PAÍS SIN UNIDAD

Sergio Sarmiento
Columnas
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Donald Trump

“Frente a la agresión es imprescindible la unidad nacional, mantenernos de pie, sin agachar la cabeza ante la calumnia y la falsedad”. Las palabras son del senador Manuel Huerta, de Morena, pero no es el único político cercano al gobierno que ha estado llamando a la unidad nacional desde la toma de posesión de Donald Trump en Estados Unidos.

Lo que pide este senador, y muchos otros políticos de Morena, es unidad en torno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Y se entiende. Cuando hay un enemigo externo las fuerzas políticas nacionales deben dejar sus diferencias a un lado y unirse. El problema es que en México el gobierno es el primero en desdeñar esta unidad.

La celebración de la Constitución mexicana el 5 de febrero ofrecía una maravillosa oportunidad para ofrecer un gesto de unidad. Se supone que la Constitución es un documento que transciende las diferencias políticas. Quizá no sea completamente cierto, ya que la Carta Magna ha tenido más de 700 enmiendas y cada una ha estado marcada por la ideología del gobierno del momento. Pero cada 5 de febrero hemos tenido durante décadas una celebración en la que han participado los tres Poderes de la Unión y los representantes de las principales fuerzas políticas, incluidas las de oposición.

Por lo menos esto ocurrió hasta 2024. El 5 de febrero del año pasado el entonces presidente decidió no asistir a la ceremonia que tradicionalmente se lleva a cabo en Querétaro y usó la fecha para lanzar una veintena de iniciativas para enmiendas, 18 de las cuales modificaban la Constitución. Fue la más partidista de todas las andanadas de reformas y la más irracional también. Entre las iniciativas estaba una reforma judicial para destituir a todos los jueces, magistrados y ministros y reemplazarlos con otros nuevos electos por voto popular a partir de unas listas de candidatos preparadas fundamentalmente por el partido en el poder y ajustadas por “tómbola”. En ningún país del mundo todo el Poder Judicial se elige por voto popular; en ningún otro se utilizan sorteos para seleccionar a los candidatos a cargos de elección.

Humildad

El pasado 5 de febrero la nueva presidenta Sheinbaum sí aceptó participar y presidir la reunión de la República. Era una gran oportunidad, apenas unos días después de la última andanada de amenazas de Trump, para ofrecer un desplante de unidad nacional y mostrarle a Trump y a su equipo que los mexicanos, a pesar de las diferencias normales que puede haber en una República, estamos unidos.

Solo que la presidenta no quiso hacer gala de esa unidad. Decidió no invitar a la celebración a los representantes del Poder Judicial, específicamente a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Piña. Explicó: “Somos republicanos y somos respetuosos, pero también pedimos respeto”.

La verdad es que nunca el Poder Judicial ni la SCJN le han faltado al respeto al Ejecutivo. Otorgaron suspensiones y amparos contra medidas e iniciativas del expresidente, pero porque eran violatorias de la Constitución y las leyes que de ella emanan. Si alguien faltó al respeto a los juzgadores, si alguien los descalificó e insultó públicamente, fue el exmandatario.

Pero ya no es presidente de la República, o por lo menos eso nos han dicho. La presidenta Sheinbaum debió haber dejado atrás los agravios de su predecesor para utilizar el festejo por la Constitución para forjar una nueva unidad política. No lo quiso hacer.

En México una cosa es pedir unidad; otra muy distinta es tener la humildad para buscarla.