcángeles”.
Junto al poema había lo que parecían ser las piernas de un hombre quemado y una pequeña mesita de noche. El poema estaba intacto. En el suelo había cenizas y olía a puerco cocinado a la leña. Por supuesto, Tristán no daba crédito. No había rastros de cerillos ni de gasolina. El forense recogió las piernas que mantenían los calcetines y los zapatos todos tiznados. No existía explicación científica para esta muerte.
Tristán, cuando niño, había oído en un programa de televisión el término combustión instantánea humana. Esta no tiene una explicación creíble. El forense determinó que las cenizas encontradas eran de un cuerpo, seguramente del tipo que estaba leyendo el poema. Tris también encontró la fuente del poema. Al buscarlo en internet se dio cuenta de que había un paralelismo entre el escrito encontrado y el muerto. Lo que nunca supieron, ni él ni el forense, fue qué ocasionó el inicio del fuego.
Cuando Tris le preguntó a su amigo si creía en la combustión instantánea, él afirmó:
––Si la gente cree en la virgen María y llena el santuario mariano con doce millones de almas el 12 de diciembre, ¿por qué no podemos creer que un ser humano pueda arder de esa manera?
––Seguramente al leer esta mamada el cuerpo no lo soportó y comenzó a quemarse por dentro. Ve tú a saber la causa.
No había indicios de que el fuego fuera provocado en toda la habitación. Fue uno de los pocos casos que el buen Tristán no pudo esclarecer.