¿QUÉ TAN INTELIGENTES SEREMOS?

Guillermo Deloya
Columnas
Copia de COLUMNAS (1920 × 1080 px)-3.png

Si bien es verdad que la modernidad trae aparejado consigo un nivel de avance tecnológico, es por igual cierto que existen vacíos y complicaciones que derivan de la aplicación de la nueva tecnología en lo cotidiano. Esa complicación puede incluir situaciones que van desde la adaptación de novedosos escenarios, hasta vacíos legales que dejen en estado de poca o nula protección de derechos y/o exigencia de obligaciones.

Uno de esos temas que insistentemente se ha puesto de moda entre un gran cúmulo de estudiantes y académicos es el tocante al denominado ChatGPT, una herramienta de Inteligencia Artificial (IA) que puede elaborar convenientemente desde un concepto sencillo contenido en un par de párrafos hasta un ensayo de algunos miles de palabras en un rango de temática absolutamente amplio y variado. Como se puede suponer, este recurso se ha convertido en una vía de resolución confortable para que el alumno con poco rigor y ambición tenga a la mano el mundo de conocimiento que presupone una investigación y además pueda suplir las deficiencias que se tienen en redacción, sintaxis y ortografía. El copy-paste está al alcance de la mano como nunca lo había tenido un escolar.

Es obligado preguntarnos cómo algo tan prolífico y sorprendente puede convertirse en un atavismo nocivo para la educación en general, en el entendido de que se convierta en la ruta de solución de asignaturas más utilizado en el ya de por sí precario sistema educativo nacional. No es una exageración cuando afirmamos que este es un momento de reto en el cual maestros, padres de familia y alumnos tendrán que generar un nuevo arreglo en la manera de desahogar los trabajos escolares que se les asignan.

El ChatGPT es una programación con capacidad de resolución de planteamientos, que involucrarían inteligencia humana para una organización lógica, congruente y soportada de datos y conocimiento que derivan en un resultado perceptiblemente natural y estructurado. Es este chat una forma de adquirir información precisa y útil en una gran variedad de temáticas que pasan por ciencia, tecnología, cultura, matemática, arte e historia, entre muchas otras. Estamos ante un algoritmo que genera respuestas únicas ante los planteamientos, por lo que dos preguntas idénticas no necesariamente tendrán la misma y exacta respuesta; es una forma de IA que adiciona conocimiento a su haber prácticamente a cada segundo que transcurre.

Secuestro

Y aun con lo excepcionalmente admirable que resulta un logro humano de esta dimensión, al crear una ventana de conocimiento inagotable al alcance de un teclado hay un submundo de problemas que resolver para evitar un efecto adverso al que seguramente está destinado a conseguir. Aquí, en un sistema educativo que constantemente se le cuestiona no solo por su anquilosamiento sino también por sus muy pobres resultados en cuanto al aprendizaje generado en los estudiantes, buscar un equilibrio para algo tan poderoso y convertirlo en una herramienta de utilidad en vez de una invitación para la comisión de fraudes académicos es una batalla que muchos consideran perdida por anticipado.

La educación en México se ciñe a antiguos dogmas de adoctrinamiento que nada tienen que ver con el incentivo para la innovación y la creatividad. El secuestro de las estructuras por parte de los gremios y sindicatos solo ha operado en contra de la generación de perfiles de alumnos destinados a la libertad de pensamiento y a la productividad con base en el esfuerzo y el mérito. Con una herramienta no controlada ni regulada, el escenario bien puede encontrar otro aliciente para la mediocridad ya acumulada.

Hoy por hoy la detección fehaciente de que un texto ha sido elaborado por IA, y concretamente por el ChatGPT, solamente se encuentra con un programa que la Universidad de Stanford creó para tal fin. En México a duras penas tenemos capacitación y actualización básica para el magisterio, cuando las necesidades de conocimiento de la modernidad son enormemente mayores en campos como la tecnología, caso que ocupa el análisis contenido en esta columna.

Pero hay más en lo hondo del tema: ¿estamos ante potenciales casos de plagio académico o simplemente actos de deshonestidad del educando? Habrá que adecuar reglamentos y normatividad interna para definir con exactitud las posibilidades. Seamos inteligentes ante la vanguardia.