Morgan Kibby, un músico independiente en activo que colabora extensamente con M83 y lanza su propia música como White Sea, recuerda haber visto su tema de 2015 Stay Young, Get Stoned acumular miles de visitas en YouTube, pero no en su página, donde en realidad podría ganar dinero.
Perseguir esas cargas de música ilegales en YouTube es para los artistas como jugar un juego tortuoso de Whac-A-Mole, una metáfora que surge constantemente cuando artistas, sellos y defensores se desahogan sobre las frustrantes realidades de la ley Digital Millennium Copyright Act (DMCA, por sus siglas en inglés).
Es una tarea costosa y tediosa. Y aunque los sellos discográficos más importantes y algunos de los independientes de mayor relevancia tienen los recursos para levantar una bandera roja en YouTube la gran mayoría de los artistas en activo, como Kibby, no los tienen.
Pero aún más frustrante fue un video que descubrió para Stay Young, Get Stoned que proclamaba que era el “video musical oficial”.
“Fue horrible y tuvo muchas más transmisiones que mi versión oficial de la canción”, asegura Kibby, quien recuerda el clip en cuestión. “Fue realmente descorazonador. Hay toneladas de personas que probablemente no escucharon mi música antes, pero vieron ese video que puede descarrilar por completo lo que podrían pensar sobre mí y mi catálogo”.
Crisis
Recordemos que la DMCA es una ley de derechos de autor de Estados Unidos de 1998 que implementa dos tratados de 1996 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y que penaliza el acto de eludir un control de acceso, haya o no una infracción real de los derechos de autor.
Un argumento que suele surgir en estos casos es que los artistas deberían relajarse sobre este tipo de infracción de derechos de autor y estar encantados de que su música gane terreno en línea. En otras palabras, deberían estar felices por la “exposición”. A eso Kibby responde: “La exposición es una falacia. Estás hablando con un artista que ha pasado por intensas fases de decir que sí a todo, porque así es como construyes comunidad, tu currículum, tus habilidades, etcétera. Pero al final del día tu exposición no significa una mie***…” O como diría un amigo músico: mi renta cuesta 20 mil exposiciones.
Internet ha abierto la música de maneras maravillosas y muchos músicos se benefician de momentos virales mezclados con un poco de infracción de derechos de autor. Pero la razón principal por la que la exposición “no significa una mie***” para la mayoría de los artistas es que la DMCA intensifica la crisis que comenzó con el MP3: la destrucción del valor financiero de una canción.
Richard James Burgess, músico inglés y director ejecutivo de la Asociación Estadunidense de Música Independiente, lo expresó de esta manera: “Solía haber cinco pilares financieros en la industria de la música y nos quedamos solamente con el pilar de la grabación, que es solo promocional para los nuevos pilares de mercadotecnia, patrocinios, derechos editoriales y las giras. Es ridículo y lastima a los consumidores al final, porque terminas con menos grabaciones buenas”.
YouTube, con base en usuarios, paga a los artistas significativamente menos que Spotify y Apple Music. Eso es ciertamente un producto de su vasto poder de mercado pero también, argumentan algunos, una consecuencia de la DMCA que trata al sitio como una bestia totalmente diferente.
La disparidad entre la popularidad de la música en YouTube, los ingresos que obtiene de los anuncios y el dinero que ganan los artistas incluso tiene un nombre en el negocio de la música: “brecha de valor”.
La pregunta final es: ¿Cuál es el futuro de la música en un mundo en que los seguidores no acostumbran a pagar por ella?
Muy pronto tendremos una respuesta.