El erotismo es una forma de vida. Puedo afirmarlo con tal certeza porque es mi forma de vida. Mi elección está fundamentada en la convicción de que el mundo está hambriento de buenas noticias y el amor, el gozo y la belleza son buenas noticias.
No siempre fue así, claro. Educada como estuve en un contexto católico en el que la fascinación por el sexo más allá de su capacidad reproductiva es uno de los pecados capitales; en una familia en la que el sacrificio y no el disfrute era la manera de educar y demostrar amor; en una época en la que las fuentes de información estaban limitadas a los medios masivos, con las consiguientes limitaciones de enterarse de lo que un puñado de personas decidía que debías enterarte, era muy difícil que esa idea fuera innata en mí; a fin de cuentas las ideas innatas no son más que una manipulación inconsciente que lleva a dar como certezas diversos aspectos que más bien deberían ser dudas. Lo culposo y pecaminoso del sexo es una de ellas.
Todavía no alcanzo a comprender por qué en el mundo se admira más la violencia, que el diálogo; por qué los impulsos sexuales son castigados y al mismo tiempo el comercio sexual es uno de los más grandes negocios. ¿Será que somos remanentes de los hombres de la edad de las cavernas donde regía el poder del más fuerte? ¿Dónde han quedado siglos de arte, de avances tecnológicos, de sofisticación intelectual?
Las relaciones sexuales y el erotismo están relacionados, aunque no todo sexo implica erotismo ni todo erotismo tiene que ver con sexo.
El sexo es la conjunción de órganos que componen el aparato reproductivo y los genitales, y también la actividad sexual en sus diversos niveles: desde un faje hasta la penetración por cualquier orificio corporal. Esta es una función orgánica, biológica, instintiva, incluso hasta salvaje, como escribieron autores como el Marqués de Sade. Se pueden tener relaciones sexuales sin gozo, sin erotismo, incluso con violencia y por satisfacer solo el ímpetu carnal.
Piel y mente
El erotismo, en cambio, está en la dimensión mental y espiritual del ser. Es una relación intensa con las sensaciones que recibimos por medio de los sentidos, las emociones que experimentamos en la relación con el entorno, sus habitantes y sus fantasías. No tiene que ver siempre con sexo porque hay profundo erotismo hasta en el deleite que nos produce darle un bocado a un mango suculento y hasta en la repulsión que nos causa el olor de la basura acumulada: ambas experiencias nos invitan a acudir a la fiesta de estar vivos.
A fin de cuentas, el erotismo es abrirse a la posibilidad de estar en el mundo con amor, y el amor es, según bell hooks, “aprender a combinar varios elementos: cuidado, afecto, reconocimiento, respeto, compromiso y confianza, amén de una comunicación clara y sincera”.
La mayoría de la gente piensa que el tabú es el sexo, cuando en realidad el tabú es la ausencia de culpa relacionada con la dimensión espiritual e intelectual del sexo. Porque coger sin culpa, con satisfacción y amor, libera; y no hay nada que amenace más al sistema que las personas de piel y mente libres.
Con Por una vida sexy, mi editorial, imagino, investigo, escribo y publico libros que rompen tabús, provocan deseo y promueven un profundo amor por el cuerpo, la mente, la sexualidad y el placer para que no haya forma de que no te enamores profundamente de ti y te cuides, reconozcas y respetes como a lo más valioso.
¿Te suena como a puras patrañas, a justificaciones inventadas para tener buenos pretextos para una existencia disoluta y lujuriosa? Quizás. Pero, por lo menos, espero haberte dejado algo que dudar y algo en qué pensar.