LA SALUD DEL PRESIDENTE EN EU

Salud Presidencial estadounidense un tema que todos ven, pero que pocos hablan.

Ignacio Anaya
Columnas
LA SALUD DEL PRESIDENTE EN EU
AP

Una de las conclusiones más rápidas a la que llegaron los espectadores del debate entre Joe Biden y Donald Trump fue que el primero no está en facultades (la verdad, ninguno) para ser presidente debido a su estado de salud mental. El panorama para quienes no quieren otra presidencia de Trump se torna cada vez más negativo si es que Biden no decide abandonar su candidatura.

En la política de nuestro vecino del norte la salud presidencial se había convertido en un tema que todos ven, pero pocos se atreven a mencionar; o al menos así parecía hasta ahora.

Según encuestas de CBS News y YouGov poco más de 70% de los votantes cuestiona la capacidad mental del actual presidente para un segundo mandato. La verdad es que parece estar perdiendo la batalla contra su peor enemigo: el tiempo. Su reciente actuación en el debate presidencial, donde las ideas parecían escapársele y sus palabras mostraban poca lucidez, no ha hecho más que aumentar la preocupación.

Lo interesante es que, si se observa el pasado buscando casos similares, observaremos que ocultar la salud del presidente ha sido una tradición de la política estadounidense... al menos desde el siglo XX. La historia estadunidense está repleta de ejemplos de presidentes con problemas de salud graves ocultos al público: un candidato sufrió múltiples derrames cerebrales durante 16 años antes de su candidatura; otro ocultó una insuficiencia cardiaca congestiva mientras su médico aseguraba su buena salud; un tercer caso requería medicación implantada cada tres meses, con suministros escondidos por todo el país.

Franklin D. Roosevelt representa quizás el caso más extremo de ocultamiento de la salud presidencial. Paralizado por la polio, Roosevelt y su equipo organizaron un plan para minimizar la percepción pública de su discapacidad. Utilizando una silla de ruedas modificada, muletas y el apoyo físico de sus hijos, Roosevelt logró proyectar una imagen de vigor que distaba mucho de la realidad. La prensa, cómplice en este engaño, rara vez fotografiaba al presidente en situaciones que revelaran su condición real.

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La elección de líderes con problemas de salud significativos plantea preguntas incómodas sobre el sistema político estadunidense. ¿Están los votantes realmente informados sobre la capacidad de sus presidentes para gobernar? Y todavía me parece más importante preguntarnos si de verdad se le puede conferir a alguien con una cuestionable salud mental el mandato de una de las naciones más poderosas del mundo.

Así, las demandas por parte de medios, miembros del Partido Demócrata y la propia ciudadanía para que Biden se retire de la carrera presidencial parecerían indicar la seriedad del tema y, a lo mejor, un rechazo de diferentes sectores de la sociedad estadunidense a la historia de encubrimientos de la salud. Siempre se llega a un límite.

Esta situación plantea un desafío fundamental para la democracia estadunidense y, en general, para la de varios países, incluido México: ¿cómo equilibrar el derecho del público a saber con la privacidad médica de los líderes políticos?