La romántica pobreza

Guillermo Deloya
Columnas
POBREZA

Los males se remedian con los bienes. En esta aseveración pueril se contiene la esencia de un principio que resulta de probanza científica: la carencia no es deseable y la forma más eficiente de una sociedad para salir de la pobreza es precisamente generando riqueza y oportunidades de progreso y desarrollo. Contrario a tal lógica, en un polo ajeno de esta postura, se encuentran aquellos que optan por la “romantización” de la pobreza como una condición justificada e incluso por momentos deseable. Pero la realidad dura, siempre va a demostrar que la pobreza no es una condición ni romántica ni deseable, y que por mucho resulta peligroso por el encono y polarización que generalmente se crea a partir de un antagonismo entre los “buenos” pobres y los “malos” ricos. La pobreza por definición entraña carencia, falta de oportunidades para sostener una vida digna y con posibilidad de acceder a distintos satisfactores que promuevan el desarrollo personal. En ningún caso será “bueno” el que alguien no se encuentre en suficiencia para contar con una alimentación sana, con una educación de calidad o con un empleo bien remunerado; por ello, el romantizar la pobreza, generalmente constituye una estrategia dirigida a conveniencia, a efecto de capitalizar el enojo y la frustración en réditos electorales o políticos.

Sylvain Timsit, el auténtico precursor de las estrategias de manipulación atribuidas a Noam Chomsky, insistía con particular énfasis en que a un pueblo se le debe mantener en un estado permanente de ignorancia, nula reflexión y mediocridad. Gran parte de esa deseada y perversa condición, se logra con acento cuando se permanece en la escasez . A su vez, el escenario de carencia y necesidad en la que se encuentre un individuo, lo hace altamente susceptible a adoptar realidades impuestas que generalmente apelan a emociones primitivas como el rencor o el enojo. Así, para aquellos que buscan mantener un público cautivo que esté dispuesto a la obediencia y el recato, el mejor estado del ser humano será la pobreza. Sin embargo, esta estrategia constituye la más perversa acción al ignorar o enmascarar con culpables los problemas que enfrentan quienes se encuentran en una situación precaria.

Pero la reflexión nos debe llevar a alertarnos sobre una situación más grave y profunda; el poder con tinte populista y rasgos de autoritarismo busca como principio la perpetuación de la pobreza como una herramienta de debilitamiento de la clase media. Experimentos reprobables de gobiernos como el cubano o el nicaragüense, han procurado dicho debilitamiento como un fomento real para el aumento de la desigualdad, la polarización y la fragmentación social.

Moisés Naim en su obra “La revancha de los poderosos” aporta un análisis amplio acerca de los rasgos que una cúpula gobernante tiene a efecto de destruir programáticamente los contrapesos que naturalmente se encuentran en una democracia funcional. Así, uno de ellos precisamente se refiere a la necesidad de mantener una visión maniqueísta en la sociedad, donde el cometido básico es contar con dos bandos únicos que se identifican ya sea con una élite corrupta y abusiva, o con el pueblo bueno quien ha sido traicionado por dicha élite. Como catalizador para que esta fórmula prospere, es necesario que campee la pobreza desde donde se reclutan adeptos políticos como fieles y necesitados soldados.

México ha transitado cíclicamente en crisis derivadas ya sea de malos manejos o de circunstancias adversas en lo global. El resultado del actuar de malos e irresponsables gobiernos, ha sido un doloroso incremento en el número de personas en condición de pobreza. Sin embargo, en este aciago presente, no estamos avanzando hacia un mucho mejor horizonte y el rigor de las cifras lo demuestran. Según la mas reciente medición del CONEVAL, si bien es cierto que en los rubros de personas en situación de pobreza, pobreza moderada y pobreza extrema se redujo la masa crítica de involucrados, también es cierto que la medición de las carencias promedio en todos los casos se incrementó. Ello no significa mejoría sustancial sino meramente una reclasificación. Los indicadores de carencia social se elevaron para ubicar a 32.1 millones de mexicanos con tres carencias. Si queremos crecer necesariamente hay que prosperar como país; ser pobre no es ningún galardón reluciente.