Este 1 de octubre Claudia Sheinbaum asumió el cargo de presidenta de México. Es justo que por primera vez en nuestra historia nos gobierne una mujer. El cargo lo ha ganado con solidez: obtuvo 59.75% de los votos, más que 53.19% de López Obrador en 2018. Habría que remontarnos a los tiempos del viejo PRI para encontrar porcentajes superiores: Miguel de la Madrid con 70.96% en 1982 y José López Portillo con 100% en 1976.
La nueva presidenta llega al cargo con una sólida preparación académica. Cuenta con una licenciatura en Física, una maestría en Ingeniería Energética y un doctorado en Ingeniería de Energía de la UNAM. Durante cuatro años realizó investigaciones para su doctorado en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de California. Participó en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU.
Su vida política ha sido igualmente intensa. En el Colegio de Ciencias y Humanidades participó en los movimientos de rechazados de la UNAM. Se integró después al Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que paralizó a la universidad durante nueve meses en un movimiento de protesta en 1999. Se incorporó al equipo de Andrés Manuel López Obrador después de que fue electo presidente nacional del PRD en 1997. Cuando este ganó la elección para jefe de Gobierno de la Ciudad de México en 2000, la nombró secretaria de Ambiente, a los 39 años. En 2006 fue vocera de la primera campaña presidencial de su mentor. En 2011 participó en la fundación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y en 2012 en la segunda campaña presidencial de AMLO, todavía por el PRD. En 2015 fue electa jefa delegacional de Tlalpan, por Morena, y en 2018 jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Responsabilidad
Su sexenio ahora empieza en un momento complicado. Pese a que los partidos oficialistas obtuvieron solo 54% del voto en las elecciones legislativas, los operadores del gobierno lograron conseguir mayorías calificadas, de más de dos terceras partes, en el Congreso. Ningún jefe del Ejecutivo había tenido la capacidad para cambiar la Constitución a voluntad desde la “dictadura perfecta” del PRI. López Obrador aprovechó su último mes de gobierno, ya con esta mayoría calificada, para aprobar reformas al sistema judicial y a la Guardia Nacional que generan una enorme concentración de poder. Uno podría pensar que esto favorece a Sheinbaum, pero la experiencia nos dice que la falta de oposición le hace daño a cualquier democracia.
Después de ser electa, Sheinbaum ofreció diálogo y respeto a la oposición. Incluso dijo que la reforma judicial se analizaría a fondo y no se aprobaría al vapor. López Obrador, sin embargo, descartó cualquier negociación y aplicó la aplanadora del partido hegemónico. La nueva presidenta tendrá ahora que manejar el país con un nuevo sistema judicial, que la mayoría de los expertos nacionales y extranjeros dicen que será disfuncional, y con una Guardia Nacional que le reportará a la Secretaría de la Defensa y no a su secretario de Seguridad.
Muchos han afirmado que Sheinbaum será dominada por López Obrador y su maquinaria política. Hay algo de misógino en esta opinión. La presidenta, sin embargo, ha demostrado en varias ocasiones tener la firmeza de voluntad para tomar sus propias decisiones.
Por lo pronto, empezará su gobierno sin una oposición real: esto significa que cargará con la responsabilidad de todos los aciertos, pero también de todos los errores.