Admítelo: una de las mejores cosas que tiene la navidad es la comida.
Anónimo
La historia de Navidad que les voy a contar tiene que ver con el singular fruit cake o pastel de frutas que todos hemos padecido alguna vez.
Según los anales históricos este platillo se comenzó a realizar en el tiempo de los romanos y se hacía con un pan duro, frutos secos, vino y menudencias de aves. Con el tiempo estas últimas fueron suprimidas, pues el pastel se echaba a perder demasiado pronto.
Precisamente, se necesitaba tener alimentos que tuvieran una gran duración, ya que las batallas podían tomar meses o inclusive años; y además que les dieran energía suficiente a los soldados.
Fue así que comenzaron a experimentar con diferentes masas y le empezaron a poner piñones, granadas secas y pasas; sumergían la masa en cebada, que servía como conservador; y era cocinada para que tomara forma de ladrillo y se pudiera transportar fácilmente… y en el último de los casos el pastel lo podían usar como arma (bueno, yo digo).
Algunos historiadores creen que los antiguos egipcios colocaban una versión muy primitiva del pastel en las tumbas de sus seres queridos (pero esta es mera suposición de los pinches antropólogos).
Los ingleses hicieron su propio pastel (Plum); está relleno de frutas secas y cítricos confinados. Denso y pesado, requiere largos tiempos de horneado. Llegó a América por vía de los colonizadores ingleses en el siglo XVII.
Ahora bien, el fruit cake dura mucho porque debe “alimentarse” con alcohol, ya sea brandy, ron o coñac, dependiendo el estatus y el dinero que tenga el comensal en el banco. Esto se hace durante varias semanas y es para mantenerlo fresco, húmedo y tenga mejor sabor.
También se cubre con mazapán y glaseado, lo que acentúa el sabor y como elemento decorativo. La longevidad del pastel de Navidad dependerá en gran medida de los ingredientes y cómo se trate después de hornearlo.
Al igual que un buen vino, un buen queso o un buen veneno, un pastel de frutas bien curado tiene un proceso de envejecimiento gradual. Este envejecimiento permite que los ingredientes del pastel interactúen y evolucionen, lo que tiene como resultado un sabor más complejo y sofisticado de texturas y aromas mejorados.
Generalmente estos pasteles se elaboran con ingredientes que ya están conservados. Normalmente las frutas y frutos secos que se utilizan para hornear los pasteles de frutas se han curado previamente sobre algún tipo de azúcar. Y aunque parezca mentira, el azúcar actúa como uno de los mejores conservadores naturales para las frutas. No pasa lo mismo con los pasteles que se hacen con lácteos, los cuales se descomponen muy rápido debido a la naturaleza perecedera de los productos con que se elaboran, sobre todo porque provienen de la leche.
Resulta paradójico que un elemento primordial de la Navidad sea tan caro, ya que como hemos mencionado la mayoría de los ingredientes son realmente muy caros.
Pues bien, si en tu casa sigue guardado uno de estos alimentos, no te espantes: te lo puedes comer sin ningún problema, ya que puede durar con sabor por varios años. Yo en mi casa tengo una reliquia (que no nos hemos acabado) y que perteneció a mi tatara, tatara, tatarabuela. Bueno, eso decía mi mamá. No lo dudo, porque desde que tengo memoria ha pasado de generación en generación el pinche pastel. La broma de Navidad es que entre mi familia lo hemos regalado como unas 60 veces con el típico roperazo, pero siempre regresa. Dicen que origen es destino; pues aquí aplica perfectamente.
El pastel
Era 24 de diciembre. En la mesa se encontraba un muerto con un golpazo en la cabeza; tenía un hematoma y un chichón del tamaño de una pelota de tenis.
Cuando Tris llegó a la escena del crimen, vio al incauto acostado sobre el plato de Navidad y la sangre regada por todo el mantel.
La asesina confesa estaba en un sillón y se veía contenta. Cuando Tris la interrogó solo emitió una risita. Fue llevada a los separos y ahí confesó el verdadero motivo por el que había matado a su esposo: ella sufría de un trastorno causado por el pinche fruit cake. Y después de un par de horas y de que Tris le puso frente al fruit cake ella confesó.
—Fíjese, señor don Tristán, que el pastel llevaba con nosotros ya muchas décadas. Estaba tan duro como una piedra. Y mi marido, como siempre, no se lo quiso comer. Así que lo agarré y le puse un madrazo en la cabezota para que reaccionara, pero como estaba tan duro, se me pasó la mano.
Esa Navidad Tris realizó el reporte. Tenía en la alacena de su casa un pastel igual, que trató de destruir en cuanto llegó, sin ningún resultado.