ROSTRO DE NOMBRE

Daniela Suárez
Columnas
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ROSTROS

La identidad de una persona consiste, simplemente, en ser, y el ser no puede ser negado.

José Saramago

Cuando nuestros padres eligen nuestros nombres o bien cuando nosotros elegimos nombres para nuestros hijos tal vez nunca nos ponemos a pensar en si estos podrían tener alguna consecuencia, es decir, algún peso o significado. Ahora, ¿sería posible que nuestras caras reflejen gradualmente nuestros nombres a medida que envejecemos?

Una nueva investigación sugiere que el nombre que recibimos al nacer puede moldear sutilmente nuestro aspecto a medida que vamos creciendo. Los investigadores descubrieron que los adultos suelen parecerse a sus nombres, pero no ocurre lo mismo con los niños, lo que sugiere que nuestros rostros se convierten en nuestros nombres con el paso del tiempo.

Los hallazgos publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences se encontraron después de que al equipo de investigadores se le ocurrió la pregunta: ¿podría ser realmente que la mayoría de la gente se parezca a su nombre?

Y para responder a esta pregunta los expertos realizaron una serie de cinco estudios que combinaban pruebas de percepción humana con técnicas de aprendizaje automático para analizar si los rostros podían corresponder con los nombres con más precisión que por mera casualidad.

En los dos primeros estudios los investigadores pretendían comprobar si las personas eran capaces de empatar nombres con rostros. Para ello utilizaron un sencillo montaje en el que se mostraba a los participantes, tanto adultos como niños, una serie de fotografías de rostros desconocidos.

Cada fotografía iba acompañada de una lista de cuatro nombres posibles, uno de los cuales era el nombre correcto de la persona de la fotografía. Los participantes debían elegir el nombre que creían que correspondía a la cara.

Resultados

El estudio incluyó a dos grupos de participantes: 117 adultos y 76 niños. Los investigadores querían comprobar si los participantes eran capaces de emparejar nombres con rostros de adultos con mayor precisión que con rostros de niños, lo que sugeriría que los adultos podrían “madurar” sus nombres con el tiempo. Para garantizar la solidez de los resultados el estudio dos repitió el experimento con una muestra diferente de participantes y caras. En ambos estudios los investigadores comprobaron que los participantes sí eran capaces de empatar nombres con caras adultas con más precisión que por azar.

En el tercer estudio los investigadores utilizaron el aprendizaje automático para examinar las similitudes faciales entre personas con el mismo nombre. Los resultados coincidieron con los de los estudios anteriores: los adultos que compartían el mismo nombre tenían representaciones faciales más parecidas en comparación con los que tenían nombres diferentes.

Y en los dos últimos estudios los investigadores comprobaron si el efecto de correspondencia nombre-cara podía observarse en rostros envejecidos de manera artificial para parecerse a los adultos. Aquí los participantes fueron capaces de empatar nombres con caras adultas reales con una precisión de casi 28%, significativamente por encima del azar.

Y tú, ¿crees que te pareces y tienes cara de tu nombre?