El médico Octavio García González, especialista en innovación y pionero en diagnóstico molecular, es el inventor del microlaboratorio de diagnóstico por ADN llamado NANOLUCI.
Con un peso de solo 3.5 kilos y el tamaño de una cafetera moderna, aunque pareciera parte de un filme futurista, el dispositivo es capaz de detectar con tan solo una muestra de saliva depositada en un pequeño tubo dentro de un cartucho enfermedades como el Virus del Papiloma Humano (VPH), tuberculosis, Influenza A y B, RSV A/B y todas las variantes del SARS-CoV-2 conocidas hasta el momento.
Aún más increíble es que este minilaboratorio de biología nuclear ofrece resultados en un rango de diez a 20 minutos (dependiendo de la prueba), lo que lo convierte en una herramienta única y de fácil manipulación.
De acuerdo con su creador, el minilaboratorio busca ser accesible y fomentar la prevención y el cuidado de la salud en comunidades con poca infraestructura, permitiendo que cualquier persona, aun sin conocimientos científicos, pueda obtener resultados confiables.
Muchos investigadores a nivel global persiguen una herramienta de este tipo, pero espectacularmente el doctor García lo ha logrado de manera satisfactoria generando con el minilaboratorio una verdadera revolución en el campo del diagnóstico molecular.
A esto hay que agregar su portabilidad y su facilidad de uso, que lo convierten en un instrumento invaluable para comunidades remotas y de difícil acceso, donde la atención médica puede ser limitada. Nada más hay que imaginar la posibilidad de realizar pruebas de detección de enfermedades infecciosas sin tener que viajar largas distancias ni esperar días para obtener resultados.
Formado en la UNAM, este científico ha dicho en distintos foros que el minilaboratorio es un logro mexicano. Ahora bien, es entendible que detrás del creador de esta singular herramienta hay un equipo multidisciplinario que trabajó incansablemente para desarrollar esta tecnología revolucionaria desde cero. Lo más importante es que García también ha dejado en claro que el objetivo siempre ha sido democratizar el acceso a la ciencia y la tecnología: el minilaboratorio cumple ese propósito.
Impacto
Sin duda la puesta en marcha de este innovador instrumento abrirá las puertas a un nuevo paradigma en el diagnóstico molecular, ya que se eliminará la necesidad de costosos y complejos laboratorios con equipos sofisticados.
En el campo de la salud pública tendrá un gran impacto porque no solo permitirá la detección temprana de enfermedades, sino que también contribuirá al control de brotes y epidemias al proporcionar una herramienta rápida y confiable para el monitoreo y la vigilancia. Su versatilidad permitirá adaptar su uso a diferentes enfermedades, abriendo la posibilidad al desarrollo de nuevas aplicaciones.
Doctor en Epidemiología molecular por el Instituto Karolinska de Suecia, García señala que para la creación del minilaboratorio sus conocimientos científicos e ideas no eran suficientes. Por ello tuvo que aprender y trabajar con diferentes disciplinas, como ingeniería, hasta con especialistas en machine learning, además de comprender sobre materiales y diseños que fueran aptos para su objetivo: miniaturizar la tecnología médica. El camino hasta la versión con la que cuenta actualmente no fue en línea recta, sino que pasó por diversas curvas y versiones. El proyecto se concretó en ocho años.
El antecedente histórico del minilaboratorio se remonta al inició de la pandemia de Covid-19, cuando el sistema de salud en México, que ya estaba debilitado, colapsó porque todos los laboratorios y empresas extranjeras que podían producir los ensayos de PCR recibieron órdenes de sus países para no vender al nuestro porque querían surtir primero a sus propias economías.
Al igual que otros investigadores García comenzó el trabajo científico para desarrollar y manufacturar los kits para diagnosticar SARS-CoV-2. Todos los ensayos que se hicieron para detección de Covid durante los cuatro primeros meses de la pandemia, absolutamente todos los que se hicieron en México, salieron de su laboratorio y a un precio mucho más bajo de los que después dieron los extranjeros.
