La vanidad es el amor propio al descubierto.
Bernard Le Bovier de Fontenelle
La vanidad muchas veces se asocia con algo negativo, tal vez con arrogancia, egoísmo, desinterés y hasta soberbia. Sin embargo, preocuparse y ocuparse por nuestro físico, ya sea por medio de cambios físicos o hasta por medio de filtros digitales, puede llevarnos a un mayor comportamiento prosocial; por ejemplo, encaminarnos a hacer donativos a una caridad o a comprar productos más éticos.
Esto lo comprobaron investigadores de la Escuela Wharton en la Universidad de Pennsylvania, quienes descubrieron que los esfuerzos de embellecimiento aumentan la autoconciencia pública, incitando a los participantes a alinear sus acciones con normas socialmente aceptables.
La motivación de este estudio surgió del interés de los investigadores por comprender las implicaciones sociales más amplias de un comportamiento tan omnipresente y personal como la mejora de la apariencia.
“Intentar mejorar el aspecto físico es una práctica muy extendida, pero a menudo se considera negativa y se asocia a la vanidad o la superficialidad. En concreto, queríamos explorar si la mejora de la apariencia podría ir más allá de los beneficios personales e influir en comportamientos que repercutieran positivamente en los demás”, explicó Natalia Kononov, autora del estudio.
Los investigadores realizaron una serie de siete estudios, con un total de casi tres mil participantes, para explorar si las mejoras en el aspecto físico podían influir en comportamientos prosociales, como donar a obras benéficas o elegir productos éticos. Estos estudios incluían una mezcla de experimentos dentro de un laboratorio, encuestas en línea y un experimento de campo.
En los estudios los participantes realizaron actividades que o bien mejoraban su apariencia o bien implicaban acciones no relacionadas. Los investigadores midieron los comportamientos prosociales utilizando varios indicadores, como la voluntad de donar, las contribuciones monetarias reales y las preferencias por marcas socialmente responsables. También evaluaron la autoconciencia pública de los participantes (el grado en que consideraban que sus acciones y su apariencia eran visibles para los demás) como posible mecanismo impulsor de estos comportamientos.
Confianza
En algunos experimentos se pidió a los participantes recordar momentos en los que habían mejorado su aspecto, como peinarse o maquillarse. A continuación, se les plantearon situaciones hipotéticas, como decidir si donar a una organización sin fines de lucro o compartir un enlace benéfico en las redes sociales. En comparación con los participantes que recordaron actividades placenteras no relacionadas, los que reflexionaron sobre las mejoras en su aspecto mostraron sistemáticamente una mayor disposición a adoptar conductas prosociales.
Otros experimentos consistieron en alteraciones digitales en las que los participantes se hacían selfies y aplicaban filtros favorecedores o neutros. Los que utilizaron dichos filtros no solo dijeron sentirse más atractivos, sino que también demostraron mayores niveles de generosidad en tareas de donación en laboratorio. Curiosamente, cuando los participantes aplicaban filtros poco favorecedores o realzaban objetos como plantas, estos efectos desaparecían.
“El estudio demuestra que mejorar el aspecto físico no solo aumenta la confianza en uno mismo, sino también la conciencia de cómo nos ven los demás. Esta mayor conciencia puede conducir a acciones más prosociales, como donar a obras de caridad o elegir marcas éticas. Curiosamente, un comportamiento que a menudo realizamos porque nos preocupamos por cómo nos perciben los demás acaba reforzando este ciclo, ya que el acto de mejorar la apariencia nos hace aún más conscientes de la impresión que estamos causando”, concluyó Kononov.
Y tú, ¿te consideras una persona vanidosamente altruista?