La radiación en el espacio es un tema de gran importancia para la salud de los astronautas, pues allá están expuestos a niveles de radiación mucho más altos que en la Tierra debido a la falta de protección atmosférica y magnética.
Esta radiación incluye partículas de alta energía provenientes del Sol (radiación solar) y de fuentes cósmicas (radiación cósmica).
La exposición prolongada a la radiación puede dañar el ADN y aumentar el riesgo de desarrollar cáncer. Igualmente, hay afectaciones al sistema nervioso central, en concreto, el cerebro y la médula espinal, lo que probablemente lleva a problemas cognitivos y motoros.
También son posibles afecciones al sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de enfermedades cardiacas, además de debilitar los huesos, lo que puede llevar a la osteopenia o la osteoporosis.
En relación con esto último Victoria de León, estudiante del Tecnológico de Monterrey campus Ciudad de México, desarrolló un proyecto innovador que busca proteger a los astronautas del cáncer de piel causado por la radiación en misiones lunares.
La joven innovadora fue reconocida en el Congreso Internacional de Astronáutica en Milán, donde su invento ganó el premio a la Mejor Presentación Interactiva en la categoría Space and Society.
Este avance no solo es crucial para las misiones espaciales sino que también tiene aplicaciones potenciales en la Tierra, como en hospitales y aviones donde la exposición a radiación es una preocupación constante.
Su invención utiliza regolito lunar (fragmentos de roca y polvo de la superficie lunar) y biopolímeros derivados de insectos para crear un tapiz que detecta radiación UV. Luego de identificar un problema con la radiación en el espacio, la cual genera que los astronautas puedan desarrollar cáncer al pasar más de 18 meses en dicho entorno, creó un sistema que utiliza un tapiz para las paredes en hábitats lunares; este emite una alerta visible que brindará a los astronautas información de que dicha zona tiene que ser evacuada.
Como una solución ingeniosa y para reducir la necesidad de utilizar recursos de la Tierra, la joven descubrió una propiedad fluorescente en el exoesqueleto (esqueleto externo) de insectos utilizados como alimento para astronautas, por lo que decidió integrarlos a su proyecto. Con este hallazgo ha logrado convertirse en la primera y única mexicana en obtener el premio y sobresalir por encima de universidades como Harvard y el MIT.
Trayectoria
La vocación de Victoria de León se gestó en un universo infantil poblado por las estrellas de Carl Sagan y la tangible materialidad de los juguetes de construcción. Desde temprana edad su fascinación por el espacio se tradujo en una clara intuición de su destino: innovar. Marcada por una curiosidad insaciable y un espíritu emprendedor, su trayectoria la ha llevado a vislumbrar un futuro profesional dedicado a la creación de soluciones inéditas y trascendentes.
En sus propias palabras: “No sé si será en el sector de emprendimiento o en el de investigación, pero sé que voy a dedicarme al desarrollo de algo nuevo, algo que pueda ayudar a las personas y que tenga un propósito”.
Más allá de su corta edad, Victoria se erige como una referente inspirador para las nuevas generaciones, demostrando así que la pasión por la ciencia y la tecnología no conoce fronteras geográficas y que el sector aeroespacial es un horizonte al alcance de todos aquellos que sueñan con construir un futuro mejor.
La travesía de esta emprendedora hacia el International Air and Space Program (IASP) comenzó con su participación en el Moon Colonization Program. Este programa de 23 semanas incluyó capacitación en tecnologías emergentes como la impresión en 3D y una profunda contextualización del sector aeroespacial, enfocándose principalmente en las misiones Artemis. Fue en este entorno donde Victoria demostró su capacidad y creatividad a través del proyecto Earth Center. Esta propuesta arquitectónica creativa no solo abordó la reutilización de recursos en el espacio, sino también la eficiencia energética y la producción sostenible de alimentos y oxígeno.
El reconocimiento de su esfuerzo y talento se concretó con una beca de 60% para asistir al IASP 2023, un logro que resalta la importancia de la educación interdisciplinaria y la colaboración en la resolución de los retos del futuro. En esta instancia Victoria lideró un grupo interdisciplinario compuesto por estudiantes de Ingeniería Química, Biotecnología, Física y Mecatrónica, haciendo valer el trabajo colectivo. La conexión y empatía entre los miembros del equipo no solo facilitó la cooperación, sino que también propició la creación del tapiz detector de radiación, una solución innovadora y revolucionaria.
Al igual que Victoria, los científicos han asumido los desafíos representados en la larga exposición a la radiación y trabajan en desarrollar tecnologías y procedimientos para mitigar los riesgos y proteger a los astronautas durante sus misiones espaciales.
Por ejemplo, en cuanto al blindaje de las naves espaciales hoy se prueban materiales como agua, hidrógeno y plásticos para proteger a los astronautas de la radiación cósmica y solar. Aunque sea difícil creerlo, estos materiales son efectivos para frenar las partículas de alta energía.
También se investigan nuevos materiales con propiedades de absorción y dispersión de radiación mejoradas. En este contexto podemos ubicar el invento de Victoria, que se podría usar como recubrimiento interior de las paredes de las moradas que serán establecidas en la Luna en próximas misiones espaciales.
Bajo fuego cósmico
Los viajes espaciales exponen a los astronautas a niveles peligrosos de radiación, aumentando su riesgo de cáncer. En la Luna esta amenaza se intensifica. Para hacer frente a este desafío los científicos investigan materiales y estructuras que puedan proteger a los exploradores espaciales. Desde trajes espaciales reforzados hasta refugios naturales como los tubos de lava, la búsqueda de soluciones innovadoras es clave para garantizar la seguridad de futuras misiones espaciales. La radiación promedio típica para una persona en la Tierra es de 3.6 mSv por año, que es una dosis pequeña. Los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI) reciben entre 80 y 160 mSv durante una estancia de seis meses, dependiendo de la actividad solar. En la Luna los astronautas experimentarán esta exposición a la radiación 2.6 veces mayor que en la EEI.