UN PROBLEMA DE TODOS

Columnas
Share
PROBLEMAS

Estamos ante un real problema de salud pública que nos involucra a todos. Desde los círculos de cuidado personal, hasta el esfuerzo colectivo traducido en políticas públicas suficientes para su atención. Desde la nomenclatura se causa el temor; hablar de cáncer es un reto a la templanza y estabilidad emocional para quienes transitan en este infortunio que por igual llega a afectar tanto a hombres como a mujeres. El cáncer de mama es la principal modalidad de esta enfermedad y también es la que mayor número de fallecimientos ocasiona en el mundo. Conforme a las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el año pasado los casos fatales por esta enfermedad excedieron los 700 mil. Además, el número de detecciones ronda en los 2.5 millones. En nuestra región, Estados Unidos es el país con mayor número de casos seguido por Canadá, sin embargo, es precisamente en estos países en donde la mortalidad se reduce significativamente ante un sólido programa de detección oportuna. México, a su vez, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), mantiene al cáncer de mama como el principal causante de muertes dentro de las modalidades de este lamentable padecimiento; el número de fallecimientos para el pasado año ronda los diez mil casos.

Pero este asunto se vincula fuertemente con el funcionamiento del sistema de salud que se encuentra en un proceso de difícil transición. El costo que va desde la detección hasta la deseable erradicación del mal es sumamente elevado y difícilmente soportable en un esquema de atención privada. La Comisión Nacional de Seguros y Fianzas reporta que casi 70% de la población femenina debajo de los 40 años no cuenta con un esquema de aseguramiento privado suficiente para cubrir los costos de un proceso médico integral de atención para el cáncer. Además, la incidencia sobre este tramo generacional retira de la vida económicamente activa a quienes padecen esta enfermedad. El impacto económico significa una doble mella tanto en los círculos familiares como en los recursos necesarios para la atención pública del problema de salud.

Y es que este terrible flagelo requiere de un círculo de atención sumamente costoso. Desde la detección, el consecuente tratamiento que debe incluir varias mastografías, ultrasonidos mamarios, toma de muestras quirúrgicas de tejido, quimios y radioterapias en su caso, además de los tratamientos paliativos para los efectos secundarios del tratamiento principal, así como una cuestión que desafortunadamente muy pocos seguros privados y casi ningún sistema de salud público cubre: la reconstrucción estética posterior a la extirpación de la mama o la llamada mastectomía.

Repercusiones

Si pensamos en los posibles daños sicológicos provocados por este procedimiento quirúrgico, es necesario por igual incluirlo en el cuadro de atención integral que debe darse a la enfermedad. Ya sea por vía del aseguramiento privado o, casi imposible, por la vía de la atención en el sistema de salud pública. Según la OMS, las secuelas que experimentan las mujeres después de haberse sometido a una extirpación de este tipo son variadas y se presentan en casi 50% de los casos. Estamos hablando de daños sicológicos con repercusiones en el comportamiento y trastornos en la personalidad que incluyen aislamiento, depresión e incluso en casos graves, tendencia al suicidio. No es una cuestión menor ni debe tomarse como un evento separado de todo el penoso tramo que alguien con este padecimiento debe transitar.

Encontramos tres principales problemas en México respecto de este tema de salud. En primer lugar, la cobertura por tamizaje es insuficiente y poco confiable; la NOM-041 recomienda la práctica a mujeres asintomáticas arriba de los 40 cada dos años. A pesar del mandato, la cobertura en el país es de 26% de la población, muy por debajo del recomendado por la OMS, que es de 70%. Por otra parte, el tratamiento sin el apoyo del Seguro Popular es inaccesible para 71% de la población en estado de necesidad. Y finalmente, no hay un sistema de políticas públicas articulado para el diagnóstico e inicio de tratamiento temprano de la enfermedad. Desde la publicidad y generación de conciencia hasta la reconstrucción estética y apoyo sicológico es un proceso entrecortado y lleno de carencias. Urge nuestro esfuerzo, el de todos.