QUIERO VIVIR EN CUBA

Guillermo Deloya
Columnas
IVANDIABLITO

Porque actualmente no se puede más que cumplir con medianía la función estrictamente biológica que mantiene a un nacional cubano “con vida” en la bella isla. Vivir es mucho más que estar o existir; el concepto va más allá de cumplir en rigor con las funciones corporales que catalogan a alguien como vivo.

Aquí la concepción filosófica de François Jullien nos aporta un horizonte sobre el tema, del cual en la práctica carecen los cubanos. Vivir es exceder el ciclo repetitivo para llevarlo al enriquecimiento del ser; ahí el ser humano se procura satisfactores y condiciones que elevan la condición de su alma.

Es en la obra Filosofía del vivir, de Jullien, donde encontramos esa honda disertación que aleja al individuo del mundo estrictamente material y lo compenetra en la consecución de su felicidad mediante una ruta plena; donde en su alcance se encuentran elementos de espiritualidad, de realización, de embellecimiento en su cultura y conocimiento. El alimento al cuerpo y muchos otros satisfactores materiales se consideran soportes ya conseguidos en esa ruta, el concepto va allende de la frontera de funcionar biológicamente.

Un cubano en lo cotidiano sufre la inconveniencia de casi todo. Encuentra adversidades a la vuelta de la esquina; respira limitaciones y muere poco a poco a causa de una crisis humanitaria ocasionada por gobiernos adoctrinantes y rancios. En la isla no se vive, en la isla se pierde la vida con cada minuto.

Un cubano no tiene acceso a medicamentos, es más, no hay un mercado real donde pueda comerciar o adquirir. Los muy escasos productos solo se encuentran en tiendas de exclusión donde los precios se tasan en dólares. Construir en equilibrio un plato de comida es una odisea casi imposible; mucho más imposible es pensar en tres comidas que constituyan desayuno, comida y cena.

Realidad

Todas estas aseveraciones no habitan mi imaginación: constituyen una poderosa narrativa de la cual ha dado testimonio una valiente como Yoani Sánchez, quien en su libro Cuba libre nos calca la realidad que los gobiernos castristas han barrido debajo de la alfombra.

Quien realmente “vive”, en el amplio concepto filosófico, difícilmente decide arriesgar la vida en el mar navegando en balsas improvisadas. Según estimaciones de Naciones Unidas los cubanos que toman esta dificilísima resolución ya se cuentan en decenas de miles al año. De hecho, se estima que para los próximos años entre 40 y 45 mil habitantes de la isla huirán de su tierra, asolados por la penuria y la carencia.

Cuba en consecuencia se vuelve una nación notoriamente envejecida. La misma ONU estima que para 2050 Cuba será el octavo país más envejecido del mundo; un país que expulsará a más de un millón de jóvenes, quienes reducirán además un cúmulo poblacional que hoy ronda los once millones de habitantes. Los jóvenes no quieren pasar por lo que pasan sus padres; no quieren sufrir lo que ya han sufrido sus abuelos y hasta sus bisabuelos.

La terca e implacable realidad se empeña en contradecir el que Cuba es un buen territorio para asentar nuestras vidas. Como nunca, se está viviendo una represión colectiva de las libertades y los derechos; junto con la vida biológica se muere la vida cultural, artística, literaria y un largo etcétera que cada día se incrementa.

La tragedia de los cubanos se pinta de vívidos colores con las cifras de migración que se encuentran en los recientes años. La guardia costera apostada en la zona de la Florida estadunidense afirma que desde 2020 aumentó en 80% la actividad de los balseros en su intento por alcanzar una mejor condición. Precisamente ese año el conteo nacional de población indicaba que 21% de los cubanos es mayor a los 60 años. En una estimación incremental, al día de hoy ese porcentaje debe rondar 25 o 26 por ciento.

Me quedo con frases tan ilustrativas como la de Yúnior García, opositor y dramaturgo cubano, quien con todas las letras define lo que muchos de sus compatriotas experimentan: en Cuba quizá no te lleguen a matar, pero difícilmente te dejarán vivir.

Y sí, yo quisiera que vivan los cubanos. Vivir en amplísimo sentido.