Además de la inseguridad, la mayoría de los mexicanos considera que la economía del país suele ser uno de los principales problemas que enfrentamos todas y todos. No es raro encontrarla en segundo lugar dentro de las encuestas a la población para saber su percepción sobre los desafíos que enfrenta México.
Ahí, en el tema económico, figura la corrupción como una de las grandes causas detrás de aquellos males que nos azotan.
No obstante, este mal también es una herramienta discursiva, utilizada para legitimar ciertas propuestas o acciones frente a la población. La clase política la usa de manera constante en sus discursos, ya sea para atacar a la otra parte o justificar el por qué de una determinada medida, incluso cuando las razones detrás sean otras.
En el plano discursivo el gobierno y su maquinaria afirman que hay espacios (como el Poder Judicial y los órganos autónomos) donde reina la corrupción. De hecho, el siglo XIX mexicano no fue ajeno a las percepciones de que el hombre podía faltar a su deber como funcionario ante las tentaciones monetarias. El sistema político, el judicial, Hacienda y el Ejército solían ser las principales instituciones relacionadas con tal problemática.
Al discutir el tema de la inamovilidad de los jueces en 1893 un escritor del Monitor Republicano afirmaba que un juez inamovible “no por serlo dejará de sucumbir al cohecho de un litigante o a la influencia de algún personaje o amigo”. Con esto buscaba plantear que el problema de la administración de la justicia era más profundo y no cambiaría hubiera inamovilidad o no.
En agosto de 1845 la editorial del Diario de Gobierno de la República Mexicana escribía que entre las cualidades de los candidatos para diputados del Congreso General estaba no dejarse “corromper por el oro ni el favor”.
Patrones
Aunque ya se utilizaba la palabra corrupción en un sentido parecido al nuestro, tenía varias acepciones y no era raro encontrarla en contextos naturales o de salud, como aguas o cadáveres corruptos para hablar de tales cuestiones. También era un elemento de la moral del individuo o la sociedad, siendo así un mal que pudría desde el interior. Se podía aplicar a la nación o referirse a una percepción sobre el ambiente social y político del momento.
En 1872 el periódico católico La Voz de México consideraba que era necesaria una “reacción moral” que lograra “eliminar tanta corrupción domiciliada en los puestos públicos”.
Ciertamente sería interesante observar este problema con una perspectiva histórica de larga duración, ya que parece haber patrones entre las percepciones del antes y el ahora en cuanto a la corrupción (bien definida hoy) y las problemáticas del siglo XIX. Las reflexiones históricas permiten ver estos fenómenos a partir de sus similitudes y diferencias con la situación contemporánea, provocando así preguntas que se le hacen al pasado desde un presente donde la corrupción se ha consolidado como uno de los principales problemas para la sociedad mexicana.
No se trata de buscar una solución en la historia, sino de comprenderla desde su historicidad.