La sana distancia entre el partido que la postuló y la persona que ocupa la Presidencia de la República, que estableció de manera abierta desde su gestión como titular del Poder Ejecutivo el expresidente Ernesto Zedillo, está vigente.
Aunque obviamente con sus adecuaciones y formas particulares, no se trata de una acción novedosa o extraordinaria.
Lo destacable, en todo caso, es que la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum haya dejado en claro que mantendrá una sana distancia con Morena a partir del momento en que asuma la titularidad del Ejecutivo federal.
Una acción que recuerda la distancia que en su momento trató de guardar el presidente Andrés Manuel López Obrador entre el ejercicio gubernamental y la esfera del partido que creó.
No hay que olvidar que desde el inicio de su gestión López Obrador solicitó licencia como militante y fundador de Morena, para enfocarse en el desempeño del cargo de titular del Poder Ejecutivo y ha reiterado que al concluir su gestión volverá a pedir licencia para retirarse de la vida pública y política.
En el marco de la próxima renovación de la dirigencia de Morena, en la que al momento la aspirante más visible a la presidencia nacional es la hasta ahora secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, el saliente Mario Delgado señaló que consultaría a Sheinbaum sobre el proceso para renovar el liderazgo una vez que él tome el cargo de secretario de Educación.
Textualmente, refirió: “Tenemos que resolver esto antes de octubre. Entonces, hay que platicarlo con nuestra dirigente, con la presidenta electa Claudia Sheinbaum, para ver cuál va a ser la ruta”.
Ello llevó a que Sheinbaum, al ser cuestionada, señalara que no intervendrá en el proceso de renovación de Morena: “No creo que deba opinar; ya estamos en otra condición. Es asunto de la militancia”. Esto al tiempo que subrayó que no votará ni tomará una postura sobre quién debe dirigir el destino del partido.
Sheinbaum remarcó: “Tenemos que marcar la distancia entre gobierno y partido. Tengo la mejor de las opiniones sobre Luisa María y también la mejor de las opiniones sobre Citlalli, Mario y toda la dirigencia del partido”.
Asegunes
La sana distancia, como casi todas las cuestiones en política, tiene sus asegunes y ajustes por lo que hace al tiempo y las formas, que deben ajustarse a las circunstancias.
No puede ser considerada como una acción tajante e inamovible sino, por el contrario, como ha sido claro a lo largo de los años, la sana distancia que buscó mantener el presidente López Obrador no fue obstáculo para que en su momento expresara su opinión sobre la permanencia de Mario Delgado y Citlalli Hernández en la dirigencia partidista.
Tampoco lo fue para que creara un discurso y relatoría en torno del proceso sucesorio a partir de la creación del concepto de corcholatas y la configuración, desde el discurso, de la forma en la que debería desarrollarse la selección de quien habría de coordinar la defensa de la transformación.
La sana distancia va más allá de la presencia del titular del Ejecutivo federal en eventos organizados por el partido que lo postuló o su injerencia directa en la vida interna de ese instituto político.
En los hechos se trata de un concepto laxo, agradable al oído y propicio para atemperar inquietudes, pero que no se puede encuadrar, en principio, porque de manera obligada existe una correlación ineludible que se traslada en el plano parlamentario a la coordinación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo.
La sana distancia entre el titular del Ejecutivo y el partido que lo postuló, como discurso, tiene casi tres décadas de existencia, pero cada presidente la ha aplicado a su manera, con sus asegunes y consideraciones particulares.
Se trata de una bandera común, que no distingue colores ni ideologías.
Ahora, a partir del 1 de octubre, corresponderá a Sheinbaum llevarla al terreno de los hechos con su sello, visión y consideraciones, porque a nivel de norma no hay nada escrito sobre piedra.