TODOS PIERDEN

“Estancamiento en el frente de batalla”.

Lucy Bravo
Columnas
Ucrania

No cabe duda que Ucrania está en una carrera contra el reloj. No solo en el campo de batalla sino también en la escena internacional. Si bien los esfuerzos del presidente ucraniano Volodímir Zelenski de mantener el reflector en la guerra que libra su país con los invasores rusos han rendido frutos en diversos momentos, hoy no parece ser el caso.

Para muestra, el hecho de que su principal aliado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, haya preferido acudir a un evento de recaudación de fondos en California para su campaña electoral, en lugar de la cumbre de paz sobre la guerra en Ucrania, celebrada en Suiza el fin de semana pasado.

Aunque Zelenski viene de una buena racha de goles en el terreno de la diplomacia después de que en esta reunión 80 países hicieron un llamado conjunto para que la “integridad territorial” de Ucrania sea la base de cualquier acuerdo de paz que ponga fin a la guerra de Rusia y se lograra un acuerdo de seguridad entre Biden y su homólogo ucraniano en la cumbre del Grupo de los Siete (G7), el panorama dista de ser optimista. A tal grado, que ya se ha vuelto costumbre escuchar a Zelenski lamentar que sus aliados únicamente han transferido a su ejército armamento suficiente para resistir, mas no para ganar.

Laberinto

Pero mientras Ucrania lucha por sobrevivir a una primavera más de guerra, el presidente ruso, Vladimir Putin, parece más decidido que nunca a mantener su maquinaria bélica viva. De hecho, esta semana las preocupaciones de que los enemigos de Estados Unidos estén ayudando al esfuerzo de Rusia se reafirmaron con el viaje de Putin a Corea del Norte, que incluyó una reunión con el líder tiránico del aislado Estado estalinista, Kim Jong-un.

Tan solo la semana pasada al presidente ucraniano se le preguntó en una conferencia de prensa en Italia si China estaba vendiendo armas a Rusia para usarlas en la guerra. Biden, que estaba a su lado, solo observó mientras Zelenski aseguró que China no suministra armas a Rusia, pero sí “la capacidad de producirlas y la tecnología disponible para hacerlo. Así que, de hecho, está ayudando a Rusia”.

La idea de un frente antiestadunidense entre Rusia, China, Corea del Norte e Irán ha preocupado durante mucho tiempo a los expertos en política exterior en Washington. Hasta hace poco las agencias de inteligencia estadunidenses han evaluado que las diferencias entre los socios incómodos con sus respectivos gobiernos autocráticos hacen que las alianzas formales sean poco probables.

Pero todas esas potencias tienen un gran objetivo en común: el deseo de mermar el poderío estadunidense.

Además, la necesidad de Rusia de reponer sus suministros militares le ha obligado a otorgar concesiones buscadas durante mucho tiempo por Corea del Norte. No se sabe el alcance de la cooperación, pero hay mucha especulación en torno de la posibilidad de que Moscú está ofreciendo experiencia en materia de armamento nuclear o de misiles al gobierno de Kim Jong-un.

El subsecretario de Estado, Kurt Campbell, aumentó la intriga la semana pasada cuando dijo en un evento del Centro Stimson que los norcoreanos se han embarcado en una serie de acciones “provocadoras”, incluyendo el suministro de artillería y misiles a Rusia.

Sin embargo, nadie parece saber a ciencia cierta qué recibirá Kim a cambio. ¿Energía? ¿Tecnología? ¿Las capacidades para avanzar en su programa nuclear o de misiles? Sea cual sea la respuesta, estos acercamientos son una mala noticia para Ucrania.

Por lo pronto, el estancamiento en el frente de batalla coloca a ambos países en un laberinto imposible. Si bien la guerra relámpago de Putin no tuvo éxito, sus pequeños avances son inversamente proporcionales al agotamiento de los suministros ucranianos. Y al final siempre habrá una mesa en la que se tengan que sentar los enemigos, ya sea para negociar o para capitular. Pero eso no significa que alguien realmente gane. En esta, como en cualquier guerra, todos pierden.