Luego de la tremenda paliza que recibió Joe Biden por parte de Donald Trump en el primer debate presidencial, lo único que nos queda por celebrar es que —por lo menos— el circo electoral de siete pistas por fin arrancó de lleno y asegura estar muy entretenido, aunque al final pueda representar la muerte de la democracia en Estados Unidos.
¿Hay alguna esperanza para el Partido Demócrata después de lo que presenciamos el 27 de junio? Aunque parezca improbable, la respuesta es afirmativa. Porque incluso cuando Biden ofreció una actuación lamentable (donde prácticamente todos los temas relevantes —excepto su edad y su capacidad mental— pasaron a un segundo plano), existe todavía un asunto que podría ser el arma termonuclear de los demócratas, siempre que jueguen bien sus cartas y sepan aprovecharlo. Me refiero a los derechos del aborto para las mujeres.
Porque tres días previos al debate se conmemoraron los dos años desde que la Suprema Corte decidió eliminar el derecho a interrumpir el embarazo que las mujeres habían ganado con el mítico caso de Roe vs. Wade, allá en 1973.
Para los políticos y los ciudadanos conservadores autodenominados “provida” la sentencia en el caso Dobbs vs. Jackson Women’s Health de 2022 representó la última victoria en una batalla que se había gestado (ejem) por casi 50 años. Pero esta victoria ha resultado pírrica (por decir lo menos), ya que significa una verdadera calamidad para millones de mujeres estadunidenses.
Como bien indica el periodista Charles Sykes en The Atlantic una cosa es rabiar y criticar la práctica del aborto cuando sabes que está protegida por la ley —una situación similar a la de jugar con pistolas de plástico—, pero otra muy distinta es recibir de pronto armas y municiones reales con la capacidad de infligir un daño real en la vida de las personas. Esto fue precisamente lo que ha ocurrido desde Dobbs vs. Jackson Women’s Health.
Terror real
Porque en este mundo posRoe el Partido Republicano de pronto se encontró con el poder absoluto para trastocar los cuerpos y las vidas de millones de mujeres en sus estados. Ahora su retorcida imaginación y su crueldad serían el límite para imponer las reglas del juego: ¿Debe prohibir los abortos a las 15 semanas? ¿Por qué no a las seis semanas? Aún mejor: ¿por qué no prohibirlos totalmente? ¿Existirán excepciones por violación o incesto?
Esta situación ha generado un ambiente de confusión y caos que ha sido aprovechado por los elementos más extremistas del movimiento “provida” para impulsar medidas aún más draconianas y crueles en sus legislaturas estatales. Ahora las preguntas que se realizan ya no son sobre los niveles de prohibición, sino sobre las acciones punitivas a tomar: ¿Habría que encarcelar a los médicos que terminen un embarazo? ¿O qué tal meter a la cárcel a la madre de la criatura abortada? ¿Qué hacer con los abortos espontáneos? ¿Encarcelamos a las mujeres que sufran uno? ¿O qué tal a los médicos que las atendieron en los hospitales? ¿Y por qué no prohibir las píldoras abortivas? ¿O la fecundación in vitro?
El terror para las mujeres es real, ya que se enfrentan de facto a una “criminalización del embarazo”, donde cualquier complicación médica podría ser causante de una acción punitiva para ellas y sus médicos.
Todo esto puede ser capitalizado por los demócratas previo a la elección en noviembre. De acuerdo con una encuesta realizada por la ONG All In Together y Echelon Insights, 34% de las mujeres dijo que ellas o alguien que conocen había decidido no quedar embarazada por miedo a alguna complicación médica durante el embarazo.
Esto les abre una ventana a los demócratas para movilizar a millones de personas en contra de un Estado que se ha transformado en el Gran Inquisidor, con la capacidad de intervenir y castigar a quienes no comparten su visión religiosa en temas de salud reproductiva.
Claro… digo que podrían capitalizarlo siempre y cuando su candidato tenga la capacidad de hilar de manera coherente dos enunciados. Y eso aún está por verse…