EL VIAJE A LA LUNA

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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No hay obstáculos imposibles; solo hay voluntades fuertes y débiles.

Julio Verne

Fue en 1865 cuando Julio Verne publicó De la Tierra a la Luna. Gracias a esta obra y otros libros se le considera el padre de la ciencia ficción, aunque el término lo acuñó hasta 1926 Hugo Gernsback al incorporarlo en una de las revistas especulativas de los años veinte llamada Amazing Stories.

Años más tarde que Verne escribiera el libro, también en Francia un alquimista realizó la primera película de ciencia ficción, llamada Viaje a la Luna, inspirada en los relatos de Julio. Me refiero a George Méliès.

Pasaron muchos lustros hasta que el 21 de julio de 1969 el programa Apolo, de Estados Unidos, llegó a la Luna, la cual fue pisada por dos astronautas: Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Era la quinta misión tripulada en una carrera desesperada por ser la primera nación en llegar. Basta recordar que el cosmonauta ruso Yuri Gagarin había sido el primero en viajar al espacio exterior.

Recuerdo que ese día estábamos de vacaciones de verano y mi mamá nos llevó a la casa de la tía Jolis a ver el alunizaje, porque era la única que tenía tele a color.

Se calcula que la transmisión fue vista por más de 600 millones de almas. Yo era un chamaco caguengue de ocho años y esperaba con gran expectación la llegada del hombre a la Luna. Me sorprendí mucho cuando en la televisión, en lugar de mostrar en vivo y a todo color el evento, se transmitió una animación en blanco y negro de cómo era el alunizaje.

Los conspiracionistas afirman que el hombre no llegó a la Luna y que todo fue un montaje realizado en un estudio para así afirmar que Estados Unidos era el ganador de la carrera espacial.

Hay muchos elementos que reafirman esta teoría. La bandera ondeando; en la Luna no hay oxígeno y, por lo tanto, no puede haber viento. Las huellas de los astronautas son perfectas en una superficie donde, primero, hay muy poca gravedad y, segundo, la tierra es firme. También se alcanza a ver una letra C marcada artificialmente en una piedra lunar. En las fotos no se ve ninguna estrella, solo se alcanza a ver un fondo negro. Las sombras de las piernas, de la nave y la bandera no corresponden.

En fin, como sea, pusieron en duda si realmente llegaron a la Luna. Lo más curioso del caso es que el cineasta Stanley Kubrick afirmó en una grabación que le hicieron pocos días antes de su muerte a los 70 años, que dado que él había realizado la película un año antes (Odisea en el espacio) él podía recrear el ambiente lunar y hacer la filmación de la llegada del hombre a la Luna. Kubrick afirmaba que todo fue un montaje para ganar la carrera espacial y que le habían hecho jurar que nunca diría la verdad.

Lo más extraño es que el cineasta murió a los pocos días de terminar su último filme (Eyes Wide Shut u Ojos bien cerrados) en su casa, de un paro cardiaco mientras dormía.

Esa es la versión oficial, pero muchos afirman que lo mandaron silenciar. Lo que no sabían es que el director había guardado muy bien la cinta donde afirmaba que todo era un montaje. ¿Será?

Envenenado

Pasaban unas viejas películas en Cinemanía. Era una colección de cine mudo donde se incluía El viaje a la Luna, de George Méliès. La sala estaba casi vacía. Justo en medio de las butacas se encontraba un hombre que no se movía para nada. Al acabar la función, los pocos espectadores salieron del recinto. El hombre siguió inmóvil.

Cuando el encargado llegó a despertarlo descubrió que el hombre estaba muerto. Llamaron a Tristán, pues no sabían si era un asesinato o una muerte natural. El cadáver empezaba a oler mal porque el cuerpo sacó todos sus fluidos. Al parecer, el occiso había comido carnitas y cebolla: sus heces olían muy fuerte.

Al llegar, Tris tuvo que sacar su pañuelo pues el olor ya era insoportable. Examinó con ojo clínico la escena y no encontró nada sospechoso. Cuando se llevaron el cuerpo tuvieron que llamar a los de limpieza; trajeron mucho cloro para quitar las manchas en el asiento y el olor.

En la morgue se dieron cuenta de que lo habían envenenado. No había ningún rastro. El vendedor de los boletos le mencionó a Tris que el sujeto en cuestión llegó solo. Por el olor a carnitas, Tris detectó que la víctima había estado en un restaurante muy cercano al complejo. Al hacer las investigaciones notó que la chef, de nombre Daniela “N”, se puso muy nerviosa. (Continuará)