Para los líderes populistas como Donald Trump es esencial mantener contento al pueblo, es decir, a ese gran sector de la población que, como votantes, lo llevó al poder. No obstante, más allá de lograr tal cometido mediante políticas concretas que beneficien el desarrollo de la nación, a este personaje le resulta más sencillo crear batallas en las que salga triunfante.
Varios populistas, sean de derecha, izquierda o de otra tendencia, necesitan victorias. Su política depende enormemente de los discursos y de la creación de la ilusión de que tales discursos, cargados de promesas, se están llevando a cabo. No me atreveré a afirmar que todos han actuado de esa manera, pues existen casos en los que se implementaron políticas en beneficio de los intereses nacionales y no se limitaron únicamente a las percepciones.
Ahora bien, el reciente conflicto de aranceles puso de manifiesto la importancia que tienen las victorias simbólicas para el nuevo gobierno estadunidense. Por victoria simbólica se entiende el proceso de transmitir, mediante el uso de distintos símbolos (lenguaje, imágenes u otros dispositivos), algún elemento de la realidad de forma que los receptores lo interpreten como un logro del transmisor. No es un recurso exclusivo de los gobiernos populistas, pero resulta especialmente perceptible en ellos.
En el caso de Trump, representante de un populismo de derecha o reaccionario, la amenaza de imponer aranceles a México y Canadá fue parte de un discurso que venía promoviendo desde la campaña: poner fin a la migración ilegal y a la entrada del fentanilo. Lo dejó muy claro al emitir un comunicado difundido en redes sociales. Posteriormente alcanzó un acuerdo con ambos gobiernos, el cual también hizo público, evidenciando así el éxito de su administración en concordancia con lo prometido a sus votantes. Todo esto era parte de las condiciones para lograr una victoria simbólica.
Herramienta
Sería erróneo pensar que las victorias simbólicas se quedan en un plano abstracto o carecen de presencia en la realidad. Por el contrario, un ejemplo conciso de ello se halla en el fortalecimiento de la relación entre gobernantes y gobernados, sustentado en la percepción de que se están cumpliendo las promesas. Dicha aprobación es crucial, ya que permite la implementación de políticas con escasa oposición.
La eficacia del populismo en Trump se manifiesta en su capacidad para transformar discursos y amenazas en victorias simbólicas que consolidan la relación con sus votantes. Esta estrategia, ejemplificada en el reciente manejo de los aranceles, no solo crea la ilusión de cumplimiento de promesas electorales, sino que también refuerza la percepción de éxito y legitimidad ante la opinión pública. Al hacer énfasis en estos logros simbólicos se facilita la implementación de políticas con menor resistencia y se refuerza el apoyo popular, independientemente de la profundidad o el impacto real de dichas políticas en el desarrollo nacional.
La verdad es que dudo que se logre solucionar el problema del fentanilo mediante una mayor militarización de la frontera entre México y Estados Unidos, pues este último no puede abordar en su totalidad la complejidad de la problemática.
Así, el uso de símbolos y discursos se transforma en una herramienta clave que potencia la capacidad para movilizar y mantener la adhesión de un sector significativo del electorado.