Dice la presidenta Claudia Sheinbaum que el gobierno de Donald Trump no representa “un motivo de preocupación para los mexicanos… México siempre sale adelante y habrá buena relación”.
Entiendo el ánimo de la presidenta. No tiene sentido preocuparse de lo que nosotros no podemos resolver. Es mejor tener un ánimo optimista. Trump ha sido electo por el pueblo de Estados Unidos y lo único que podemos hacer nosotros es respetar esta decisión. Pero eso no significa que no haya motivos de preocupación.
De hecho, el principal problema de Trump como mandatario es su imprevisibilidad. Joe Biden ha sido un presidente profesional, razonable, que toma decisiones buenas o malas previa consulta con especialistas. Trump tiene ánimo de dictador: le gusta sorprender e imponer sus ocurrencias, pelearse con los medios y descalificar a la oposición.
Es verdad que en su primer gobierno Trump tuvo una buena relación con Andrés Manuel López Obrador. Esto fue consecuencia de que los dos eran populistas y actuaban de maneras muy similares. Pero eso no significa que las exigencias del estadunidense no hayan tenido consecuencias negativas para nuestro país. Recordemos que López Obrador prometió una política de puertas abiertas a los migrantes cuando asumió el poder. Trump lo obligó a echarse para atrás y a utilizar a la Guardia Nacional para perseguir a migrantes, antes que para defender a los mexicanos contra los criminales.
Hoy Trump está llegando a la presidencia de Estados Unidos tras lanzar una amenaza clara a la presidenta Sheinbaum: o el gobierno mexicano cierra la frontera al flujo de migrantes y de drogas o Trump impondrá un arancel de 25% a todos los productos de nuestro país. Sería una medida ilegal, violaría el Tratado México-Estados Unidos-Canadá que el propio Trump firmó, pero el presidente electo de la Unión Americana es como López Obrador: no le gusta que “le salgan con el cuento de que la ley es la ley”.
Mercado
Un arancel de 25% a los productos mexicanos tendría consecuencias desastrosas para la economía mexicana. Millones de mexicanos trabajan en industrias relacionadas con la exportación. Una medida así podría traer una brutal crisis económica a nuestro país. Afectaría también de manera importante a los consumidores estadunidenses, que tendrían que pagar precios mayores por los productos que compran, pero eso no eliminaría el daño para los trabajadores mexicanos.
Si Trump cumple con su promesa de mantener el recorte de impuestos corporativos que aprobó en su primer mandato, o si lo reduce de 21 a 15% como prometió en campaña, generará una ola de inversión productiva que se traducirá en un buen crecimiento económico. Eso representaría una oportunidad importante para México. Pero para eso es indispensable que los productos de nuestro país puedan ingresar sin barreras ni aranceles al mercado más importante del mundo. Si Trump castiga a los productos mexicanos con aranceles o con barreras en la frontera nuestro país seguirá creciendo al ritmo decepcionante que tuvimos en el sexenio de López Obrador.
Andrés Manuel supo aprovechar el carácter populista de Trump para acercarse a él y lograr que lo considerara su amigo. No es claro que Sheinbaum pueda tener esa misma facilidad. Para empezar, Trump es un misógino declarado y le costará más trabajo ver a una mujer como su igual en una negociación. Pero, además, la nueva presidenta de México tiene una ideología claramente de izquierda, mientras que López Obrador compartía muchas de las ideas conservadoras de Trump.
El gran reto de la diplomacia de Sheinbaum será lograr que Estados Unidos no imponga aranceles punitivos a los productos de nuestro país.