Según lo expresamente manifestado por el presidente de los Estados Unidos de América, no es una broma ni una ocurrencia: Donald Trump está apostando a abrir un hueco entre la legalidad para postularse para un tercer mandato en la presidencia. Para muchos esto resulta un nuevo cometido del mandatario por distraer la atención pública y tomar la rienda de la discusión, sin embargo, ya existen antecedentes en donde creímos que estábamos ante un dislate y se encontraron las vías para hacer realidad una intención de Trump.
Y claro, hay muchas y variadas razones que operarían en contra de tal cometido. La primera meramente biológica por el inexorable avance del tiempo el cual nos presenta a un Donald Trump de 78 años quien, en caso de materializar su intención, estaría asumiendo a sus 82 años la tercera presidencia. Otro impedimento, seguramente el más claro y poderoso, tiene que ver con la existencia de la Vigésimo Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos la cual, expresamente, prohíbe la elección de tres mandatos para un mismo personaje.
Pero aun si Trump quisiera bordear la prohibición al postular a J.D. Vance, acompañarlo como vicepresidente en fórmula y posteriormente recibir de él el encargo, la Décimo Segunda Enmienda también lo limitaría ya que expresamente en tal postulado se establece la inelegibilidad constitucional para ambos niveles de mandato.
Estamos entonces ante un panorama cuesta arriba que bien admitiría una vía que avizoro y que mencionaré al final de esta intervención.
Pero primero vayamos a la historia que tanto nos alecciona. De entrada, Trump ya tiene como mérito ser el segundo presidente que ha logrado la elección en dos mandatos no consecutivos. Su antecesor en tal escenario fue Grover Cleveland, personaje que ganó la elección de 1884, resultó derrotado en 1888 y nuevamente llegó victorioso a la elección de 1892. Y el antecedente de presidentes con más de dos mandatos es añejo. Ahí, Franklin Roosevelt ha sido el único presidente electo para cuatro mandatos en 1932, 1936, 1940 y 1944. De este último personaje destaco su mando durante tiempos de guerra y que, desafortunadamente, del último periodo solo llegó a cumplir un año en el mandato ya que en 1945 falleció.
Órdenes ejecutivas
A pesar de las lecciones, ya hay intentos concretos de hacer dicha posibilidad una realidad. Por ejemplo, un cercano aliado de Donald Trump, el representante republicano de Tennessee, Andy Ogles, ya ha presentado una iniciativa para modificar la Enmienda 22 y así permitir el paso de un Trump encumbrado hacia un tercer mandato.
También sobre este último punto hay dificultades profundas que superar, me refiero a la necesidad de contar con dos tercios de los votos favorables de ambas cámaras, adicional a la ratificación de tres cuartas partes de la totalidad de los Estados de la Unión Americana. Tal cometido político es casi imposible en una temprana etapa de la presidencia y se antoja por igual no alcanzable ante la elección intermedia en los Estados Unidos.
Pero repito, estamos ante un personaje obcecado, alguien que no se va a rendir con facilidad ante un escenario adverso. Y en razón de ello aporto una última reflexión sobre lo que implica el estado de excepción estudiado por Schmitt, quien se refiere al contexto anómalo en donde las normas democráticas y parlamentarias dejan de funcionar con regularidad en una emergencia nacional.
El presidente Trump —guardadas las proporciones— ya ha hecho uso de su facultad ejecutiva para bombardear con órdenes ejecutivas o decretos personales que indican estar en equiparación a una guerra por la “invasión de la frontera sur”. Incluso, expresó con todas sus letras que para ese y cualquier tema que amenace la seguridad o estabilidad norteamericana “proporcionará interpretaciones autoritativas para el poder ejecutivo”.
Así, estamos en un enérgico rigor de mando que, también hay que decirlo, difícilmente llegaría a términos despóticos. Los Estados Unidos detentan una longeva tradición democrática y constitucionalista que chocaría de frente con cualquier intento de dictadura tiránica. La lucha por los derechos civiles, la abolición de la esclavitud o la reivindicación de los derechos laborales difícilmente pueden borrarse en ese tramo de tradición. Aunque también la guerra es un estado de excepción… Cuidado.