¿UNA RUPTURA INEVITABLE?

“México también tiene un grado de responsabilidad en lo ocurrido”.

Lucy Bravo
Columnas
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Ecuador

Es imposible hablar de la irrupción de la policía de Ecuador en la embajada de México en Quito sin hablar de la política exterior que ha emanado de Palacio Nacional en los últimos seis años. En su momento muchos interpretaron la máxima del presidente Andrés Manuel López Obrador: “La mejor política exterior es la interior”, como muestra de un supuesto desinterés del mandatario en los asuntos internacionales.

Pero sabemos que en los hechos no solo es todo lo contrario, sino que desde su llegada al poder abandonó por completo todos los principios de la Doctrina Estrada que durante décadas dictaminaron los elementos rectores de la diplomacia mexicana.

Entre sus elementos se encuentran la libre autodeterminación de las naciones y la no intervención en los asuntos internos de los países. Pero esta larga tradición de una política exterior mexicana conciliadora que incluso ayudó a nuestro país a navegar por periodos de grandes conflictos internacionales se fue por la borda con la llegada de una política exterior profundamente ideologizada.

Esto se ha vuelto cada vez más claro en la medida en que México se ha alineado con aquellos líderes con los que el presidente siente afinidad. No es ningún secreto que López Obrador celebró las victorias electorales de Gustavo Petro en Colombia y de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil; y que también intentó sumar en su momento a Gabriel Boric en Chile, Alberto Fernández en Argentina, Guillermo Lasso en Ecuador y Pedro Castillo en Perú.

A esto se suma su apoyo incondicional a un bloque de países con rasgos autoritarios como Cuba, Nicaragua y Venezuela; así como la resistencia a condenar la invasión de Rusia a Ucrania.

Hecho

Es decir, López Obrador quiso cimentar su esfera de influencia en América Latina a través del resurgimiento de una nueva izquierda latinoamericana. Vimos cómo no solo quiso convertirse en el impulsor de este nuevo eje progresista, sino también impulsar la creación de un nuevo organismo latinoamericano a la manera de la Unión Europea al considerar que ciertos organismos internacionales, como la OEA, la ONU y la OCDE, carecen de autoridad moral para pronunciarse y resolver asuntos internos.

También hemos observado cómo de manera sistemática México fue abandonando los lugares que había ganado en las distintas mesas de negociaciones y pasó a ser considerado un país poco confiable en el concierto de las naciones.

Y tras el reciente episodio de crisis con Ecuador, México se suma a la lista de los países que generan problemas.

Sí, México también tiene un grado de responsabilidad en lo ocurrido. Absolutamente nada justifica el asalto violento a las instalaciones de la misión diplomática mexicana y el hecho debe ser condenado de manera contundente porque sienta un muy peligroso precedente. Las sedes diplomáticas son el factor mínimo de equilibrio en las relaciones internacionales siempre convulsas y si perdemos esto, perdemos todo.

Pero el saldo de este desafortunado episodio nos muestra varias violaciones al Derecho internacional. La más grave de ellas, sin duda, la intrusión en nuestra embajada; pero una violación que fue precedida por una intervención de nuestro gobierno en los asuntos internos de Ecuador con la utilización de la tribuna presidencial para cuestionar sus procesos electorales y dar asilo a personas “que al tiempo de solicitarlo se encuentren inculpadas o procesadas en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes, o estén condenadas por tales delitos”, de acuerdo con la Convención sobre Asilo Diplomático adoptada en Caracas, Venezuela, en 1954. Y ese era el caso del exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas.

No queda claro cuál será el desenlace de esta ruptura entre México y Ecuador ni qué ocurrirá en la región tras este episodio de desestabilización, pero lo que es un hecho es que esta crisis de la política exterior de López Obrador no ocurrió en un vacío.