BASIL BROWN

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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Los arqueólogos son los detectives de la antigüedad.

Basil John Wait Brown fue un arqueólogo y astrónomo inglés que en 1939 descubrió una de las piezas arqueológicas de la Edad Media más asombrosas.

Él era excavador porque su padre, al igual que el abuelo, le enseñó desde muy pequeño a observar las protuberancias de la tierra y a trabajar para desenterrar parte de la historia.
Nació en Bucklesham, una localidad situada en el condado de Suffolk, en Inglaterra. Su padre era granjero y excavador, quien eventualmente trabajó para algunos museos, como el Británico.
Basil estudió Astronomía en la escuela Rikinghall y recibió algunas tutorías privadas del tema, pero no hay registro de que haya terminado la carrera.
Sabía mucho de arqueología y se la pasaba leyendo y estudiando. Dicen que su pequeña casa estaba abarrotada de libros.
Como no tenía papeles que acreditaran sus estudios los museos lo contrataban solo como excavador.
Edith May Petty poseía un terreno con unos montículos en medio de su campo y solicitó la ayuda de Basil. Lo contrató pagándole dos libras a la semana porque ella decía que tenía un presentimiento.
Al cabo de un tiempo Basil hizo un hallazgo sorprendente: los restos de una nave de madera y una tumba.
La señora Petty llamó a algunos arqueólogos para que vinieran a comprobar el descubrimiento. La gente del Museo Británico trató de correr a Basil pero la señora intervino para que Brown continuara con su tarea. Al final nadie reconoció el trabajo de Basil.

Las piezas encontradas están en una de las salas del Museo Británico con una pequeña placa donde vienen los nombres de los dos. Hay una peli en Netflix bastante buena, con Ralph Fiennes y (mi novia) Lily James, un poco amelcochada pero bien realizada.
La excavación
Una vez más Tris encontró, en el patio trasero de una casa en Iztapalapa, un cementerio con muchos tanques de gasolina llenos de cuerpos descuartizados y pasados por ácido. Eran 20 tambos. Sabía quién era el asesino a sueldo.
Fue por él. Lo agarró y con un mazo le partió la cabeza de un solo golpe. Después lo descuartizó y lo metió en otro tambo. Al final le puso el mismo ácido y selló el recipiente.

Hizo una llamada anónima a la comisaría para que encontraran los cuerpos. El expediente sigue abierto.