EL PRIMER MES DE TRUMP DEJA EN CLARO EL PANORAMA

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Donald Trump

En el primer mes de la segunda gestión de Donald Trump, ahora como presidente 47 de Estados Unidos, queda claro cuál es el signo de su administración: la presión, seguida de la negociación, para conseguir sus objetivos.

Resulta en principio evidente que México no es su único objetivo: su visión es generalizada a partir de que aprecia un déficit en la economía estadunidense ante varios países y regiones, una percepción que quedó más que clara con la determinación de imponer aranceles al acero y el aluminio, donde México podría quedar incluido. En su afán por imponer orden, la visión de Trump abarca incluso la operación de TikTok en territorio estadunidense.

Esto en tanto que en el plano global una de sus primeras acciones fue sacar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Tratado de París, mientras fija su posición en el conflicto palestino.

En todo caso, lo evidente es que el sello de Trump como mandatario desde su primer periodo como presidente 45 y ahora como presidente 47 se mantiene: es un político agresivo acostumbrado al acoso y la imposición de medidas para forzar a sus interlocutores a la negociación, en la que generalmente impone su voluntad, en un aparente ganar-ganar donde la administración estadunidense se lleva de manera obligada la mejor parte.

De ahí que en lo que hace a México resulte más que obvio esperar a que, como versa el refrán, después de la tempestad venga la calma.

Como presidente Trump tiene definido de manera clara por su formación empresarial cuáles son los eventuales riesgos que enfrenta y está dispuesto a correrlos. Esto además de que cuenta con una sólida comunicación con sus seguidores, quienes a lo largo de su campaña saben bien, por las propuestas que planteó, cuáles serán sus objetivos.

En juego

Ante ese escenario, las mediciones de opinión pública permiten apreciar que casi 50% de la población estadunidense apoya al momento a Trump, lo que se traduce en una fortaleza que puede variar con el paso de las semanas en el caso de que las acciones emprendidas no se traduzcan en una mejoría de las finanzas estadunidenses; además, por supuesto, de la relación que logre entablar con Rusia y China, así como la influencia que logre proyectar en el plano internacional, sin dejar de lado a Corea.

Lo que está en juego va más allá de la relación con México: la posición de Estados Unidos como potencia económica y su influencia política. Los avances registrados por los tigres asiáticos, con China a la cabeza, así como la comunidad árabe, con los Emiratos Árabes Unidos, están a la vista a la par de la innegable necesidad de fortalecer la región económica internacional que se sustenta en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC).

Literalmente, al momento el presidente Trump se encuentra en un cuarto de guerra con múltiples frentes, en un escenario que apuesta por el resurgimiento de Estados Unidos como potencia económica y política. Un escenario en el que México representa solo una parte, que por su ubicación geográfica y relación histórico-político-económica resulta estratégica.

En el fondo el escenario para México es alentador, porque en el ámbito de la reciprocidad y la ecuanimidad se constituye como una pieza vital para la estabilidad económica y social de Estados Unidos. En consecuencia, si bien en los años por venir las presiones y el cabildeo serán constantes, lo evidente es que la codependencia México-Estados Unidos, aparece como un lazo indisoluble.

De tal suerte que lo conveniente es prepararse para una negociación y cabildeo permanentes.