REQUIEM POR BERGOGLIO

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Réquiem Bergoglio

La sensible partida del Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio) a los 88 años de edad es ocasión casi obligada para referirnos a una de las formas musicales más emblemáticas, conocidas y de profundo significado: la misa de réquiem.

En su acepción más utilizada se habla del Réquiem, a secas. Es una música que se interpreta con el texto litúrgico de una misa de difuntos. Aquí, nuevamente, nos encontramos con un buen ejemplo de lo que hemos llamado en otras ocasiones como música programática. A todas luces, el orden de sus partes, el texto mismo (usualmente en latín) y su carácter profundo, místico, religioso, hacen de la misa de réquiem el último capítulo de lo que podríamos considerar como el ciclo de la vida.

El significado textual del Réquiem (según el Diccionario de la Real Academia Española) es requiem aeternam dona eis, Domine (“dales, Señor, descanso eterno”), que son las palabras iniciales del introito de la misa de difuntos.

Tomado de la página Medicina y Melodía (medymel.blogspot.com), la misa de réquiem suele tener las siguientes secciones:

Introitus: Requiem aeternam (“Descanso eterno”).

Kyrie: Kyrie eleison (“Señor, ten piedad”).

Sequentia: Dies Irae (“Día de la ira”).

Offertorium (“Ofrecimiento”): Domine Iesu Christe (“Señor Jesús Cristo”), Hostias (“Plegarias”).

Sanctus: Sanctus, sanctus (“Santo, santo”).

Benedictus (“Bendito”).

Agnus Dei (“Cordero de Dios”).

Communio (“Comunión”): Lux aeterna (“Luz eterna”).

Pero hay variantes, en forma de división de alguna de estas secciones, lo que suele suceder con la Sequentia (Dies irae), Tuba mirum (“La trompeta”), Rex tremendae (“Rey inmenso”), Recordare (“Recuerda”), o de movimientos añadidos: motete Pie Jesu (“Piadoso Jesús”), Libera me (“Líbrame”) o In paradisum (“En el paraíso”), los dos últimos cerrando algunas composiciones.

Selección

La historia de la música nos ofrece un buen catálogo de obras de esta naturaleza que, literalmente, se incrustan en ese crisol de sentimiento, tristeza, resignación, fe, esperanza, comunión, simbolismo, ornamentación, reagrupamiento, despedida y ferviente deseo de un descanso eterno.

A sabiendas de que se trata de una selección personalísima, aventuraré los Réquiem que considero los más bellos y trascendentales:

W. A. Mozart, Réquiem en Re menor, K.626, 1791.

Giuseppe Verdi, Réquiem, 1894.

Gabriel Fauré, Réquiem en Re menor, op.48, 1890.

Johannes Brahms, Ein deutsches Requiem, op.45, 1868.

Antonin Dvorák, Réquiem en Si bemol menor, op.89, 1890.

Hector Berlioz, Réquiem (Gran misa de muertos), H.75, 1837.

Cierro este texto con un par de recomendaciones que, estoy seguro, cimbrarán sus almas y conciencias.

En primer término, aquella histórica videograbación del Réquiem de Mozart (1994), desde la derruida Biblioteca Nacional de Sarajevo, con la Orquesta Filarmónica de ese lugar, el Coro de la Catedral y dos espléndidos solistas: Ruggero Raimondi y José Carreras. Es realmente un pasaje estremecedor, sobre todo su Lacrimosa (esta fue la última parte que escribió, de puño y letra, Mozart).

Y, en segundo término, sugiero que escuchen la versión del Réquiem de Verdi con Claudio Abbado dirigiendo el Coro y la Orquesta del Teatro alla Scala de Milan, con Katia Ricciarelli, Shirley Verrett, Plácido Domingo y Nicolai Ghiaurov. Fantástica.

Y, junto con mis condolencias por tan dolorosa partida, reitero: ¡Viva la música!