El actual presidente y fundador del Instituto Traslacional de Singularidad Genómica (ITRASIG), a través de la Unidad Móvil de Genómica Avanzada Apolo, durante la pandemia de Covid-19 llevó decenas de miles de pruebas para detectar la enfermedad en las comunidades más pobres y marginadas de México.
Calificado como innovador de primer mundo, el doctor García siempre fue claro en miniaturizar el complejo laboratorio para hacerlo accesible al mayor grupo de personas e incluso visualiza su invento en los hogares, como ahora sucede con los asistentes digitales Siri y Alexa.
El minilaboratorio es un dispositivo que ocupa el espacio de una caja de cereal. El aparato no cuenta con ningún tipo de tecla, ya que lo puede usar cualquier persona que siga las instrucciones del asistente digital incorporado, el cual también muestra el resultado al finalizar la prueba. Para efectuar una prueba únicamente es necesario ingresar un fluido en un cartucho de la enfermedad que se quiera detectar e incorporarlo a la máquina, que tarda entre diez y 20 minutos en entregar el resultado. El usuario no requiere asistencia técnica para la transferencia de líquidos, puesto que cualquier persona lo puede hacer. La máquina entrega la información personalizada al usuario y también puede enviarla vía correo electrónico para que un especialista la pueda analizar a mayor detalle.
Además, el minilaboratorio está pensado para dar soluciones a problemas en el campo, para que los agricultores puedan identificar plagas y enfermedades de sus cultivos, así como también en las granjas para el control sanitario y el cuidado de los animales.
Lo impresionante es que este minilaboratorio tiene la capacidad de procesar hasta 200 análisis genéticos para detectar enfermedades tanto humanas, como animales y vegetales.
Puede realizar pruebas de VIH y más adelante podrá detectar qué variante del virus puede tener una persona, con el fin de que el tratamiento sea más preciso y el paciente no reciba un coctel de retrovirales a ver cómo le funcionan.
Incluso también existen pruebas para detectar enfermedades más comunes o menos peligrosas, como salmonela o E. Colli, así como ensayos de medicina veterinaria, para detectar parvovirus en las mascotas. La instalación de un laboratorio de pruebas tradicional representa millones de pesos para quien quiera establecerlo, pero el precio del minilaboratorio será de 70 mil a 80 mil pesos.
Pensado para que en el futuro cualquier persona lo pueda tener en casa, en el caso de países como México con grandes rezagos en salud pública resulta ideal que esté disponible en centros comunitarios. Por otra parte, el precio de los cartuchos para cada análisis se estima de 150 a 300 pesos, lo cual hace más accesible su uso para personas de escasos recursos.
En conclusión, NANOLUCI es el primer microlaboratorio mexicano que revolucionará el diagnóstico por ADN. Su diseño compacto, su facilidad de uso y su capacidad para realizar pruebas precisas y confiables lo convierten en una herramienta invaluable en la lucha contra las enfermedades infecciosas. No hay duda del gran impacto que tendrá en la salud de las comunidades.
Ojalá llegue a todos los rincones del mundo, llevando consigo una nueva era del diagnóstico económico y efectivo.
México, productor de dispositivos médicos
La más reciente versión del minilaboratorio ya se comercializa en México, China y Vietnam.
En este momento el modelo se desarrolla en China mediante un convenio de colaboración entre la empresa del doctor García y la compañía asiática de diagnósticos moleculares Coyote Biociencia.
Asimismo, se planea traer a México la manufactura del dispositivo este mismo año con el propósito de abaratar aún más los costos.
México tiene una base instalada de más de 160 mil empleados que se encargan de producir dispositivos médicos, así como 40 plantas de manufactura especializada y es el sexto exportador de estos aparatos médicos en el mundo. De acuerdo con cifras de la AMIID esta industria exporta alrededor de cinco mil millones dólares al año, lo cual convierte a México como el principal exportador en Latinoamérica y el octavo en el mundo.